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Matteo Garrone: "Soy un italiano burgués, tenía que contar la película con los jóvenes migrantes"

El director italiano regresa con la emotiva 'Yo Capitán', León de Plata en Venecia y nominada al Globo de Oro, una historia heroica sobre el viaje de los jóvenes africanos a la Europa que abandona a los migrantes

Matteo Garrone presenta 'Yo Capitán' (Photo by Stefano Guidi/Getty Images) / Stefano Guidi

Matteo Garrone presenta 'Yo Capitán' (Photo by Stefano Guidi/Getty Images)

Madrid

Decía Walter Benjamin, ya en los años 30, que hay quienes anuncian catástrofes cuando hay seres humanos que ya viven una catástrofe. Gaza es la catástrofe que nos viene a todos a la cabeza en estos días, donde la barbarie, de nuevo, ha vuelto a ser consecuencia del progreso. Pero hay más. El Mediterráneo lleva más de una década convertido en un cementerio para aquellos que solo tratan de vivir mejor, de salir de su catástrofe. Emprenden un viaje para abrir nuevos horizontes, no vienen a conquistar, sino a sobrevivir. Son herederos de una tradición de viajeros, de migrantes, de exiliados que, como Ulises, corrieron peligros para encontrar un hogar. "Son herederos de la épica contemporánea y hay una fuerza enorme en sus historias", explica Matteo Garrone, director italiano que retrata en su nueva película, Yo Capitán, el viaje de dos jóvenes senegaleses de África a Europa, y volviendo a Benjamin, todo es una catástrofe.

"Quería hacer esta película con el deseo de contar esta vivencia desde un ángulo diferente, contar la parte del viaje que, normalmente, no tiene forma visual y no estamos acostumbrados a escuchar, la epopeya del viaje", reconoce el director, que ha creado una película de aventuras que pone el foco en qué pasa desde que los jóvenes migrantes salen de sus países en el África subsahariana hasta el Mediterráneo. "Intenté hacerlo manteniéndome cerca de la verdad, a las historias de quienes vivieron eso. Pero al mismo tiempo no quería hacer un reportaje ni un documental, quería que fuera una historia de ficción. Por eso busqué combinar dos formas de lenguaje, intentado hacer una mezcla entre Gomorra y Pinocho. Había veces que aparecía una verdad que me recordaba al estilo casi documental de Gomorra, otras, una dimensión onírica del cuento de hadas de Pinocho", explica sobre el tono de la película que se mueve entre dos de sus grandes éxitos anteriores.

El director de Dogman o Reality, ha contado la historia de varios supervivientes, entre ellos, Mamadou Kouassi, y se mantiene fiel al relato. Como los protagonistas de la película, fue un joven que hace años emprendió ese viaje. Tras sufrir violencias, cárcel y demás tropelías en él, han conseguido establecerse en Italia donde ejerce como trabajador social. "Es un tema extremadamente serio y dramático, por eso me costó muchos años decidirme a contar el proyectó. Suponía entrar en una cultura que no era la mía, yo soy un italiano burgués. Tenía mil miedos, mil dudas sobre cómo contar a un joven migrante que se enfrenta a un viaje donde la muerte está muy presente. Esperé varios años y me di cuenta de que la única forma de hacer esta película era desde la honestidad y la sinceridad y que debía hacerlo con ellos. Tanto en la fase de escritura, como en rodaje, como en montaje, siempre estaban a mi lado y hablaba con ellos continuamente. La única solución es que la película tuviera su propia autenticidad, porque cuando yo desaparezca, la película permanecerá".

La ingenuidad y la bonhomía de Pinocho, ese niño de madera que llevó el director al cine, están en el protagonista de este nuevo filme, al que interpreta Seydou Sarr. El personaje es un joven de dieciséis años que decide, junto a su primo, coger sus ahorros y emigrar a Europa desde Senegal para poder dedicarse a la música rap, su sueño. "Es una interpretación tan pura y tan intensa, que devuelve emociones fuertes a quienes ven la película. La verdadera fuerza de la película es poder empatizar con el público, eso la hace accesible, porque cuenta el viaje del héroe y llega a público de todas las edades", nos cuenta sobre cómo la interpretación de los dos jóvenes actores, que se llevaron premio en Venecia, es la clave del filme. La película ha logrado una buena taquilla en la Italia gobernada por Meloni, que ha hecho de las políticas anti migración y del racismo la base de su programa electoral. "He viajado por toda Italia y he visto cómo responde la gente. Creo que el boca a boca está ayudando a superar el prejuicio del espectador a estos temas, quizá porque muchas veces se han contado de forma demasiado moralista", explica sobre la diferencia de Yo Capitán y otras películas que han hablado de la situación de los migrantes, como la de compatriotas suyos como Gianfranco Rossi o Emmanuelle Crialese.

