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Carlos Quílez: "Me corrían sudores fríos cuando un asesino me explicó sus doce maneras de hacer desaparecer un cadáver"

Aimar Bretos entrevista al periodista policial para hablar de una veintena de historias criminales que ha cubierto en su carrera

Las entrevistas de Aimar | Carlos Quílez

Las entrevistas de Aimar | Carlos Quílez

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Madrid

«Verás: la gente se piensa que lo suyo es atar el cadáver con un yunque y lanzarlo al mar para que una vez allí, en el fondo de las aguas, los peces hagan el resto. Pero no es así. Se puede dar la circunstancia de que, con el paso del tiempo, las extremidades donde hayamos atado el yunque se desgarren y parte del cuerpo salga a la superficie. ¿La solución?, pues muy sencilla. Los riñones de las personas son como esponjas. Así, cuando tengas el cadáver en la barca y estés a punto de lanzarlo al mar, le tienes que pinchar siete u ocho mullás con una navaja o un estilete en los riñones, luego lo tiras al mar y verás cómo se hunde para siempre. El agua entra en el cuerpo y hace que se hinchen los riñones, y así tira del cuerpo para abajo. Y te aseguro que ya no flota más. Entonces sí, los cangrejos y los peces hacen el resto».

El criminal Antonio Bernal Romeu escribió sus doce formas de desaparecer un cadáver. Y además se las contó al periodista policial y judicial Carlos Quílez. "Cuando me lo explicaba, aparte de que me corría un sudor frío por la espalda, pensé qué no le pasará a aquel que no tiene la suerte de conocer a esta gente. No le quise preguntar, pero lo explicaba con tanto detalle y tanta garantía de éxito que quizá alguna de las 12 había hecho", responde el reportero en Hora 25. Quílez, con más de 30 años de carrera a sus espaldas, recoge esta y otras historias de alto voltaje en su nuevo libro 'Condenados relatos (Más mala vida)', con la editorial Alrevés. "Es un libro coral porque de los 18 capítulos yo escribo 10, pero luego he sido acompañado por diversos presos y expresos que han escrito ellos relatos de su puño y letra".

Rosa Peral

Entre los condenados se encuentran la asesina de la Guardia Urbana Rosa Peral, el responsable de la Mara Salvatrucha en Madrid, la esposa de un atracador o Sandro Rosell, absuelto después de estar dos años en prisión preventiva. "He querido que la gente escribiera con libertad para dar muchos prismas de una misma realidad que es esta realidad negra y criminal que me seduce tanto, que es mi vida y que tanto me ha enriquecido", dice Quílez en una entrevista con Aimar Bretos. "Han sido ladrillos en esa construcción de las paredes que vas haciendo crecer en tu trayectoria como periodista".

Rosell, por ejemplo, basa su relato en los sentimientos que le produce conocer dentro de prisión a un asesino. "Estamos hablando de una persona con un altísimo poder adquisitivo, con una ausencia total de contacto con el submundo del hampa, esa cloaca de la ciudad que él nunca pisó y que de repente se vio rodeado de ingredientes de esa cloaca. El choque emocional que él sufre cuando se da cuenta de que está empatizando y teniendo una relación rozando el cariño con un señor que es un asesino, se sorprende a sí mismo sintiendo una interacción con este hombre que jamás hubiera podido imaginar", cuenta Quílez.

Y a él, a Quílez, ¿por qué le hace sentir honor poder tener la relación que tiene con todos los participantes de su libro? "Es un honor, porque es la realidad de personajes con los que nos encontramos en la farmacia, en la gasolinera o en la puerta del colegio. No son reales, son extraordinariamente próximos a nuestra propia vida". Sin embargo, el periodista no pierde el foco, sabe que no siempre la persona que tiene enfrente le está diciendo la verdad: "el delincuente es un mentiroso por definición". "A nosotros nos mienten menos que a la policía. Y en mi caso, con años de experiencia te ganas un poco más su confianza. Cuando vas a ver un tipo de estos me pongo la vacuna 'Anti me van a robar la cartera' antes de entrar", dice.

Sostiene el periodista que la justicia más que ser ciega es "tuerta". Y lo explica con un ejemplo muy mediático. "Shakira comete un delito, lo reconoce. No es un delito inocuo, pero cómo puede pagar la multa puede cometer el delito. Y eso que el Código Penal dice lo contrario. Dice que quien la hace la paga. Pero si tienes 'pasta' puedes hacer el delito si pagas la multa. ¿Que no me pillan? Al bolsillo. ¿Si me pillan? Pago y adiós muy buenas, no voy a la cárcel".

Las historias más truculentas

En 30 años de carrera persiguiendo historias dentro del mundo del crimen, hay momentos de miedo y, sobre todo, de experimentar el sentir ¿por qué he llegado tan lejos cuando no hacía falta? Recuerda Quílez un caso concreto: "Recuerdo el príncipe de una familia de etnia gitana que tutelaban buena parte de la introducción de heroína en el litoral mediterráneo. Tuve la oportunidad de comer con él, cometí un error con él porque dije lo que no debía escuchar alguien como él (un narcotraficante arrabalero), me amenazó de muerte o me amenazó en lo que era una flagrante amenaza de muerte, aunque no lo verbalizó así y en todo el proceso hasta que yo fui y lo aclaré y pedí disculpas, él me perdonó y me bendijo con el perdón, ahí sí que masqué un poco el miedo". Ese llegar demasiado lejos está empujado por lo que Quílez llama "esa obsesión periodística por probar la mercancía" o, como le dijo Iñaki Gabilondo, la necesidad de "acercarme a las cloacas aunque me muerdan las ratas".

Dice Quílez que "todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero hay malos que no la van a aprovechar". Y advierte de la necesidad de que la sociedad sea consciente de que eso va a ser así porque "hay fusibles que no funcionan". "Creo que la sociedad corrompe y que tú y yo y quienes nos escuchan somos culpables en un porcentaje X de que haya gente que esté fuera del redil de la ley. Todos tenemos una parte de culpa. Hay un pequeño sector que no (va a aprovechar una segunda oportunidad) y eso lo tenemos que asumir, incluso los que estamos en la vertiente más progresista, más avanzada, del análisis criminológico".

En todo el tiempo que Quílez trabaja en el mundo de la "mala vida", como él mismo dice, ha visto dos cambios importantes. El primero tiene que ver con los propios criminales. "Ha cambiado el código de honor de los criminales. Es un código muy anacrónico, pero existía y funcionaba. Ahora lo que existe es un código de honor de gente que ha venido a robar, que han contaminado mucho el ambiente del hampa. Cuando el código penal pierde ese efecto disuasorio que sí tenía antaño, es el gran drama", dice. El segundo "gran drama" es un fenómeno social que no tiene que ver con los criminales ni con el trabajo policial, sino con "la violencia como elemento de comunicación". "La discusión social y el espacio público es cada vez más el ring para dirimir conflictos sociales con la violencia como lenguaje y esto es dramático", dice el periodista.

Víctor Olazábal

Víctor Olazábal

Subdirector de Hora 25. Antes fue corresponsal en India para diversos medios españoles. Especializado...

 
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