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Óscar Wilde, el dandy de las letras

Si alguien está en París y va a visitar el monumental cementerio de Père-Lachaise, no puede dejar de ver la tumba de Oscar Wilde. Murió en su destierro en esta ciudad el 30 de noviembre de 1900 (a sus 46 años), y lo hizo como él nunca hubiera imaginado, es decir, relegado al olvido, a la pobreza, convertido al catolicismo y llevando el nombre ficticio de Sebastián Melmoth

Oscar Wilde / Diario Correo

Oscar Wilde

Este genial dramaturgo y escritor irlandés está considerado como uno de los más brillantes exponentes de la literatura victoriana tardía, autor de la novela “El retrato de Dorian Gray”, de numerosas obras de teatro y de cuentos infantiles. Su tumba es una obra de arte. A modo de deidad alada, guarda además de sus restos los de Robert Baldwin Ross, un crítico de arte que aseguró ser el primer amante masculino del escritor.

En 1895, Óscar Wilde se encontraba en la cima de su carrera. Entonces fue cuando se conoció su amistad con el joven lord Alfred Douglas. El padre de este, el marqués de Queensberry, sospechó que tenían una relación homosexual y acusó de ello a Óscar, quien se defendió denunciándole por calumnias. Pero al final Wilde acabó siendo acusado de sodomía y condenado a dos años de trabajos forzados. De su tiempo en la cárcel datan sus obras intimistas “De profundis”, cartas dirigidas a lord Alfred Douglas, y la “Balada de la cárcel de Reading”.

Una de las frases memorables de Wilde es que “lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo” y tal vez por eso, por existir y por más razones, una admiradora suya encargó al escultor estadounidense Jacob Epstein la imagen de una esfinge alada de mármol con testículos para que fuera colocada en su tumba. Hace unos años esta obra de Epstein fue salvajemente mutilada en dichos atributos masculinos por dos señoras inglesas muy púdicas que la emprendieron a paraguazos. ¿Y qué fue de ellos? Puestos a darles una utilidad, los utilizó el gerente del cementerio como reposa papeles. Wilde, de saberlo, le hubiera sacado provecho a situación tan irónica y lo habría convertido en argumento de alguna obra teatral.

Por cierto, hasta hace poco era tradición besar la tumba de Wilde con los labios pintados para dejar el rastro del carmín y un deseo escrito en papel. "Un beso puede arruinar una vida humana", escribió Óscar Wilde, o puede deteriorar una obra artística. Han colocado en su tumba una mampara de cristal en noviembre de 2011 que se interpone a las ansias de besar de sus admiradores/as. A pesar de la multa de hasta 12.000 dólares para quien ose besar la estatua-sepultura, está llena de decenas de siluetas de labios.

Una vez dijo: "Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; sólo puede vivirse".

 
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