A vivir que son dos díasLa píldora de Alba Carballal
Opinión

La inteligencia

"Pero nunca podrán sustituir los dardos emocionales de Manuel Jabois, ni la mirada periférica de Noemí López Trujillo, ni el índice siempre señalando a la luna de Ramón Lobo, a quien tanto extrañamos ya"

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Madrid

Decía Paul Élouard que hay otros mundos, pero están en este, y a la vista de las cosas que están pasando últimamente me debato entre darle la razón a un gabacho o, como siempre en este país, quitársela. Por un lado, en el Capitolio estadounidense se está liando parda: varios exmilitares han declarado bajo juramento tener pruebas no sólo de que hay vida en otros planetas, sino de que la tecnología extraterrestre es tan superior a la nuestra que puede impulsar objetos volantes a velocidades extremas sin emplear ningún sistema de propulsión conocido por el ser humano. Por otro, las inteligencias artificiales mejoran, o eso dicen, a la velocidad del rayo. Ya son capaces, por ejemplo, de suplantar con éxito a una periodista del medio La Razón, que decidió dejar su último artículo en manos de un programa de generación textual. Pero nunca podrán sustituir los dardos emocionales de Manuel Jabois, ni la mirada periférica de Noemí López Trujillo, ni el índice siempre señalando a la luna de Ramón Lobo, a quien tanto extrañamos ya. Esa es la diferencia. No importa lo sofisticado que sea: a un algoritmo nadie lo echa de menos. Lo que está claro es que la inteligencia construye y se construye. Levanta puentes, discursos, temazos y quizá también naves intergalácticas. Se construye leyendo, escuchando, discutiendo, viajando. No sé si está concentrada en este planeta o si se extiende por otros lares, pero de lo que estoy segura es de que toda inteligencia es artificial. Justo por eso desconfío tanto de esas autodenominadas inteligencias que prometen convertir el pensamiento crítico en un lujo para ciudadanos excéntricos. Soy Alba Carballal.

 
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