Trabajar a 40 grados: agua y una gorra frente al calor del sol y el asfalto
El verano de 2022 marcó temperaturas récord que dejaron cerca de 5.000 muertes
Trabajar a 40 grados: agua y una gorra frente al calor del sol y el asfalto
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El verano pasado dejó las temperaturas más altas registradas entre el 1 de junio y el 31 de agosto. Y este récord desde que comenzó la serie histórica, trajo consigo más de 4.800 muertes atribuibles a los termómetros. Este año, el calor ha llegado incluso antes y no solo es evidente por las temperaturas que marcan los termómetros, sino también en el reparto y las terrazas de los negocios.
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Juan Pedro lleva 30 años en un camión llevando cerveza a bares y restaurantes. Cuenta que “las terrazas están a rebosar desde hace semanas” y que este febrero ha sido el “mes que más ha ganado en toda su vida”. Pero también el abril que más calor ha pasado: “Con este calor es difícil trabajar. Lo notas en el cuerpo. En cómo haces todo más lento, pero no te puedes permitir bajar el rendimiento porque tienes un reparto que hacer y unos clientes a los que llevar su pedido haga el tiempo que haga. Si estamos así ahora, ¿qué nos espera en julio y agosto? ¿Rebasar los 40 grados? En invierno te abrigas, pero en verano ya no tengo más ropa que quitarme”. Lo cuenta mientras sube una cuesta del centro de Madrid empujando un carrito de 120 kilos de peso, y va cambiando de acera para buscar la sombra. Lo mismo que hace Francisco, barrendero desde hace muchos años: “Yo ya tengo mis trucos. Siempre llevo mi gorra, crema solar y una botella de agua con hielo que dejo en el carro. Si tengo que hacerme todo Gran Vía, intento alternar sol y sombra para no morirme de calor. Al final te acostumbras, es lo que toca”. Y como ellos, hay más de dos millones y medio de personas que trabajan en la hostelería, la construcción, la limpieza o la agricultura bajo el calor del sol.
"Los impactos de las olas de calor afectan de manera desproporcionada a los más pobres"
Sin embargo, ya no es solo el calor del sol, también es el que radia el asfalto de las ciudades, que alcanza los 60 grados y se convierte en un horno para quien trabaja sobre él. Julia López Ventura, directora regional para Europa en la red de ciudades C40, explica que “las ciudades con pocos espacios verdes son varios grados más cálidas, que los espacios rurales, por lo que los centros urbanos son más susceptibles a los extremos del calor que pueden empeorar la calidad del aire, causar deshidratación, golpes de calor, complicaciones cardiovasculares y, en algunos casos, hasta la muerte”. También afirma que “los impactos de las olas de calor afectan de manera desproporcionada a los más pobres que, no solo no pueden dejar de trabajar durante una ola de calor, sino que además suelen hacerlo al aire libre o en fábricas con poca ventilación”.
Casos como el de Carlos. Tiene 30 años, es rider y trabaja unas 12 horas al día para poder ganar lo suficiente: “¿Cuándo paro? Nunca. Mira mis labios, están agrietados por el sol. Si descanso, no cumplo los objetivos y no puedo mantener mi casa. A veces dejo la bici unos segundos, bebo un poco de agua y sigo. Y así, cada día, da igual qué marque el termómetro”. La misma aceptación de Diego, peón de obra desde hace tres años: “A ver, intentas ponerte a la sombra siempre que puedes, manga corta y mucha hidratación. Tengo la suerte de que a mí nunca me ha dado un golpe de calor, aunque he visto a compañeros que sí. Pues agua, sombra y esperar a que se te pase. ¿Qué vas a hacer?”. Y es que, a pesar del paquete de medidas que ha aprobado el Gobierno para proteger a los trabajadores ante las olas de calor, en la calle se percibe resignación. Repartidores, barrenderos, carteros u obreros como Diego, asumen y aceptan que trabajar al sol es casi una condición si quieren “cumplir con su faena y ganarse el sueldo”.
Pilar Díaz de Aguilar
Graduada en Derecho y Periodismo por la Universidad CEU San Pablo. Máster en la Escuela de El País....