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André Aciman: "Sin el deseo estaríamos muertos"

El autor de 'Call me by your name' regresa con un ensayo poético titulado 'Homo irrealis' sobre las vidas no vividas y el deseo

El escritor Andé Aciman / Cedida

El escritor Andé Aciman

Nadie vive en el presente. Es dificilísimo. Por más manuales de yoga y hashtag de aquí y ahora. El presente es un estado difícil de mantener. Por eso el escritor André Aciman dedica un libro entero a hablar de cómo los seres humanos nos arrepentimos por las vidas no vividas y soñamos con vivir otras. Homo irrealis, editado en Alfaguara, andaba en ese concepto al tiempo que el escritor se desnuda para hablar de su infancia, su familia y toda su vida. “Siempre vivimos en el futuro pensando en un pasado que ni siquiera se ha producido todavía. Y vivimos en esa dimensión con bastante frecuencia, más de lo que creemos”, cuenta en una entrevista en la Cadena SER.

Homo irrealis, nos cuenta el autor, es un concepto que inventaron los lingüistas. “La mayoría de lingüistas de hoy apenas lo conocen”, apostilla Aciman. “Dan a entender cosas que podrían haber pasado, podrían pasar, deberían haber pasado, tal vez nunca pasarán o tal vez sí. Pero no lo sabemos”, insiste. Mezclando ensayo y memorias va contando el exilio de sus padres de Alejandría a Italia y Francia. Su paso por Estados Unidos y su relación con la literatura y el cine. “No se puede ser la misma persona y decir que uno vive el presente. Eso no hay que decirlo nunca”, insiste.

“Lo que quería hacer con este libro es entrar en esa zona fantaseada, lo había tocado en mi obra, pero quería ahondar en ello”, dice el autor que, de alguna manera, en su obra más famosa, Call me by your name, adaptada al cine por Luca Guadagnino, habla de esa vida no vivida por miedo, como la de un padre gay que renunció a su identidad sexual. “Era el retrato de lo que le sucedería a un hombre homosexual en el mundo de hoy en día. En el momento en que escribí el libro, la mayoría de relatos gays estaban movidos por el peligro, el abuso, la muerte, palizas, insultos. Yo dije que eso no lo quería en mi libro. Yo quería algo totalmente distinto. Una relación que fuera explorada al máximo y tolerada por los padres. En muchos aspectos, esa novela ha influenciado a muchísimos niños y padres a hablar de un tema que era tabú para muchísima gente. No era mi intención, pero resultó así, fue muy útil. El discurso del padre en la película y el libro ha pasado a formar parte del canon en muchos aspectos”, explica sobre una película que, como indica, caló en el imaginario colectivo y de la que esperamos una segunda parte.

Para el escritor, el uso del lenguaje y de la prosa es importantísimo, porque ahí esta la conexión con los lectores. “No escribo de una forma compungida, intento escribir con un cierto grado de precisión de precisión y esa precisión tiene que ser suficiente para que la gente sepa exactamente qué quiero decir. Cuando me entienden a la perfección espero que se entiendan mejor a sí mismos después de leerme”. Aciman tiene una nómina de lectores muy diversa. Desde jóvenes que congeniaron con Call me by your name, esa historia de amor en medio de la toscana, hasta gente de su generación, hombres y mujeres que han vivido un cambio de mentalidad en el mundo, como cuenta el autor en toda su obra.

La literatura de André Aciman es nostálgica, pero siempre tratando de salir de todo lo angustioso y negativo del concepto y siempre tratando de escapar de él. “Yo escribí Lejos de Egipto que hablaba de mi infancia y adolescencia en ese país y sentó que el recuerdo y la nostalgia se estaban convirtiendo en la clave dominante. Yo quería cambiar esa clave. Por eso escribí Call me by your name, que estaba escrito en una clave distinta. No lo hice para sorprender, sino para mí. Ahora hago algo también nievo, porque permite atisbar algunas cosas que he escrito en el pasado, pero se adentra en el futuro, ya que intenta buscar otros caminos, otras formas de contar. Siento la pulsión de escribir lo que ya he escrito, pero también de cambiar de camino”.

Nació en Egipto en 1951, una época donde había monarquía en el país y una fuerte presencia europea y occidental, algo que imprimió mucho carácter en él. “El Egipto en el que yo me crié ya estaba cambiando y se estaba convirtiendo en un sitio cada vez más anti occidental y anti semita en una unión muy pobre. El mundo cambiaba ante mis ojos. Cuando volví años después, Alejandría era una ciudad totalmente desconocida”. Esa sensación de vacío, de choque entre los recuerdos y la realidad están en Homo irrealis.

El exilio, tal y como relata en este ensayo, fue duro. “Yo quería vivir en Egipto. Nací allí, era turco, y quería estar allí, pero al irme me convertí en otra cosa, me volví italiano y siempre tuve una cierta tendencia europea. Egipto me parecía entonces atrasado, no me daba lo que quería, no sentía patriotismo, fue una alegría que me echaran. Mis padres no, claro, tuvieron que cambiar por completo su modo de vida, eran gente adinerada y, al irse, se volvieron pobres. La nostalgia significa que quiero regresar a un Egipto que ya desaparecía cuando era niño, un Egipto que yo no llegué a conocer porque no había nacido, escribir el Egipto de las generaciones anteriores a mí”, cuenta sobre su vida.

En el libro también rinde homenaje a esos autores que le han acompañado durante su vida. De la mano de Proust, Freud, Cavafis, Pessoa, Sebald, el autor explora el tiempo irrealis : el del hombre que podría haber sido y no fue, todo lo que podría haber pasado y no pasó, pero que aún podría pasar y está en un limbo entre la fantasía y la realidad. “Los malinterpreto para leerme a mi mejor. Los uso de una forma incorrecta para leerme mejor. Los quiero a todos por igual”.

También dedica dos capítulos al director francés, Éric Rohemer. “Rohmer validó mi titubeo respecto a otras personas. Me dijo, tal vez solo quieras ser amigo de alguien y no acostarte con esa persona. Eso lo evidenció trasladando el deseo por una persona, sino por su rodilla. Es una metáfora perfecta si piensas en La rodilla de Claire, solo quiere tocar esa rodilla”, cuenta sobre la influencia de esa película en su experiencia vital y también en este libro.

La nostalgia está presente en toda su obra, pero quizá el motor de todo lo que ha escrito sea el deseo. “Creo que desde un punto de vista personal yo era consciente del deseo al principio de mi adolescencia. Yo ya deseaba a otras personas, aunque no sabía lo que quería de ellos. Sabía que los deseaba, a veces quería tocarlos, a veces quería su amistad o estar con esas personas. El deseo cambia y me interesaba esa fiebre del deseo que yo experimenté de joven, esa sensación única que se me quedó y que ha impulsado gran parte de lo que he escrito desde entonces. Siempre hablo de deseo porque sin el deseo estamos muertos. Tenemos que desear algo, ya sea una persona, o un plato de lasaña. Me gusta un buen plato de lasaña, la deseo, aunque luego siempre me decepciona, pero croe que lo que me gusta es el deseo, la anticipación. Es la historia de mi vida”.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 

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