Creso y el oráculo
""Conoce a los demás”. Porque, aunque tengamos dentro nuestros propios demonios, ahí fuera hay auténticas alimañas con mucho peligro. Conviene identificarlas. Y protegerse de ellas"
Barcelona
Sobre la entrada del templo de Apolo, más conocido como Oráculo de Delfos, alguien grabó una frase: “Conócete a ti mismo”. Se desconoce el autor y se desconoce incluso si realmente la frase estaba allí. Lo contaron historiadores más tardíos, cuya fiabilidad no era mucho mayor que la de la señora Guardiola, futura presidenta de Extremadura: lo mismo te decían una cosa que la contraria.
Heródoto, por ejemplo, cuenta que, hacia el siglo V antes de nuestra era, Creso, rey de Lidia, un país en la actual Turquía, acudió dos veces a pedir consejo al oráculo. Este Creso es el que pasó a la leyenda por su riqueza: fue el primero en acuñar monedas de oro puro.
Volvamos a Delfos. Una de las veces, Creso preguntó cómo podía ser feliz en la vida. Y la respuesta fue, precisamente, “conócete a ti mismo”. La otra vez preguntó si debía atreverse a cruzar el río Halys, que marcaba la frontera entre Lidia y Persia, para invadir a su poderoso vecino. El oráculo respondió lo siguiente: “Creso, si cruzas el río Halys destruirás un gran imperio”. Creso, animado, cruzó el río. Y los persas le pasaron por encima, con lo que, en efecto, un imperio resultó destruido: el de Creso.
No hay que fiarse de los oráculos. Si el de Delfos hubiera contestado a Creso que iba a llevarse una paliza, habría mantenido la credibilidad. Pero con frases ambiguas, a lo más que se puede llegar es a ganar unas elecciones. Y luego, que cada Creso aguante su vela.
Tampoco hay que fiarse de las frases que parecen llenas de verdad. Como la de “conócete a ti mismo”. Sin duda, se trata de un buen consejo. Pero la frase debería completarse con otra: “Y, sobre todo, conoce a los demás”. Porque, aunque tengamos dentro nuestros propios demonios, ahí fuera hay auténticas alimañas con mucho peligro. Conviene identificarlas. Y protegerse de ellas.