Un jeque va de compras
"Quizás el mayor placer del jeque sea contemplar a los que también están forrados preguntándose de dónde saca la pasta para llegar al punto de no saber qué hacer con ella, y tirarla al aire"
Galicia
El petrodólar saudí se aburre fácilmente. Necesita salir, ver mundo, adquirirlo. Odia el ahorro. Piensa que la vida es apropiación. El petrodólar equivale al pájaro encerrado por fuera de la jaula. Vive bajo una demanda de entretenimiento perpetuo. Apenas se perfora un yacimiento, y el petróleo aflora por tuberías a la superficie, y se convierte en dólares, estos se desparraman, se expanden, como un vaso lleno sobre el que sigue cayendo agua del grifo. Hay un momento en que el petrodólar mira fijamente al jeque saudí y le dice: «Sácame de aquí, chaval. Arabia es aburridísima». Es el instante en que la relación entre ellos se invierte, y ya no es el jeque quien tiene el dinero, sino que el dinero tiene al jeque. Así que salen juntos a divertirse, como en Resacón en Las Vegas. El petrodólar va diciendo «Esto, y esto, y esto», y el jeque lo adquiere. La adquisición nunca es modesta, ni sutil. Tiene que ser grandiosa: un gran club de fútbol, una gran compañía tecnológica, algún día un gran país. Quizás el mayor placer del jeque sea contemplar a los que también están forrados preguntándose de dónde saca la pasta para llegar al punto de no saber qué hacer con ella, y tirarla al aire.