No miden sus palabras

Madrid

Esto es una dictadura porque no les gusta lo que está haciendo el Gobierno. ¿Entonces lo único que haría que esto no fuera una dictadura sería que se hiciera lo que decide el PP? Será que no llego pero me cuesta entender este lenguaje hiperbólico. Si esto es una dictadura en el que se puede salir a decir tan ricamente que esto es una dictadura, entonces ¿qué es Marruecos? Un país en el que te meten veinte años de cárcel si eres un ciudadano normal y corriente que sale a manifestarse pidiendo pan, justicia, hospitales, escuelas y trabajo.

Será que yo nací en una súperdictadura y que de ser Pedro Sánchez un déspota autoritario será más bien de los flojos porque, que sepamos, no han encarcelado a nadie por decir algo que no le guste. El lenguaje inflado de Ayuso no es ninguna novedad para quienes vivimos en este rincón del planeta llamado Cataluña. Nosotros, aunque ustedes no lo sepan, llevamos años de dictadura por parte del malvado Estado Español. Y desde Pujol y el caso de Banca Catalana estamos siendo perseguidos por la justicia centralista por el simple hecho de ser catalanes.

El Lawfare se lo inventó el propio Pujol y por eso si a la pobre Laura Borrás no le dejan fraccionar contratos para que su amiguito se embolse dinero público es porque la justicia española le tiene manía, aunque la justicia en cuestión sea catalana. En su día, en los tiempos más calientes del procés, leí con los ojos sangrándome de indignación que ser catalán en España es como ser gay en Marruecos. Y de paso, ¿por qué no mujer en Irán o Roynga en China? Las hipérboles tienen dos problemas graves: el primero es que después de pronunciarlas cuesta mucho volver atrás para dar opiniones más precisas y matizadas y segundo que pueden tener efectos altamente inflamatorios sobre los ciudadanos expuestos a ellas y generar auténticos problemas de salud democrática en la opinión pública.