Aciertos y errores en la tormenta bancaria

Barcelona

El pánico bancario se ha convertido hoy, primero, en solo miedo. Y, luego, en alivio: los valores bancarios han acabado recuperándose en las bolsas. Menos mal. Porque en una crisis financiera larga todos pierden, no solo los que tienen mayor escudo. Lo sabemos desde 2008 y 2012. Parece que la tormenta se va, pues, superando. Gracias sobre todo a dos actuaciones de los bancos centrales durante el fin de semana. El helvético forzó a la primera entidad privada del país, Union des Banques Suisses a absorber al apestado, el Crédit Suisse. Y todos los grandes bancos centrales del mundo se coordinaron para ofrecer, conjunta y solemnemente, toda la liquidez que sea necesaria para sortear cualquier turbulencia.

Son dos actuaciones muy positivas. Debieron haber llegado antes. Pero todo indica que aún no es demasiado tarde.

Solo hay que lamentar algo que provoca incomodidad, quizá inquietudes, aunque no angustia dramática. Tanto la autoridad americana como la suiza se han saltado a la brava las reglas clásicas sobre quiénes deben ser los primeros paganos y quiénes los salvados en una crisis. En Washington se salvó el dinero de todos los depositantes (salvo los propietarios), incluso por encima del umbral legal de 250.000 dólares: un beneficio innecesario. Y excesivamente generoso para los más ricos. En Suiza, pierden todo su dinero los tenedores de bonos de alto riesgo, al fin y al cabo unos inversores externos, mientras que los accionistas reciben un inmenso apoyo público y privado, por miles de millones. En la Unión Europea no se han roto los equilibrios: solo podrá criticarse que no se haya sido más contundente desde el jueves pasado. Pocos días son demasiados cuando está en juego la confianza. Esta debe quedar ya restablecida tras las medidas del fin de semana. Salvo nuevos errores u omisiones.