Los indepes duros van de baja

Madrid

Cada vez la paradoja es más grande. Los indepes radicales, los unilateralistas de Puigdemont y de la Assemblea Nacional que sueñan con otro referéndum ilegal, van de baja en arraigo social. Pierden una sábana en cada colada, en cada envite. Y, sin embargo, su jefe tiene mucha influencia política gracias a la aritmética parlamentaria. Pero esta no quita lo otro. Su declive social, de adhesiones y de presencia en la vida cotidiana indica que está gripado. La última prueba es la derrota que su gente ha cosechado en la Cámara de Comercio de Barcelona, donde llevaban mandando cuatro años tras una movilización puerta por puerta muy eficaz. La idea era repetir en la centenaria institución empresarial, como palanca para ir ocupando otras, culturales, deportivas y de todos los tipos. La derrota ha sido importante. El nuevo presidente es un catalanista moderado y poco amigo de politizar la empresa. Se llama Josep Santacreu y ha cosechado el 55% de los votos en su sector. Y es que el personal está un poco saturado de tanto Waterloo y Consell per la República, tanto tiempo perdido y tanta confrontación. Si ahora Puigdemont se pone “estupendo” perderá aún más alforjas.

Porque el unilateralismo ha dejado ya muchas en la cuneta: en las últimas elecciones, cuando se quedó en un tercio de los votos de la más exitosa Convergència i Unió (y aun así son muchos, casi 400.000); en el fiasco de su candidatura municipal barcelonesa; en su exclusión de casi todas las instituciones, porque pierde amigos; en su soledad menguante durante la manifestación de la última Diada. Es un declive fuerte: no da para exigir mucho. Pero todavía tiene fondo de armario.