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Rodrigo García: "¿Qué valor tiene compartir con 400.000 personas que te estás tomando una caña? No salgo de mi asombro"

'Cristo está en Tinder' es el regreso a los escenarios del dramaturgo y escenógrafo hispano-argentino. Un montaje transgresor, atravesado por las redes sociales y que sacude el aborregamiento en el que estamos metidos. Rodrigo García critica el mensaje buenista del arte y busca resultar despreciable

Rodrigo García: "¿Qué valor tiene compartir con 400.000 personas que te estás tomando una caña? No salgo de mi asombro"

Rodrigo García: "¿Qué valor tiene compartir con 400.000 personas que te estás tomando una caña? No salgo de mi asombro"

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Tras tres años de ausencia escénica en España, el dramaturgo y escenógrafo Rodrigo García (Buenos Aires, 1964) regresa a los escenarios con el estreno absoluto de "Cristo está en Tinder", una pieza que critica el "adoctrinamiento" y apela al "libre pensamiento". "Ya no hay hijos de puta originales. Todas las maldades son copiadas". "Este siglo celebra los falsos sin el menor rubor". "Menos estatuas a Colón y más a los narcotraficantes que nos ayudan a soportar las desdichas y los infortunios de este mundo cruel". "Hay que defender nuestras tradiciones, esas que nos han llevado a la bancarrota moral". Todo esto escupe Rodrigo García, un referente en las artes escénicas de vanguardia europeas.

En un encuentro con periodistas en el Teatro de La Abadía de Madrid, García nos ha contado que "en la obra hay una provocación hacia lo políticamente correcto, intento ser la persona más despreciable del mundo, quiero que el espectador considere el texto algo despreciable". Esta obra, muy corporal y con la danza como protagonista, es para él "inmediata, aparentemente improvisada. Impredecible y casual". Un montaje audiovisual que desafía y transgrede los canales de comunicación humanos atravesados por las nuevas tecnologías.

'Cristo está en Tinder', que estará en el Teatro de La Abadía hasta el 11 de junio, cuenta con un reparto formado por tres intérpretes, Elisa Forcano, Selam Ortega y Carlos Pulpón, acompañados de un guitarrista (no-actor), Javier Pedreira.

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / La Abadía

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / La Abadía

¿Desde una pequeña aldea de Asturias se ve la sociedad de otra manera, con otra perspectiva, la sociedad urbanita, contemporánea?

En mi caso, son universos complementarios. Y menos mal, porque demasiada gran ciudad, demasiada metrópoli, me puede volver bastante loco. Ya tuve suficiente, ya viví bastantes años en grandes metrópolis. Y demasiado campo, naturaleza y, en mi caso, soledad también, porque vivo bastante aislado, pues también te puede volver un poco loco. La mezcla de las dos cosas está bien. Y si se ve diferente, si te da un punto de vista diferente, no, no. Está todo lo suficientemente globalizado como para que te hagas una idea de la sociedad, estés donde estés.

Pero ahí donde estás entiendo que hay menos "managers, influencers, coatchers, youtubers, skaters, emprendedores, celebrities y escritores de verdaderos libros", que leemos en el texto. ¿Es eso lo que desprecias?

Bueno, no lo desprecio. Estoy asombrado porque soy una persona de ya casi 60 años, he vivido la mayor parte de mi vida o la mitad de mi vida sin lo digital. En lo analógico, he vivido la mitad de mi vida en lo analógico. Y ahora todo cambia bastante y me sorprende. Y esta obra es, digamos, una manera de hacer poesía a partir de esa sorpresa, me sorprende el cotidiano transformado por las redes sociales. Las redes sociales y todo este nuevo mundo de comunicación o de incomunicación. No sé bien qué es este mundo tan veloz, tan veloz, demasiado veloz para mí, para mi gusto. Demasiado rápido van las cosas y a veces siento que cuesta encontrar el placer, darse un poco de tiempo para para disfrutar. Parece que ahora es todo muy rápido, se pasa de una cosa a otra, parece que faltase ese momento más reflexivo, más de disfrutar incluso con ciertas cosas.

Porque es una sociedad en constante búsqueda de la novedad, que eso también lo leemos en el texto. Y además una sociedad que necesita pastillas para dormir, farlopa para despertar. Es un mundo veloz y además ridículo, has dicho en la charla y dices que respondes a ese ridículo desde el ridículo.

