A veces los personajes que mejor se quedan en la memoria colectiva son los personajes sencillos, costumbristas, del día a día. Nuestro invitado de esta tarde en La Ventana de la Tele se quedó para siempre en el imaginario colectivo de varias generacione con el papel del portero de un edificio en una ciudad cualquiera. Emilio Delgado encumbró a Fernando Tejero a ese altar de personajes icónicos que tanto buscan los actores y tan pocos consiguen. Un personaje a una frase pegada: «Un poquito de por favor». «Quién se llevó la pasta fue Antena 3. Hicieron camisetas, muñecos, incluso la DGT hizo una campaña de tráfico con la frase. Se planteó incluirlo en el libro de los modismos», nos cuenta en La Ventana de la Tele. «Cuando me pasaron el primer guion de Aquí no hay quien viva iba a ser el personaje del videoclub, pero yo les dije que quería el personaje del portero», apunta. Finalmente lo consiguió. «Y entonces me vino Dios a ver». Fernando Tejero llegó a Madrid en los 90, desde su Córdoba natal, para ser actor. Se quedaba en un hostal de mala muerte en Tirso de Molina, con una habitación que daba a un patio interior con olor a calamares fritos. Antes de actor, fue pescadero. «Yo quería ser actor desde los 14. Yo volaba. A veces me imaginaba que estaba en un escenario y las clientas de la pescadería eran mi público. De ahí rescaté cosas para luego», cuenta. En Córdoba vivía con su tía porque así lo decidieron sus padres, con familia numerosa, «fui un niño prestado. Con 14 años mi tía enfermó de cáncer y tuve que volver a casa de mis padres. Para mí fue otro abandono que me ha pasado factura a lo largo de los años. Mi infancia y adolescencia es para escribir una película», se abre. En esa película habría otro capítulo bien delicado para el bullying que sufrió por su orientación sexual: «Yo viví una época jodida, muy jodida, diez años de Franco, la transición, y yo no fui yo hasta que llegué a Madrid porque era homosexual, de pequeño tenía mucha pluma, y ya me insultaban. Y también sufrí un abuso sexual», confiesa. Pronto fue seleccionado para interpretar a una persona con discapacidad que vigila los astilleros en Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa. «Es una película con la que tengo una estaca clavada. Había una secuencia que se corta de cuatro o cinco minutos de Bardem y yo solos, y por mucho que Fernando me contó, no sé si sería para conformarme -me emociono aún-. Es una secuencia en la que rompen una farola, yo estoy con Javier y el perro, Javier empieza a llorar, le pregunto si está llorando, él me dice que está sudando, y yo le dije que los ojos no sudan. Era una secuencia preciosa, que aún tengo en casa. Era preciosa porque se emocionaba él y me emocionaba yo. La secuencia se cortó, me fui a mi casa y me puse a llorar. Pensé »yo no quiero ser actor, relata. ¿Disgustos de esta dimensión te curten?, pregunta Francino.«Te enseñan cómo es esta profesión. Vas a hacer un trabajo pero no solo va a depender de ti. Creo que el actor sabe en qué secuencia está mejor, por mucho que el director se empeñe. Uno siente. Aprendes pero no te conformas», responde Tejero. Y termina la entrevista emocionado, recordando cómo de aquel hostal de Madrid le sacó el artista Dani Martín, cómo la amistad y el oficio triunfan por encima de todo.