Ángeles Caballero: "Se llama agresión sexual y a él lo llamaremos por las iniciales TD. Que no se les olvide"

Me gustaría hablarte de un cuadro que vi ayer. Es un óleo sobre lienzo protagonizado por una mujer. Esa mujer se llama Isabel Balado, tiene un micrófono en la mano y está entrando en directo en el programa de televisión para el que trabaja. El presentador de ese programa le ha pedido que desgrane los detalles de un suceso y ella arranca a hablar.

En ese momento, en la esquina del lienzo aparece un hombre. Como no sabemos su nombre, lo llamaremos por sus iniciales: TD. Tipejo Despreciable. TD se acerca a ella, le palpa el trasero y ante la reacción de ella, le pregunta con una tranquilidad pasmosa en qué canal trabaja. A quién no le ha pasado.

A partir de este momento, el lienzo se desdibuja. La mujer hace como no ha pasado nada y continúa hablando, que es lo que hace una cuando está en un directo, como haría cualquier modelo cuando el tacón se le rompe en mitad de un desfile. Como un accidente de la naturaleza. Aquí no ha pasado nada. Ese señor no existe y yo ahora les contaré, pensó quizá Isabel, lo que ha pasado en esta calle de una ciudad cualquiera en la que me encuentro.

Pero hemos dicho que el lienzo se desdibuja, y menos mal. El presentador de ese programa, el mismo que le había dado paso, interrumpe la conexión y le advierte a ella y de paso al resto lo que ha pasado. Que ese idiota le ha tocado el culo, que ese tipejo despreciable la ha agredido y que solo espera que el compañero cámara haya grabado bien la escena para tomar cartas en el asunto.

Isabel, muy educada, se acerca a TD, le dice que está trabajando y que eso que ha pasado es intolerable. No se lo dice con esas palabras como no se las habría dicho yo ante semejante escena. Pero se lo hace saber, y es lo que importa.

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Tipejo Despreciable continúa con su tensión arterial para enmarcar. 9,6 como mucho. Vaya triunfo. Sonríe, con sus gafas de sol, sabedor del protagonismo, sabedor de que no es la primera vez que hace la gracia. Qué bien, pensará. 'Qué cosas, cómo se ponen a la mínima...' creerá el muy idiota.

Y se va cuando ella le pide que lo haga, y como si no fuera suficiente, le acaricia la cabeza a Isabel. Como si fuera un cachorro. Como diciéndole: “Ea, ea, que ya no quiero jugar más contigo”. Y desaparece de la escena. Isabel pide disculpas, desea que todo aquello acabe. Y el presentador, Nacho Abad, le dice que de lo siento nada. Y minutos después, el presentador de otro programa, de nombre Joaquín y de apellido Prat, mira fijamente a cámara y después de enseñar este óleo sobre lienzo dice a la audiencia que lo ve como lo veía yo mientras guisaba unas patatas con costillas: “Eso que acaban de ver es una agresión sexual”.

Y hay algo en mí que me recuerda a aquella canción que me enseñaron las hermanas Calasancias. Porque tengo un gozo en el alma. Porque veo, como vemos tantos otros, que empezamos a llamar a las cosas por su nombre. Porque veo, como tantos otros, que ya hay cosas que ellos, los hombres, tampoco se callan. Y porque veo minutos después a TD, mucho menos encantado de conocerse que cuando tuvo su minutito de gloria, esposado por la pasma.

Se llama agresión sexual. Que no se les olvide y que no se nos olvide.