Sí, bueno, ridículo puede ser también trágico, tragicómico y. Y sí, me gusta encontrar una forma de expresarlo que sea también tragicómica o un poquito exagerada e incluso grotesca a veces. En la obra hemos incluido fotonovelas, como si fuese aquello de la época de mis abuelos, de las fotonovelas. Fotonovelas que hicimos nosotros, intentando buscar este tipo de materiales formales poco solemnes, a priori nada serios, para incluir evidentemente dentro de un discurso que yo sí considero serio, pero que prefiero disfrazar de banalidad.

¿Tú sabías que Jesucristo está en Tinder?

Bueno, sí, claro. Está en todos lados, en todas partes, en el corazón de todos los cristianos y los católicos y. Y me imagino que estará en Tinder y que, como dice el texto, tiene sus ahorros gestionados por banca privada de La Caixa.

Es que hay un Jesucristo en Tinder. Tiene 21 años, aunque podría tener más de 2.000, y dice que es carpintero. Se define con humor como Jesucristo. No sabías explicar muy bien por qué has incluido la palabra Cristo, pero creo entender que es precisamente por eso que comentabas, que Cristo está en todas partes, todo lo ve y en las redes sociales todo lo vemos. Ha desaparecido la privacidad.

Bueno, insisto, somos responsables de nuestros actos, somos libres. Creo en el libre albedrío, creo. Entonces oye, cada cual sabrá si quiere dar a conocer cada momento de su vida, cada segundo, lo que hace, con quién está, etcétera. Yo estoy completamente sorprendido. Nunca pensé que podía ser un motivo de interés o una noticia que un amigo suba una foto para explicarme con quién está tomando una cerveza. Me encanta que esté tomando una cerveza por ahí, pero no sé qué valor tiene que me lo comunique a mí y a 400.000 personas más en el mismo mensaje. Honestamente, por eso yo no tengo redes sociales. Esto lo digo en sentido figurado. No sé si es que sentimos esa necesidad, por algo será, no me preguntes, habrá sociólogos que ya lo estarán estudiando, esa necesidad de enseñarnos completamente y y también de transformarnos. Porque me llama la atención todo este tipo de filtros que se utilizan para cuando uno se hace autorretratos. Bueno, yo prefiero llamarlo autorretrato que selfie. Y qué curiosa toda esta forma de maquillarse, de peinarse y de filtrarse hoy, es asombroso. No sé, no salgo de mi asombro y me gusta. Me gusta que exista esto, que yo no participo, pero me gusta ver una sociedad que está metida hasta el cuello en esto, en este tipo de expresiones de comunicación, si se le puede llamar así.

Porque además las redes sociales también han transformado el lenguaje. Y aunque tú no estés en las redes, curiosamente tu escritura o tu lenguaje parecería muy influenciado por las redes sociales.

¿Por qué lo dices?, ¿en qué lo notas?

En la cantidad de ironía, de doble sentido que puede haber en muchas frases, muchas cortas, como si fuera muy vomitado, espontáneo, poco reflexionado. Claro que hay reflexiones potentes en cada mensaje, pero parece muy improvisado todo.

Sí, quizá, es verdad que conviven algunos textos, como apuntas, más reflexivos, con otros más irónicos y más breves. Mira, igual estoy influenciado por alguna sitcom que me gustan. Pienso en Big Bang Theory, esa serie que me parece admirable y otra que se llama Mamá, Mom. Me gustan mucho esas dos series. Quizá tengo ahí algo de influencia de estos guionistas tan sarcásticos, tan malvados, tan veloces y siempre con segundas intenciones. Sí puede haber de la cultura popular actual en esta pieza teatral.

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / Lucía Romero

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / Lucía Romero

Aquí los textos son larguísimos, pero hay mucha voz en off, no querías que los actores aprendan parrafadas de memoria, sino que operen con tus frases, las manipulen. ¿Cómo es la puesta en escena?

Utilicé otro recurso, casi rozando el ridículo del de las fotonovelas , que es el del playback. Los actores y las actrices se han grabado en playback y dicen los textos que no corresponden a su propia voz. Entonces se provoca un distanciamiento, una situación un poco extravagante de ver cómo alguien está moviendo los labios y sale una voz que no es la suya. Y opté por eso para que el texto fuese menos sentido. Sentido como de sentimiento, para que les llegue más frío y que llegue con más ironía.

