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Los dos municipios de la España Vaciada que son una mina de intelectuales: uno los 'produce', mientras que otro los 'acoge'

Besullo (Asturias), con unos 70 habitantes, y Pinilla de Ambroz (Segovia), con alrededor de 30, comparten, sin pretenderlo, una curiosa trayectoria común

Besullo y Pinilla Ambroz: pueblos de intelectuales

Besullo y Pinilla Ambroz: pueblos de intelectuales

22:00

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Madrid

En verano, son muchos los ciudadanos que abandonan las abarrotadas ciudades en busca de la tranquilidad y la paz que dan los pueblos. En España, hay más de 8.000 municipios repartidos por todo el territorio y muchos de ellos guardan historias dignas de ser contadas. Es el caso de Besullo, en Asturias, donde residen apenas 70 habitantes, y el de Pinilla de Ambroz, en Segovia, con alrededor de 30 personas censadas. Los dos, ubicados a caso 400 kilómetros de distancia entre sí, están unidos por un hilo invisible e intergeneracional relacionado con un pasado y presente intelectual y académico.

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Muchas veces, siguiendo tópicos, se considera que las grandes personalidades intelectuales o con profesiones destacadas surgen de importantes centros universitarios, ubicados en grandes ciudades. Sin embargo, Besullo, con su pequeña población, rompe de golpe con ese mito. Este municipio es una parroquia de las muchas que tiene el enorme concejo de Cangas del Narcea, situada a 40 minutos en coche de la propia Cangas. Entre sus habitantes célebres, cuenta, entre otros, con un autor de la Generación del 27, una profesora de universidades estadounidenses y con la primera mujer farmacéutica de España.

Para conseguir esta cantera de intelectuales, han influido varios factores. El primero que el municipio tiene una comunidad económica muy activa, los ferreiros, los herreros, muy viajeros para la venta de sus productos, y una comunidad religiosa poco habitual, la protestante, fundada sobre 1870 por un alemán luterano que empezó una labor intelectual y educativa impensable para un lugar remoto como esta localidad.

De esta combinación, ha salido Alejandro Casona, dramaturgo de la Generación del 27, Premio Nacional de Literatura e Intelectual después exiliado en América. O también Marina Rodríguez Vargas, la primera mujer licenciada en farmacia en España, 1905 en la Central de Madrid. Entre otros, también destacan Caridad Rodríguez, maestra y profesora, licenciada en Middlebury College en EEUU, donde también fue profesora de Lengua y Literatura. Luego, impartió clase en el Wellesley Collage y la Columbia University de Nueva York.

Julio Rozas, director del Centro de Recepción de Visitantes Alejandro Casona en Besullo, sostiene que fueron los herreros, que comenzaron a llegar en el siglo XVIII, los que impulsaron la economía en la zona y posteriormente la comunidad protestante se encargó de la educación en el pueblo, ya en 1871. En verano, son muchos los que vuelven al municipio para las vacaciones y, explica Rozas, son el 80% maestros. También hay una rama importante de farmacéuticos y entre los más destacados, está el dramaturgo Casona.

"Él viene de una familia de herreros, que en Besullo se instalaron muy pronto, pero de padres profesores. Sin la influencia de sus padres, él no se hubiera cultivado tanto como para acabar siendo un autor tan importante", destaca Rozas. De hecho, una de las obras de este autor, La dama del Alba, está inspirada en Besullo. En 2014 Besullo se quedó sin protestantes, pero su obra quedó para siempre en este pueblo que ahora lo reivindica.

Un pueblo de acogida intelectual

En el lado opuesto, pero íntimamente relacionado, se encuentra Pinilla de Ambroz, en Segovia. Un lugar que en vez de proveer al mundo de intelectuales los acoge. Antes de la pandemia, cuando fueron muchos los habitantes que aprovechando el confinamiento se instalaron a trabajar en puntos de la España Vaciada, un grupo de personas relacionadas con las letras y la academia decidió instalarse en esta localidad, una pequeña pedanía del Ayuntamiento de Santa María la Real de Nieva.

Pinilla de Ambroz era uno de los tantos pueblos casi abandonados en el centro de la península. En concreto, tenía 29 personas censadas en 2017. Por entonces ya vivían allí varios profesores e intelectuales de Suiza, Francia, Estados Unidos, Colombia, la mayoría retirados. Se trata de un grupo heterogéneo que comenzó la ginecóloga argentina Susana Sparacino hace más de un cuarto de siglo cuando se compró allí una casa.

"Yo llegué hace 26 años. Llevo 46 años viviendo en España. Encontré el pueblo en un periódico mientras buscaba casa. Quería algo cerca de Madrid para poder vivir los veranos". Ella contó a otros amigos suyos intelectuales esta adquisición y la noticia fue corriendo. Fueron muchos los que se acercaron a esta localidad huyendo del ajetreo de las grandes ciudades. "La convivencia es buenísima. De hecho, desde que nosotros comenzamos a construir nuestras casas, la gente del pueblo ha empezado a embellecer las suyas", concluye.

 
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