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El Reto Pelayo Vida conquista la montaña y el hielo de la Patagonia

Las cinco supervivientes de cáncer alcanzan la cumbre del Cerro de Gorra Blanca, a casi 3.000 metros de altitud, tras una travesía de una semana entre el frío y el viento en los Andes patagónicos

De izda. a dcha.: Yolanda, Sonia, Kica, Laura y Anna en la cima del Gorra Blanca.

De izda. a dcha.: Yolanda, Sonia, Kica, Laura y Anna en la cima del Gorra Blanca.

El Chaltén (Argentina)

Hace unos meses presentaron su candidatura para participar en el Reto Pelayo Vida. No sabían cuál terminaría siendo el destino, si de entre casi 500 mujeres las elegidas serían ellas, ni las condiciones físicas en las que llegarían a intentar superarse de nuevo a sí mismas. Anna Blanco, Yolanda Cerezo, Kica Echánove, Sonia Saiz y Laura Villa ya tienen otra lección de vida en su haber. Las cinco aventureras han coronado el Cerro de Gorra Blanca, uno de los colosos de la zona sur de la Patagonia, para ponerle además el broche final a un camino de varios días batallando contra las inclemencias metereológicas.

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La jornada para llegar a la cumbre ya se intuye dura desde primera hora de la mañana. Alrededor de las siete, y aprovechando que el clima acompaña, la expedición arranca. Frente a un gran desnivel, las cinco mujeres avanzan lentas pero firmes, cambiando de raquetas a crampones y viceversa, según la superficie lo requiera. El Gorra Blanca se ascendió por primera vez en 1984, y desde entonces se ha convertido en una de las cimas más delicadas de la zona. Las aventureras pisan sobre hielo, tratando de esquivar las grietas que puedan aparecer en su ruta. La prueba de que la concentración debe ser máxima para evitarlas llega cuando uno de los guías de montaña argentinos que acompañan al grupo se precipita por una de ellas, aunque afortunadamente sin mayores consecuencias. Las horas pasan y a medida que el sol sube las temperaturas caen. Pero después de más de seis horas de dura ascensión, llega el momento soñado: las cinco supervivientes de cáncer alcanzan la cima del Gorra Blanca. Entre el frío y el viento se palpa la emoción, y fundidas en un fraternal abrazo disfrutan de la proeza que han completado. “Ha sido una subida infernal, llegar hasta aquí ha costado mucho. Eso sí, las vistas son espectaculares”, confiesa Kica. “Lo peor ha sido el frío. Se nos congelaban los dedos de los pies, no los sentíamos y nos hemos tenido que hacer masajes en las piernas y tomar alguna aspirina para favorecer la circulación”, explica Laura.

La expedición afronta la subida al Cerro de Gorra Blanca.

La expedición afronta la subida al Cerro de Gorra Blanca.

La expedición afronta la subida al Cerro de Gorra Blanca.

La expedición afronta la subida al Cerro de Gorra Blanca.

Y es que las bajas temperaturas y sensación térmica provocan que el momento de la cumbre apenas dure diez minutos. Después empieza un descenso marcado por las fuertes rachas de viento y por el peligro de que la noche se les eche encima. Al final, y tras más de trece horas de jornada en la montaña, las aventureras llegan al refugio donde dormirán. El objetivo está cumplido. “El momento de la cumbre es algo que llevamos soñando y visualizando desde hace meses”, afirma Yolanda Cerezo, que con 53 años ha sido la participante más veterana de esta edición. Habitual en carreras de montaña desde hace más de una década, esta ha sido otra forma de acercarse a su entorno favorito:

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“La montaña es un sitio donde una conecta consigo misma, te carga de energía”. A Yolanda le detectaron el cáncer al cumplir los 50 años, en un cribado de rutina. La enfermedad coincidió además, con otro diagnóstico de cáncer, el de su padre. Aunque las malas noticias llegaron por doble partida, esta arquitecta madrileña supo a lo que agarrarse: “Lo primero que le pregunté a mi oncólogo fue si iba a poder correr. El deporte me ayudó mucho en todo el proceso y conseguí mantener los ánimos gracias a practicarlo”.

Las integrantes del Reto Pelayo Vida se abrazan tras hacer cumbre.

Las integrantes del Reto Pelayo Vida se abrazan tras hacer cumbre.

Las integrantes del Reto Pelayo Vida se abrazan tras hacer cumbre.

Las integrantes del Reto Pelayo Vida se abrazan tras hacer cumbre.

Es un denominador común en las 46 mujeres que han participado ya en las nueve ediciones del Reto Pelayo Vida. El deporte ha sido clave en su recuperación y en su vida después del cáncer. En cuanto a las cinco participantes de este año, más allá de lo que cada una haya practicado por su cuenta, el trabajo en los últimos meses en la dirección de Rocío Monteoliva ha sido fundamental para realizar este desafío. También la cohesión del grupo y su capacidad de arrimar el hombro, una cualidad que se ha hecho extensible al resto del equipo que ha vivido la última semana entre el hielo y la roca de la montaña. Desde el jefe de logística Enrique González, pasando por el equipo de guías locales, al equipo de documentalistas que forman Raúl Vaquero, Armando Rey y Josu Andavert para que en 2024 salga a la luz el documental que cuente la historia de la expedición.

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El año que viene y en otro rincón del mundo, el Reto Pelayo Vida, fundado en 2015 por Eric Frattini, celebrará su décima edición. Allí habrá cinco mujeres que representarán la lucha de las miles y miles que cada año se enteran de que sufren cáncer, que lo harán por las que desde casa las ven como un ejemplo pero sobre todo por las que ya no están. De momento, el de Patagonia será ya para siempre el Reto de Laura, Anna, Yolanda, Kica y Sonia, que inspiraron y honraron a infinidad de mujeres valientes.

 
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