Tres actores y un guitarrista, nunca habías trabajado con ellos, no los conocías de nada

No, hicimos una audición en el Teatro de La Abadía seis o siete meses antes de empezar los ensayos. Vi a muchísimas personas, trabajé con muchísimas personas y me costó muchísimo elegir, porque encontré una cantidad de actrices y actores, performers maravillosos. Verdaderamente buscaba gente joven, porque como suelo trabajar con las mismas personas de hace tantos años en mi compañía, esta vez quería cambiar, quería encontrarme con gente desconocida, porque sabía que eso iba a significar para mí otra exigencia, una exigencia añadida. Trabajar con gente que te conoce de años es más fácil que cuando trabajas con gente que no te conoce de nada. Tienes que ganarte su confianza, saber motivarles.

Jóvenes que además han crecido en un mundo más digital, ya con redes sociales y que por lo que he entendido, han participado también del proceso del proceso creativo.

Sí, claro. Para mí el actor o la actriz no es un mueble. Son seres humanos que vienen a participar del proceso creativo y ellos eligieron los textos, yo llevé muchísimo más escrito, por supuesto. Es algo normal en mis trabajos. Y la selección de los textos que aparecen finalmente en la obra, la hemos hecho juntos. Básicamente la han hecho ellos. Lo mismo con las partes más de movimiento. Es una pieza que tiene mucha parte bailada o de danza, no sé cómo llamarlo. Y como ellos tienen formación de danza, pues juntos hemos trabajado partituras de movimientos donde ellos tienen mucho que aportar. Es decir, en ese sentido son performers, actrices y actores que no esperan recibir las órdenes de un tipo que llega allí, que soy yo, sino que creamos juntos y sobre todo a partir un poco del vacío, de la inseguridad, que me gusta mucho trabajar con eso.

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / Lucía Romero

Escena de &#039;Cristo está en Tinder&#039;

Escena de 'Cristo está en Tinder' / Lucía Romero

¿Es un texto que aprobaría Cristo? Quiero decir, hemos comentado que es verdad que es muy provocador e incluso que puede incomodar a veces. No sé si te preocupa en estos tiempos de corrección política.

Bueno, la idea es esa. La idea es ir a la contra de las ideas aceptadas, intentar volver al libre pensamiento. Cada persona debería tener su forma de pensar, no como un borrego. Quiero mover al público, para sorprenderles. Claro que ataco y que doy opiniones o formas de pensar que son las opuestas a lo que se lleva, lo opuesto a lo correcto, al sitio donde hay que estar. Ten en cuenta que es muy peligroso, está pasando una cosa muy peligrosa. Como se decía en una película de Godard, la cultura es la regla, el arte es la excepción. Entonces el arte tiene que ser excepcional. ¿Cómo es esto de que ahora el arte es social y que el arte va a ser portador de un discurso social buenista? El arte para mí siempre ha sido una cosa más podrida. Estoy pensando en Lautréamont o en Bodelaire, siempre ha sido algo más podrido. Y me sorprende que tantos artistas, por llamarles de alguna manera, acepten ser los vehículos, los portadores de este discurso del buen pensamiento. Me llama la atención y me hace desconfiar, porque pienso que quizá, no lo sé, muchos de ellos lo hacen pura y exclusivamente por su economía personal. Es decir, si acepto pensar como me dicen que tengo que pensar, tendré más probabilidades de conseguir una subvención del Estado o del Ayuntamiento. No sé, luego el resultado es el empobrecimiento del arte. Y si el arte se vuelve cada vez más pobre, pues las personas, los que recibimos ese mensaje, nos empobrecemos también.

También leo que "ya no hay hijos de puta originales, que todas las maldades son copiadas. Este siglo celebra lo falso sin el menor rubor". Pero Juan Mayorga también ha dicho que tú eres muy imitado. No sé si estás de acuerdo y al final hay poca originalidad hoy en el arte.

Bueno, son muchos años experimentando. Llevo 35 años haciendo un trabajo de experimentación y es verdad, creo que he hecho algunos pequeños descubrimientos para mí, para mi teatro. Y es cierto que algunos, bueno, influyeron o motivaron a otros artistas. Me encanta, me parece fantástico. Yo también lo tuve con otros artistas. Yo también recibí su influencia. No puedes negar las influencias. También mi trabajo ha contaminado un poco el discurso de otros artistas. A mí me parece bien, estoy contento.

 
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