Dejar todo para seguir los pasos de sus abuelos: la historia de dos mujeres jóvenes y emprendedoras en dos pueblos de la España vaciada
Irene Nonay, farmacéutica, y Carmen Manzano, periodista, decidieron un día regresar a sus raíces para dedicarse a aquello que ya hacían sus abuelos años atrás
Irene Nonay pasea por una de sus fincas. / Twitter @IreneNonay
Madrid
Llueva, truene o relampaguee, el despertador de Irene Nonay suena a las 7 de la mañana. Toca un día más poner rumbo a su finca, situada en un entorno envidiable, en la Bardenas Reales de Navarra. Su rutina va cambiando según la época del año, porque "lo bonito del campo" es eso, que los trabajos no siempre son los mismos. Ella es almendrera, una profesión que comenzó por decisión propia hace tres años, cuando tenía 27, pero que le corre por las venas gracias a sus abuelos. También tiene gran valor sentimental para Carmen Manzano el camino profesional que ha escogido. A sus 23 años, ya comercializa su propio ungüento para aliviar las hemorroides. No es una receta original suya, se trata en realidad del secreto mejor guardado de su abuela Carmen. Estas dos jóvenes tienen muchas cosas en común. Ambas han dejado atrás la vida que habían elegido en un primer momento para volver a sus raíces, recuperar tradiciones familiares, revitalizar rincones olvidados de la España rural y, sobre todo, cumplir sus sueños, no sin superar obstáculos por el camino.
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Los entresijos de la almendra no son desconocidos para Nonay. Su abuelo era también agricultor, su abuela trabajaba en el campo y a la vez gestionaba la explotación familiar. Ella ha crecido con la tierra húmeda bajo los pies, el Sol coloreándole el rostro y con el aroma amielado de los almendros en flor. "Siempre iba con mi familia al campo, a echar una mano", recuerda. Sin embargo, cuando fue más mayor, decidió que quería ser farmacéutica. Se fue a la universidad e incluso vivió un tiempo en el extranjero. Pero hubo un momento en el que algo en ella hizo clic. "Me di cuenta de que si yo no seguía con el trabajo de mis abuelos, nadie más iba a seguir y me daba muchísima pena que todo eso se perdiera". Esto ocurrió hace más o menos tres años, cuando sembró sus primeros almendros.
Similares fueron los inicios de Manzano. El sentimentalismo, el que algo único que pertenece a su estirpe se desvaneciera, fue lo que la impulsó a adentrarse a uno de los retos más decisivos de su corta vida. Ella es natural de un pueblo de Valencia y ha residido mucho tiempo en la capital, allí estudió Periodismo y Comercio Internacional. Ahora vive a más de 150 kilómetros de distancia, en Villanueva de la Jara (Cuenca). "Es el típico pueblo de veraneo donde vamos los madrileños y los valencianos en agosto y luego desertamos", dice entre risas. En este municipio, de poco más de 2.000 habitantes, nació y murió su abuela Carmen, la artífice de su actual realidad.
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La abuela Carmen con su nieto Alberto cuando era pequeño. / Foto cedida
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La abuela Carmen con su nieto Alberto cuando era pequeño. / Foto cedida
Una receta bajo "secreto"
Carmen (1923-2018) era "una mujer de campo". Pertenecía a una familia de clase humilde, se crio entre pastores y pateó desde muy pequeña, junto a su padre, los alrededores del pueblo. Cuando empezó la Guerra Civil española, en Villanueva de la Jara se instaló un hospital de campaña. Al municipio se trasladaron varios profesionales, entre ellos un médico madrileño. Carmen, que todavía era una niña, trabajaba en la casa de este doctor. Él vio que ella "se conocía el campo como la palma de su mano" y se valió de esta destreza para solicitar su ayuda. Con cierta frecuencia, la mandaba a buscar una serie de plantas silvestres que ella recolectaba sin saber para qué las utilizaba. Hasta que un día se plantó: o le confesaba para qué eran o no iría a por más. A él, no le quedó más remedio que claudicar. Le detalló que servían para preparar una loción que aliviaba las hemorroides y le enseñó la receta, con la condición de que no la contara a nadie.
