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Cuando el grito rompe el silencio: la lucha de Hilda Farfante por encontrar los restos de sus padres

Balbina Gayo y Ceferino Farfante, ambos maestros de escuela, fueron asesinados en Cangas del Narcea en septiembre de 1936 por una columna de requetés que apoyaban al bando franquista

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Madrid

El pasado sábado pudimos leer en El País una carta a la directora escrita por Nuria Iglesias Román que contaba como, gracias a la Ley de Memoria Democrática, su abuela había podido conocer la historia de su padre, asesinado durante la Guerra Civil Española.

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Historias como la de la abuela de Nuria hay miles en España. Por ejemplo, Balbina Gayo y Ceferino Farfante, que fueron maestros de la escuela en Cangas del Narcea (Asturias) y fueron asesinados en septiembre de 1936.

La historia de Hilda

Si preguntas a los vecinos de Cangas del Narcea (Asturias), no muchos conocen la historia de Hilda Farfante. Hilda Farfante, de 92 años y natural de Besullo, un pequeño pueblo entre valles a 17 kilómetros de esta localidad asturiana, es uno de los últimos testimonios vivos sobre los primeros meses de represión durante la guerra.

Hilda vive ahora mismo en pleno corazón de Madrid y allí muestra con orgullo y emoción los retratos de sus padres, Balbina Gayo y Ceferino Farfante. Ambos eran maestros en el área de Cangas del Narcea, ambos estaban comprometidos con la causa republicana. Balbina era la directora de la escuela y Ceferino participaba en las misiones pedagógicas que llevaban la cultura a los pueblos.

El asesinato de Balbina y Ceferino

El 8 de septiembre de 1936 Balbina fue a abrir la escuela para empezar el nuevo curso. Una columna de requetés gallegos, que formaban parte del bando franquista y que habían llegado a Cangas a finales de agosto, ya la estaban esperando. "Mi madre fue a abrir la escuela y allí fue donde la cogieron. Mi padre, que estaba en Besullo, estuvo toda la noche paseando por el pueblo hasta que decidió ir a buscar a Balbina. Eso por la mañana y por la tarde ya le mataron", recuerda Hilda.

Sin embargo, estos golpistas no iban solo a por los maestros. "Dijeron que venían a por las chicas. Estos no van a matar a los maestros y van a dejar a las chicas", asegura Hilda. Las chicas son Hilda, de solo cinco años, y sus dos hermanas, que tuvieron que huir para poder salvar su vida.

"Nos fuimos monte arriba con mi abuelo, dos caballos, mis dos hermanas y un tío nuestro que vino al encuentro. Cuando aún voy por esos montes de Ponticiella, me da miedo", remarca. Fueron 4 días de frío, de hambre y de mucho miedo. A las hermanas las separaron y cada una fue a vivir con un miembro de la familia. A Hilda le tocó su tía Guillermina, que vivía en Boal, lejos ya de Cangas.

Cuando el grito rompe el silencio

Hilda se escolarizó en ese pueblo y se encontró con un panorama que rompía la norma de la educación franquista: la mayoría de los profesores de la escuela era republicanos represaliados. Uno de ellos le dijo a Hilda que siempre viviese con la cabeza levantada, y así lo hizo.

Hilda honró la memoria de sus padres, se convirtió en maestra y hasta el día de hoy no se ha cansado de buscarlos. "Este verano yo creía que los encontrábamos, pero no fue así. Yo creo que es porque a esos cementerios les hicieron muchas obras. Me moriré sin encontrarlos", lamenta.

Balbina Gayo fue fusilada y enterrada en las tapias del antiguo cementerio de Vega de Rengos (Asturias). Ceferino, por su parte, fue lanzado a un barranco en Bimeda junto a José Fernández, otro vecino de Besullo.

La vida de Hilda estuvo marcada por el miedo de hablar y el olvido hasta que, en el año 2001, frente a las tapias del cementerio de Cangas, el grito rompió el silencio. "Grito en primer lugar por ellos. Por su injusta, terrible y cobarde muerte", así empezaba el discurso con el que Hilda rompió con más de 60 años de silencio y pudo gritar, al fin, por sus muertos.

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David Laso

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Redactor de La Ventana, antes en Si Amanece nos vamos. Periodista interesado en la España vaciada y...

 
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