Trabajar para vivir y no vivir para trabajar: la reivindicación de Ángeles Caballero sobre la generación Z
Hay algo entre esta escena y la otra, como en tantas otras escenas, que no ha cambiado, porque los dos, esa mujer y ese hombre, pensarán que merecen estar mejor pagados
Me quedo con dos escenas de dos personas de distinta generación. Permíteme que te hable de una mujer que en septiembre de 1997 -ya ha llovido- durante su último año de carrera entra a hacer prácticas en un periódico. Sólo cobrará cuando su nombre aparezca ligado a la noticia. Librará los domingos y las tardes de los miércoles. Aprenderá a editar teletipos, a picar datos del cierre de la bolsa, a tardar hora y media en llegar a casa entre autobús, metro y cercanías. Y habrá días, lógicamente, donde lamente semejante escenario. Pero su padre le dirá: "No te queda otra. Yo no puedo ayudarte".
Ángeles Caballero: "Trabajar para vivir y no vivir para trabajar"
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Aquí viene lo de la meritocracia. Yo creo que la meritocracia son los padres. "Mete la cabeza", le dirá su padre, "no te quejes, hay cosas peores, el dinero ya vendrá, la vida es así y los trabajos están llenos de sinsabores". Y ella no olvidará jamás lo primero que firmó y cómo al salir de ahí buscó trabajo con un sobre enorme en la mano en el que guardó todos los recortes de lo que tecleó ese año.
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Ahora, damos un salto y nos vamos un poquito más cerca. Un día cualquiera de 2016. Carlos es dueño de una escuela de negocios en Madrid. Tiene centenares de alumnos, la cosa fluye y su empresa va como un tiro. Organiza, como cada año, un encuentro entre empresas y sus alumnos para que estos encuentren empleo. Pero mientras habla con candidatos, muestra su sorpresa en una reunión informal que tiene varios días después y dice: "Esto en mi época no pasaba. Son ellos ahora los que lleva las riendas en las entrevistas. Preguntan horarios porque quieren hacer otras cosas que no sea trabajar. Le he preguntado a uno qué cree que podría aportar a la escuela y me ha respondido 'No, no, dime lo que tu empresa va a hacer por mí'".
Creo que hay algo entre esta escena y la otra, como en tantas otras escenas, que no ha cambiado, porque los dos, esa mujer y ese hombre, pensarán que merecen estar mejor pagados. El joven quizá haya cambiado varias veces de trabajo. Aguantará lo justo, quizá respetará la jerarquía, pero dirá lo que le parece bien y lo que no, querrá mejores condiciones laborales para él y los suyos, le rodearán casos en los que la precariedad sea la palabra más pronunciada, oirá hablar de agotamiento, como se habla en esta encuesta, ansiedad, desesperanza.
Pero sabrá que siendo ingeniero informático, sus penas y su pan serán un poco menos; y ella, que ya pinta canas, apostará hoy por consolidar el teletrabajo, por ver si echa unas pocas horas menos al asunto, porque sus huesos no son los de antes, a veces pensará que a los de ahora les puede la impaciencia, que tienen otras prioridades, le saldrán batallitas de cuarentona y pensará "pues ya sabes lo que toca, lo que a todas".
Pero luego en realidad pensará que no, que está bien que los Z y los que vengan después reivindiquen y no se callen, trabajen para vivir y no vivan para trabajar. Y mira, te lo voy a decir, esa cuarentona soy yo.
Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.