Durante toda su vida, Carmen mantuvo esa confidencia en la más estricta intimidad. Ni su marido, ni sus cinco hijos, ni mucho menos sus más de 20 nietos conocían cómo se elaboraba la preparación. "Mi abuela se encomendaba con sus alpargatas y su cesta de mimbre, se iba al campo a coger sus plantas y cuando no había absolutamente nadie en casa, se ponía a hacer la fórmula, entre fogones, de manera totalmente casera. Nunca la pillamos con las manos en la masa". La receta era secreta, pero las bondades de la loción no. Primero fueron los vecinos del municipio, luego el boca a boca hizo que llegaran personas de otros rincones, como Albacete, Valencia, Sevilla o Madrid. El timbre de Carmen sonaba a deshoras para pedirle el remedio, que ella daba a todos de manera desinteresada.
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Carmen Manzano recolecta plantas en los campos de Villanueva de la Jara. / Foto cedida
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Carmen Manzano recolecta plantas en los campos de Villanueva de la Jara. / Foto cedida
Los años fueron pasando irremediablemente, también por Carmen. Las fuerzas comenzaron a flanquearle, ya no era seguro para ella irse al campo sola en busca de sus plantas, ni podía darse grandes caminatas. Era el momento de confesar y escogió a su hijo pequeño para pasarle su tradición. Solo a él le reveló la receta, su elaboración y dónde se encontraban los ingredientes de la misma. Enrique la acompañaba en esta tarea hasta que en 2018 Carmen, a sus 96 años, falleció. "El deseo de mi abuela siempre ha sido 'por favor, que esto no se pierda' y la receta estaba destinada a caer en el olvido", recuerda su nieta. Enrique asumió en un primer momento el papel de su madre, pero él "tenía su vida y estaba cansado de que la gente, entre comillas, le molestara a deshoras" para pedirle la loción.
Fue poco tiempo después, en una conversación informal, cuando Enrique propuso a su sobrina Carmen y su hijo Alberto la posibilidad de comercializar, de manera profesional, el ungüento. "La verdad que mis planes no se centraban ni mucho menos en irme al pueblo de la abuela a ponerme a hacer la receta de las hemorroides. Todo empezó como un juego, una broma, y al final se ha convertido en un proyecto empresarial que llevamos ya un añito de recorrido", detalla Carmen. Así nació AlmoStop. Por el camino ha tenido que dejar atrás su ciudad, amigos, aficiones... para mudarse a un municipio en el que "la media de la población tiene 60 años". "Es complicado, pero estoy haciendo un esfuerzo y la verdad es que estoy contenta, no me arrepiento".
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"¿Cómo va a ir en el tractor?"
Irene Nonay también está convencida de que tomó la decisión correcta. Ella lleva prácticamente sola la plantación que tenía su abuelo y también ha ido ampliándola con nuevos terrenos y más variedades de almendra. Lo más básico lo aprendió de él, pero ahora ha tenido que ir formándose para acrecentar sus conocimientos. "Siempre hay que estar al día de todas las cosas nuevas, haciendo cursillos y leyendo mucho. Hay que renovarse". Su objetivo es expandir el negocio. Su progenitor distribuía el producto en cooperativas o a través de mayoristas. Ella sigue haciendo lo mismo, pero también comercializa una parte por su cuenta a través de su página web, Almendras de Bardenas, y bajo la marca Leoz. Belona, desmayo rojo, guara, lauranne... y así hasta ocho tipos de almendra que están disponibles en función de la cosecha.
En su casa no se han extrañado de que haya decidido "convertirse" en agricultora a tiempo completo, a pesar de que está graduada en Farmacia y que sigue trabajando algunas veces, puntuales, de ello por tener "otra fuente de ingresos". Los comentarios de incredulidad se los encuentra fuera. "Hay gente que no entiende que habiendo estudiado una carrera quiera dedicarme al campo y que trabaje en el pueblo". Algunos vecinos también se sorprenden de que conduzca su propio tractor para labrar los campos. "Constantemente me dicen '¿pero tú llevas el tractor?', como con cara de sorpresa. A mi padre le dicen '¿pero la chica farmacéutica cómo va a ir en el tractor? ¡Por Dios!' Pero eso no me lo dicen mis compañeros del sector". Con ellos siempre se ha sentido una más.
También se siente acogida en sus redes sociales, donde comparte hasta los detalles más pequeños de su día a día. "Cuando yo decidí que me quería dedicar al campo y se lo contaba a la gente, me decían '¿pero qué haces en un día normal? ¿Y cómo haces esto?' Me preguntaban muchas cosas que para mí eran normales. Entonces decidí abrir una cuenta en Twitter y en Instagram para contar un poco lo que hacía. Visibilizar que detrás de los alimentos que compramos en el supermercado hay una persona que los produce".