El casting fue clave para este éxito. Lo hicieron en Dakar, allí encontró a Seydou Sarr y a Moustapha Fall. "Moustapha estaba en la escuela, pero su madre y su hermana eran actrices y hacían teatros. Él se olvidó de venir al casting y lo tuvieron que llamar, porque ese había ido a jugar al fútbol. No dejé que leyeran el guion y ellos no me hacían preguntas sobre el personaje y tampoco quería influirles. Quería evitar poner mi opinión, quería su experiencia, aunque ellos nunca se hubieran enfrentado a este viaje, sí conocían experiencias de gente cercana".

Es el viaje del héroe, el viaje de un Ulises que pierde su inocencia por el camino, pero no la esperanza y que demuestra la irresponsabilidad de Europa y de los europeos en lidiar con los movimientos migratorios. La película es un relato clásico, una road movie, un viaje lleno de peligros que el protagonista va superando. El director se centra en la historia conmovedora y dura del personaje y en la impactante interpretación de este joven africano. No escabulle el drama, pero evita regodearse en él. La violencia contra los migrantes no aparece en plano, está siempre fuera. Lo que vemos son sus consecuencias, físicas y también psicológicas. Lo que vemos es la naturaleza humana tratando de sobrevivir en condiciones agonizantes, como ese barco que no recibe respuesta. Malta no contesta. Italia se lava las manos. El drama parece estar servido, pero el director siempre se las apaña para que nadie se hunda.

Para Garrone, la película trata de mostrar una injusticia fundamental en torno a la inmigración, como es la violación de los derechos humanos que, entre otras cosas, provoca que haya jóvenes que no puedan moverse libremente, que no puedan viajar. "Es por eso, por lo que se ven obligados a arriesgar sus vidas para mudarse. Ese es uno de los temas centrales de la película, que la hace diferentes a otras historias sobre la migración. Los protagonistas no emigran por guerras, conflictos o cambios climáticos, sino que aunque viven en una situación de cierta pobreza, lo que hacen es intentar cumplir su sueño, viajar a Europa". Un continente que conocen de manera parcial a través de sus teléfonos móviles. "Conocen lo que pasa aquí por sus móviles, por las redes sociales y por internet, y ven que aquí tendrán más oportunidades. Esto es un problema serio y complejo, no pretendo dar soluciones, pero sí mostrar cómo el deseo de estos niños proviene de qué significa hacer ese viaje. Y creo que puede ayudar a concienciar a quienes ven la película en este lado del mar, pero también a quienes la verán al otro lado de África, porque creo que incluso en África puede serles de gran ayuda ver cuáles son los peligros a los que se enfrentan. Nunca han visto el viaje", insiste Garrone.

En un momento donde la Unión Europea acaba de cambiar su política migratoria. Un acuerdo que endurece las condiciones de asilo y que permite a los países pagar una cantidad de dinero para aliviar las cuotas de acogida de migrantes. La película evita grandes discursos políticos, pero su escena final, con Europa lavándose las manos, tiene claro quién es el responsable de esta situación. "Tuve la intuición de que había un mundo que contar, sentí que había una carga humana y que había básicamente héroes que no eran conocidos. Estamos demasiado acostumbrados a oír hablar de números todos los días, que olvidamos que detrás de los números hay personas, hay familias, hay deseos, por lo que la idea también era intentar mostrar que detrás de dos números hay dos personas y que estas personas tienen su propia identidad, tienen su propia humanidad, incluso son héroes, esto es lo que me llevó a hacer esta película y eso, sin duda, supuso un cambio en mí", reconoce el director

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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