La democracia no se tira

Madrid

Me voy a poner en plan madre pesada como cuando a mis hijos les hago de comer algo que no les apetece y empiezan a ponerme caras. Entonces me veo obligada a hablarles de los niños de África o de mi propia infancia para intentar que entiendan lo que es no tener siempre la nevera llena. Y es que, por mucho que nos cueste recordarlo, hartos como estamos de la política y sus formas y aunque nos dé pereza ir a votar en plena canícula, hay países donde se pasa verdadera hambre de democracia.

Así que mejor será que dejemos de quejarnos de la bazofia electoral que nos hacen tragar. Ya sé que es difícil cuando lo que nos arrojan son unas acelgas demasiado cocidas y malolientes o a los ciudadanos nos sirven debates como el del lunes, llenos de mentiras, reproches, poco talento culinario, que es lo que el buen cocinero le echa incluso al producto más soso. Por no hablar del cariño, ese ingrediente nada secreto que no es más que atención plena y adereza hasta el más modesto de los alimentos.

Los dos candidatos a la presidencia no nos están tratando con afecto, ni siquiera parece que nos aprecien y dan ganas de tirar a la basura este sucedáneo que pretenden degustemos como democracia de calidad pero lo dicho, hay países en hambruna de libertades y derechos y generaciones anteriores a la nuestra que no pudieron depositar ni siquiera la papeleta de la menos mala de las opciones. Igual hay que taparse la nariz como hacen los críos con la verdura pero mejor esto que dejar perder la oportunidad de manifestar nuestra voluntad como ciudadanos. Con la democracia no se juega, la democracia no se tira.