De su familia, ella es la única que está continuando en exclusiva con el legado de su abuelo y que antes hicieron otras cuatro generaciones. Su labor de alguna manera revitaliza su municipio —cuyo nombre prefiere mantener en el anonimato—. En función de la época del año, tiene que contratar a varias personas para que la ayuden y no solo contribuye a la supervivencia de su zona con contratos directos. "También los que creas indirectos en el taller, en la tienda de repuestos, en la de suministros agrícolas...", recuerda.
Mucho futuro por delante
Aparte de comercializar AlmoStop, otro de los objetivos de Carmen Manzano es dar vida a Villanueva de la Jara y a sus alrededores. Ella ya reside en el municipio y quiere que todo el proceso para sacar adelante el producto se haga desde allí. "Al final el talento está en los pueblos. Es cierto que gente de mi edad se ve con la obligación de irse a la ciudad por el tema de las oportunidades, pero si tuvieran esas mismas oportunidades tanto de industria como de empresa y de tejido industrial en el pueblo, no tendrían la obligación de irse". Su equipo, que poco a poco va creciendo más, lo conforman personas de la zona. A más largo plazo, también quieren que levantar allí un laboratorio.
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Carmen Manzano trabaja en el despacho ubicado en casa de sus abuelos en la distribución de AlmoStop. / Foto cedida
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Carmen Manzano trabaja en el despacho ubicado en casa de sus abuelos en la distribución de AlmoStop. / Foto cedida
Ahora tienen externalizada la creación del remedio casero con un laboratorio pequeño, que tuvo que firmar un estricto contrato de confidencialidad para no desvelar nada. Las plantas ya tampoco las recogen ellos manualmente. Por cuestiones de seguridad y control sanitario, trabajan con cultivos ecológicos españoles de invernadero. AlmoStop no es un medicamento "porque no tiene efectos adversos, ni está sujeto a prescripción médica". Está catalogado como cosmético y cuenta con los registros europeos y nacionales necesarios para su comercialización. Primero se empezó vendiendo en algunas farmacias a las que los propio Manzano iban puerta por puerta para mostrar las bondades del producto. Actualmente ya se vende en grandes superficies, como Carrefour, y con la venta online llega a todos los rincones del mundo: "La receta de la abuela ya cruza el charco".
El futuro de estas dos mujeres, jóvenes y emprendedoras, pasa por expandir su negocio. Manzano, aunque lleva poco más de un año de recorrido, admite que en este tiempo les ha ido muy bien, que ya han recuperado la inversión inicial de "ahorros" que pusieron para comenzar su proyecto y ya tienen metas claras en el horizonte: en abril AlmoStop va a empezar a venderse también físicamente en Suecia, República Dominicana, Chile y Estados Unidos, hasta ahora solo se podía adquirir presencialmente en España y Portugal. Por su parte, Nonay quiere seguir, a medio plazo, creciendo a nivel nacional, que sus cultivos lleguen a todos los rincones del país. A corto, su misión vital es ver crecer a sus mimadas almendras, que las gélidas temperaturas de las Bardenas Reales no la priven del mejor momento del año para ella: los septiembres de cosecha.
Si mira hacia atrás, Nonay no puede evitar acordarse de sus abuelos. Ellos han marcado su infancia e indisolublemente su futuro. "En mi casa me han enseñado que no hay nada sin esfuerzo, que hay que trabajar mucho". Hace poco, como si la historia estuviera escrita desde hace mucho tiempo, descubrió que su nacimiento, el día 16 de febrero, coincidía con el Día Mundial de la Almendra. "Cuando era pequeña e iba el campo con mi abuelo, decía que de mayor quería ser almendrera". Ahora ese anhelo es una realidad y no puede siquiera imaginar los que sus progenitores sentirían al verla seguir sus pasos. Manzano también recuerda a su abuela y cree que "estaría alucinando" de que su mayor secreto sirve de alivio para miles de personas en distintos puntos del mundo que ya pueden poner, gracias a ella, a Villanueva de la Jara en un punto del mapa.
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Minerva Marcos López
Periodista en Hora 14. Antes redactora en cadenaser.com, en Radio Madrid, el programa Hoy por Hoy y...