Puentes que no nos alejen de nosotros mismos

Madrid

No sé si ya se nos olvidó que hemos disfrutado de un puente largo. Cinco días de vacaciones. Puente, pasarela, viaducto que pasa de una orilla a la otra. Es una buena ilusión tender un puente. Me gustaría superar las riadas, los bombardeos, las violaciones de los derechos humanos, los fundamentalismos y las consignas feroces que quieren colgar a la política por los pies. Me gustaría pasar a la otra orilla, caminar por la tierra firme de la concordia.

Los puentes en el calendario, por fortuna, nos ayudan a descansar, pero nos devuelven después al trabajo. Eso que te decía, igual se nos ha olvidado ya el puente, tiene su poco de broma, su chiste sobre el paso rápido del tiempo en las prisas de la actualidad. Pero tiene también su parte seria, su vuelta a lo de siempre, al compromiso más importante con nuestras vidas y nuestra sociedad. Para los que tenemos la suerte de vivir una vocación, volver al trabajo significa mirar a los ojos de nuestro alumnado, cuidar con atención un cuerpo con heridas, informar sobre la realidad sin confundir noticias con manipulaciones, ejercer la política para solucionar conflictos y favorecer la convivencia, estudiar, por ejemplo, la economía, y no para hacer más ricos a los ricos, sino un poco menos pobres a los pobres.

Bienaventurados los que tienen un trabajo que desarrolla su mundo personal y compromete de una manera digna con la sociedad. Benditas sean las vacaciones, el buen ocio. Pero bienvenidos al horario laboral, a los puestos de trabajo. Bienvenidos a una semana en la que queda mucho por hacer. Me gustan los puentes que no nos alejan de nosotros mismos.