La palabra y el compromiso

Madrid

Yo, por defecto, me creo cualquier Guardiola. Y no siempre para bien. Si un Guardiola cumple con su promesa, mal. Si una Guardiola no cumple con su promesa, mal también, pero hay algo muy interesante y creo que es sacralizado en este debate, que es el asunto de la palabra dada. Dar tu palabra. Feijóo dice que sin palabra no hay política. Lo ha dicho hoy mismo. Sin palabra no hay política. Al mismo tiempo que obliga a Guardiola a que incumpla la suya. O sea, que Guardiola ya no está haciendo política, según su jefe. Pedro Sánchez dijo que era un hombre de palabra en varias ocasiones y cuando cambió de palabra llamó a eso opinión y reivindica ahora su derecho a cambiar de opinión. Creo que hay un denominador común: los tíos siempre son más débiles y menos importantes. La izquierda defiende que hay más medios de derechas y la derecha siempre ha defendido que hay más medios de izquierdas. Los otros siempre son más poderosos y los propios siempre son la resistencia. La palabra propia, fíjate, tiene menos peso que la palabra del adversario. Aquí viene el meollo de la cuestión. La palabra del adversario compromete más, es más sólida. Por eso, cuando se traiciona es un escándalo mucho mayor. La palabra propia, sin embargo, es más liviana, está más sujeta a cambios. No es una palabra que comprometa tanto. Por lo tanto, parece que es una palabra peor. No es tan grave esquivarla. Y el debate se está centrando un poco en eso, en que cuando los demás incumplen su palabra, es muchísimo más grave que cuando la incumplimos nosotros, que al fin y al cabo no pesa tanto como la de ellos.