Los partidos fósiles

Madrid

Antiguamente, cuando había un problema, en vez de solucionarlo se creaba un grupo de expertos. Hoy, cuando hay un problema, se crea un grupo de Whatsapp. Con el tiempo, me he hecho coleccionista de fósiles. Pero no de los amonites que salían en los libros del cole. Entonces, lo que no era amonites era trilobites, el bipartidismo siempre ha estado ahí. Aquellos caracoles de piedra, como tallas de un románico marino, un mar devónico anterior a que se inventara Castelldefels, aquellas espirales petrificadas de océano y de sedimentos nos anunciaban que toda cultura, por muy líquida que sea, acabará convertida en cultura fósil. Bajo las verdes llanuras del Whatsapp, yace el papel azul de los telegramas. Lo inmediato se ha impuesto a lo urgente. Lo inmediato corre más y es invisible. A los telegramas, sin embargo, se les ve el camino. El poste telegráfico como un tótem desnudo, los cables tendidos en paralelo como raíles celestes. En esos cables, estaba dibujado el temblor de los telegramas con tinta de Morris y letra de Goscinny. Contaban la verdadera historia del Pony Express, o de los pies azules, y decían que Lucky Luke era más rápido que su sombra. Ni siquiera un Whatsapp desenfunda más rápido que Lucky Luke. La memoria no fosiliza, como no fosiliza el cerebro. Sólo quedan los huesos de los cráneos. España es un país con más huesos que memoria. Aquí, fósil viene de fosa, y fosa viene de fusil. Nuestra historia fosilizada ha sido previamente fusilizada. Los fósiles han de obtener su memoria por otros medios. Así, si un partido fósil quiere presentar una moción de censura, debe comprar su memoria al mejor postor, aunque luego sea un impostor. No importa. Un partido fósil parece nuevo porque acaba de emerger, pero viene de las fosas más profundas.