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Anna Blanco, la periodista del Reto Pelayo Vida: "El cáncer es como una montaña, la bajada tras la enfermedad puede llegar a ser igual de dura"

Mientras el Reto Pelayo Vida supera su primera etapa, una de sus participantes explica la importancia del deporte durante la enfermedad cómo el cáncer no termina el día que te dicen "ya estás curada"

Anna Blanco con el Fizt Roy al fondo, una de las grandes cumbres de la Patagonia

Anna Blanco con el Fizt Roy al fondo, una de las grandes cumbres de la Patagonia

El Chaltén (Argentina)

La lluvia y el viento han dado tregua y el Reto Pelayo Vida ya está en marcha. El Chaltén, población que ha servido de hogar en los últimos días, queda atrás para situarse junto al Río Eléctrico. La primera etapa transcurre entre bosques y con un desnivel que solo es un pequeño aviso de lo que se irán encontrando Kica, Laura, Sonia, Yolanda y Anna en los próximos días. En el refugio de Piedra del Fraile pasan la primera noche, listas para continuar el rumbo hacia el sueño que persiguen hace meses.

Entre ellas está Anna Blanco, periodista valenciana de 45 años. Ella se autoproclama como la paz y la calma dentro del grupo, una definición en la que coinciden sus cuatro compañeras. Pero Anna también es perseverancia. Diagnosticada con cáncer de útero en 2016, años más tarde conoció en un viaje de montaña en los Atlas marroquíes a una integrante de la primera edición del Reto Pelayo Vida. Tras ello presentó su candidatura para participar en la aventura de 2020, 2021 y 2023. A la tercera fue la vencida y además en su terreno favorito, la montaña: “siempre digo que la montaña me saca una sonrisa y durante la enfermedad me ayudó muchísimo. Es donde me siento cómoda, donde noto que la naturaleza me deja respirar y donde al final me encuentro a mí misma. Para mí correr es como meditar pero correr por montaña es como el mindfulness, estar aquí y ahora”.

Afincada en Gandía, esta madre de dos hijos confiesa que el deporte fue un pilar muy presente durante la enfermedad: “al principio no podía caminar, solo por dentro de casa y con apoyos. De ahí pasé a poder salir a la calle, ir hasta la esquina y volver. Mis primeros entrenamientos eran caminar alrededor de una piscina”. Anna, que ya participa en carreras de montaña, incide en que además de prepararse para pelear contra el cáncer, una debe saber que igual de trascendental es el día después de la victoria contra la enfermedad. “El cáncer fue como una montaña. Empecé a subir esa cuesta con todo el dolor y el sufrimiento, no solo mío sino de toda la familia. Llegué a la cima el día que me dijeron ‘ya estás curada’... Y luego tuve que bajar. Y bajar la montaña también fue duro. Volver a tu día a día después de la enfermedad significa volver a encontrarte a ti misma. Tú has cambiado y tu entorno también. En mi caso me divorcié porque no encontraba dónde encajar esa pieza”.

Frente a las cumbres nevadas de los Andes patagónicos que ya se distinguen en el horizonte, Anna se muestra tranquila y confiada en superar el reto: “lo que más respeto me da es el frío, las grietas, el caminar por el hielo y dormir en una superficie que desconozco. Pero allí arriba me imagino en la expresión máxima de la vida. Con mi familia, mis hijos, mis padres y mi pareja en la cabeza... Todos los que están, y los que también ya se han ido”.

 
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