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La serena mirada azul de Charlotte Rampling

La actriz británica estrena en España su última película, Juniper, después de recibir la Espiga de Oro de honor en la Seminci de Valladolid

Charlotte Rampling en una escena de Juniper, de Matthew J. Saville / JEN RAOULT

Charlotte Rampling en una escena de Juniper, de Matthew J. Saville

Tiene 77 años y una carrera cinematográfica que incluye títulos tan famosos como El portero de noche, de Liliana Cavani; Veredicto final, de Sidney Lumet, en la que trabajó mano a mano con Paul Newman; Recuerdos, de Woody Allen; Melancolía, de Lars Von Trier, 45 años, de Andrew Haigh, película por la que fue candidata al Oscar en 2016 o Caótica Ana, de Julio Medem, pero Charlotte Rampling sigue buscando tres cosas cuando acepta rodar una película. “La historia debe conmoverme, que sea una historia en la que crea”, nos cuenta. “Luego me digo: ¿El personaje está dentro de la historia? ¿Quiero ser esta persona? ¿Quiero vivir esta vida en este momento particular, con la visión que tiene el director? Y cuando estoy convencida de que me gusta, necesito reunirme con el director; hablar con él y ver si quiero trabajar con esta persona”, afirma. Lo que no ha cambiado en todos esos años es su mirada clara y penetrante, y esos ojos azul grisáceos que se clavan en la cámara y traspasan la pantalla.

Charlotte Rampling recibiendo la Espiga de Oro de Honor en la 68 edición de la Seminci de Valladolid

Charlotte Rampling recibiendo la Espiga de Oro de Honor en la 68 edición de la Seminci de Valladolid

Charlotte Rampling recibiendo la Espiga de Oro de Honor en la 68 edición de la Seminci de Valladolid

Charlotte Rampling recibiendo la Espiga de Oro de Honor en la 68 edición de la Seminci de Valladolid

Charlotte Rampling estuvo hace unos días en España, en la clausura de la Semana de Cine de Valladolid, donde recibió una Espiga de Oro de honor por toda su carrera, presentando su última película, Juniper, del director neozelandés Matthew J. Saville, que se estrena este fin de semana en los cines españoles. En ella interpreta a una veterana fotógrafa de guerra, convaleciente de un accidente, que viaja hasta Nueva Zelanda para reencontrarse con su hijo y con su nieto. Entre esa mujer, cerca ya de los 80 años, y su joven nieto, que tiene problemas de identidad y de comunicación con los demás, comenzará a forjarse una estrecha relación de compenetración y comprensión. Dice que una de las cosas que más le gustó de su personaje es que fuese fotógrafa, una afición que ella misma tiene en la vida real. “Me gusta hacer fotos de la gente. Hay que infiltrarse en el mundo y no es fácil porque me reconocen, aunque lo intento. Donde tomé algunas de mis mejores fotografías fue en China, antes de que China se convirtiera en la China moderna. Fui con mi marido en el año 1981, 82, y 83, porque él hacía conciertos allí”, explica refiriéndose a su entonces esposo, el músico Jean-Michel Jarre.

Charlotte Rampling es inglesa de nacimiento, aunque ahora vive la mayor parte de su tiempo en París. Su padre fue atleta olímpico, ganó la medalla de oro en los Juegos de Berlín de 1936 en la prueba de atletismo de 4x400. Creció en Gibraltar, España y Francia. Comenzó trabajando de modelo en los años 60 y entró en el mundo de la actuación de una forma casual, pero en la década de los 70 se interesó por un cine más personal y arriesgado, incluso buscando papeles polémicos. Es la época en la que rodó junto a Dirk Bogarde El Portero de noche, la historia de una mujer que reconoce al conserje del hotel donde se hospeda como el oficial nazi que la torturó y la convirtió en objeto sexual durante la Segunda Guerra Mundial. “En ese momento se podían hablar ya de tabúes; se podían abrir pequeñas puertas”, nos explica. “Podíamos hablar de la guerra; podíamos hablar del Holocausto. Nadie hablaba de estas cosas antes, ni siquiera en las familias. Era la generación de los baby boomers, la generación después de la guerra y se podían hacer ya cierto tipo de películas. Estábamos aprendiendo muchas cosas que nunca habíamos sabido, cosas que habían sucedido en el mundo. Ese fue un momento muy importante y yo fui parte de esa generación”, afirma orgullosa.

Charlotte Rampling es una mujer culta, aficionada al arte y reflexiva que analiza el paso del tiempo con curiosidad y serenidad. “Si por casualidad me encuentro con una película mía en la televisión a lo mejor la veo, pero tiene que ser por casualidad. Nunca digo: voy a ver una película mía. Es un trabajo que hice para otras personas, no para mí. Tal vez, cuando sea muy mayor y no haga películas, puede que revise todas mis películas y tal vez me guste. No lo sé, pero ahora no”.

Una actriz, en definitiva, que no quiere comportarse como una distante estrella de cine. “Tienes que vivir tu vida con bastante normalidad. Cuando trabajas, tienes que ser consciente de que te van a analizar; te van a examinar; te van a fotografiar; te van a hacer preguntas. Todo eso está bien. Es parte del trabajo y me interesa. Pero luego, cuando eso se acaba, vivo mi propia vida. No pienso en Charlotte Rampling como actriz sino en Charlotte Rampling, la persona que soy. Así es la manera en la que quiero vivir. No quiero vivir como una estrella de cine. Quiero vivir como un ser humano. Puedo ser una estrella de cine y hacer todas las cosas que hacen las estrellas de cine y eso también puede ser bastante divertido”, concluye.

Elio Castro

Elio Castro

Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...

 
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