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Neurocientíficos descubren "cómo el amor ilumina el cerebro" de los topillos... y de los humanos

Un experimento con topillos de la pradera, parecidos a algunos humanos porque tiene suelen tener pareja para toda la vida, sugiere que se produce "un chorro de dopamina" cuando nos encontramos con nuestro amante o amigo. Cuando es un desconocido o alguien que no nos importa, no ocurre

Ejemplares de topillos. Archivo. / Alianza UPA-COAG

Ejemplares de topillos. Archivo.

Madrid

Un equipo de científicos de la Universidad de Colorado han descubierto que el popular neurotransmisor llamado dopamina -conocido por ser el responsable de la sensación de euforia o alegría, pero también de la necesidad de fumar o consumir drogas- es lo que llaman "una firma biológica del deseo". Han medido la "avalancha de dopamina" que se produce en nuestro cerebro cuando nos encontramos con la persona que nos gusta, y también que no aparece si nos encontramos con, por ejemplo, nuestro jefe, un rival, un desconocido o una persona que no nos gusta. Dicen que con su estudio se explica "por qué queremos estar con algunas personas más que con otras".

El equipo de neurocientíficos del Centro universitario Boulder norteamericano han publicado su hallazgo en la revista Current Biology y para ello han estudiado, no a los humanos, sino a los topillos de las praderas.

¿Por qué a los topillos?

La razón es que estos roedores se parecen a los humanos, en tanto en cuanto, forman parte del pequeño 5% de mamíferos que forman exclusivamente parejas monógamas. Tienden a formar parejas a largo plazo, compartir un hogar, criar juntos y experimentar algo parecido al dolor cuando pierden a su pareja.

Al estudiar a los topillos, el equipo de Colorado buscaba explicar "qué sucede dentro de su cerebro para hacer posibles las relaciones íntimas y cómo lo superan , neuroquímicamente hablando, cuando esos vínculos se rompen". Dicen que la experimentación avanzará para entender de la misma manera lo que ocurre en el cerebro humano

Dice Zoe Donaldson, profesora asociada de neurociencia conductual en CU Boulder, que "nuestro mundo social se divide básicamente por diferentes grados de deseo -que es selectivo- de interactuar con diferentes personas, ya sea como pareja romántica o como amigos". Y añade que "esta investigación sugiere que ciertas personas dejan una huella química única en nuestro cerebro "que nos impulsa a mantener estos vínculos con el tiempo".

Los topillos, en un laberinto amoroso

Donaldson y su equipo utilizaron "tecnología de neuroimagen" de última generación para medir, en tiempo real, lo que sucedía en el cerebro de los topillos cuando intentaban llegar hasta su pareja en una especie de laberinto. En ese escenario, el topillo tenía que presionar una palanca para abrir una puerta de la zona donde estaba su pareja. Y al otro lado, el otro topillo tenía que saltar una valla para ese reencuentro "amoroso".

A la misma vez, un pequeño sensor de fibra óptica rastreó la actividad, milisegundo a milisegundo, del cerebro de los dos animales. En concreto se monitorizó el llamado "núcleo accumbens" la región del cerebro responsable de motivar a los humanos a buscar cosas gratificantes, desde agua y comida hasta drogas. Ya se había demostrado, recuerdan, que este núcleo cerebral "se ilumina cuando tomamos la mano de nuestra pareja".

En el experimento, "cada vez que el sensor detecta la dopamina llegando a este nucleo, se enciende como una barra luminosa". Y cuando los topillos empujaban la palanca o trepaban la pared para ver a su compañero de vida, la fibra "se iluminaba como un delirio", según palabras textuales de una de las investigadoras.

Cuando por fin estaban juntos los dos topillos, "el sensor seguía subiendo". Incluso mientras se acurrucaban y se olían unos a otros. Sin embargo, cuando se introducía en este sistema a otro topillo "al azar", uno que no hubiera formado pareja con el que estaba al otro lado de esa puerta o pared, la barra luminosa también se iluminaba en el encuentro, pero de manera mucho más tenue.

Qué significa

"Esto sugiere que la dopamina no sólo es realmente importante para motivarnos a buscar a nuestra pareja, sino que sigue fluyendo después hacia nuestro centro cerebral de recompensa para gratificarnos más cuando estamos con esa pareja que cuando estamos con un extraño", dijo la principal autora Anne Pierce.

Los autores enfatizan que se necesita más investigación para determinar si estos resultados en ratones de campo se trasladan a los humanos en los que el cerebro es más grande. Pero creen que, en última instancia, su trabajo podría tener implicaciones importantes para las personas que tienen problemas para hacer relaciones. "La esperanza es que, al comprender cómo son los vínculos saludables dentro del cerebro, podamos comenzar a identificar nuevas terapias para ayudar a muchas personas con enfermedades mentales que afectan su mundo social", ha declarado Donaldson.

Javier Ruiz Martínez

Javier Ruiz Martínez

Redactor de temas de sociedad, ciencia e innovación en la SER. Trabajo en el mejor trabajo del mundo:...

 
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