Luego dirán que los diputados no trabajan

Madrid

"Bien está lo que bien acaba", dijo el presidente tras salvar la bola de partido existencial de los decretos, pero en realidad él y todos sabemos que la legislatura de las emociones –por decirlo respetuosamente- solo acaba de empezar.

Hasta esta semana arrastrábamos todavía la melopea de un periodo electoral que nos ha tenido entretenidos entre Bruselas y Zurich, entre negociaciones y navidades, con culmen en los selfies de despedida de Calviño. Ahora empezamos a ver que el Parlamento pasa de ser la casa de la palabra a ser la guerra de todos contra todos, y ahí cada uno se define.

Tenemos la paella mixta de unos decretos leyes que llevan un poco de todo y tenemos la venganza sashimi -fría y cruda- de Podemos contra Díaz. Tenemos el sadismo minucioso de Junts y tenemos un Gobierno que va a afrontar cada votación con la ansiedad de una ronda de penaltis. También debemos de tener oposición, pero parece que anda muy ocupada, equivocándose.

¿Qué ocurrirá ahora? Seguramente hasta el destino tenga sus dudas, pero Junts aguantará hasta materializar la amnistía con una relación con el Gobierno similar a la de un yonqui con un cajero automático. Unas veces va a parecer una comedia de enredos, otras veces va a parecer una película de miedo, pero el suspense no va a faltar. Luego dirán que los diputados no trabajan.