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Fellini Ocho y medio: Fantasía, realidad y sueños

Se cumplen 60 años del estreno de la película que supuso un cambio en el cine del director italiano.

Marcello Mastroiani, protagonista de Ocho y medio de Federico Fellini

Marcello Mastroiani, protagonista de Ocho y medio de Federico Fellini

Es la película favorita de directores como Martin Scorsese o David Lynch y el propio Fellini la elegía como la mejor de su filmografía. De toda su filmografía es su película más aclamada, uno de esos filmes que siempre aparecen en las listas de los mejores títulos de la historia del cine. Una obra maestra en donde se puede apreciar la imaginación y el desbordante mundo creativo del director italiano.

Su título hace referencia al número que la película ocupaba en la filmografía del director italiano. Fellini había rodado hasta entonces siete largometrajes y había participado en dos películas colectivas, lo que en sus matemáticas particulares daba el número de Ocho y medio. Aunque Fellini lo negaba o lo afirmaba según le convenía, lo cierto es que Ocho y medio es una película de tintes autobiográficos que aborda muchas de las obsesiones que acompañaron al director a lo largo de su vida: el peso de la religión, el éxito y la fama, la dificultad del proceso creativo del artista… La película no tiene un hilo narrativo claramente definido, saltando sin transición de la realidad al sueño, del presente a los recuerdos infantiles y de lo cotidiano y superficial a la exploración interior de los miedos y deseos que todos ocultamos. Según explicaba Fellini quería trasmitir los tres niveles en los que vive la mente humana: el pasado, el presente y el condicional, es decir, el reino de la fantasía.

Marcello Mastroianni da vida a un director de cine que descansa en un balneario mientras prepara su siguiente proyecto. El director atraviesa una crisis creativa y mientras trata de pensar nuevas ideas para su película se pierde en ensoñaciones en las que van apareciendo retazos de su infancia; fantasmas del pasado o las diversas mujeres que han marcado su vida. Una de las mejores escenas de la película es precisamente la del “harem”, en la que el protagonista imagina a todas las mujeres de su vida juntas peleándose por servirle y adorarle.

Durante el rodaje de Ocho y medio Fellini pegó una nota junto al ocular de la cámara en la que decía: “Recuerda, esto es una comedia”. Y es que el director no quería perderse demasiado en elementos dramáticos ya que la película trata temas muy profundos. Ocho y medio aborda la crisis existencial del protagonista y por extensión la de todos los seres humanos. La película habla también sobre el propio cine y el conflicto creativo. La angustia que vive Mastroianni es la del creador que siente la presión de tener que deslumbrar al mundo con una nueva obra genial. Fellini decía que era, sobre todo, una película sobre el miedo. El miedo a no satisfacer las expectativas de los demás; el miedo a no ser realmente lo que proyectamos. Y ese miedo es, a fin de cuentas, lo que nos hace avanzar.

Marcello Mastroiani y Anouk Aimée en una escena de Ocho y medio

Marcello Mastroiani y Anouk Aimée en una escena de Ocho y medio

Marcello Mastroiani y Anouk Aimée en una escena de Ocho y medio

Marcello Mastroiani y Anouk Aimée en una escena de Ocho y medio

En Ocho y medio juegan un papel muy importante los recuerdos de la infancia y la película tiene su Rosebud particular en unas palabras mágicas y enigmáticas que invaden la mente del protagonista: Asa Nisi Masa, unas palabras mágicas que establecen la conexión entre el pasado y el presente del personaje. Y es que Fellini era un hombre que daba gran importancia a la magia y al esoterismo.

En un principio los productores querían a Laurence Olivier como protagonista, pero dado que se trataba de una historia muy autobiográfica Fellini impuso a Mastroianni, su perfecto alter ego cinematográfico. Entre los personajes femeninos nos encontramos con la francesa Anouk Aimée y también con Claudia Cardinale, que interpreta a la actriz y musa del director. Ocho y medio se rodó sin grabación de sonido en el plató. Todos los diálogos fueron doblados durante la postproducción y dado que Fellini era muy amigo de reescribirlos una y otra vez, a veces parecen desincronizados con los movimientos de los labios de los actores, ya que están diciendo algo diferente a cuando lo rodaron. En cuanto a la banda sonora, la película mezcla diversas piezas de música clásica con la partitura del compositor habitual de Fellini: Nino Rota.

Claudia Cardinale en una escena de Ocho y medio

Claudia Cardinale en una escena de Ocho y medio

Claudia Cardinale en una escena de Ocho y medio

Claudia Cardinale en una escena de Ocho y medio

Cuando Ocho y medio se estrenó algunos la encontraron demasiado enigmática y embarullada, pero en general fue recibida como una auténtica obra maestra. La película cosechó un notable éxito en Estados Unidos y ganó el Oscar a la mejor película extranjera de 1963, algo que sorprendió mucho al propio Fellini ya que la consideraba una película muy europea. Ocho y medio marcó un antes y un después en el cine del director italiano. Con ella se cerraba su cine realista y daba paso, a partir de entonces, a un nuevo estilo caracterizado por un mundo muy personal, que es a la vez onírico, nostálgico y vitalista, y que presidiría a partir de entonces su cine

La influencia de Ocho y medio se deja notar en películas de otros directores, como Recuerdos o Desmontando a Harry de Woody Allen, All that jazz de Bob Fosse o I’m not there, de Todd Haynes. También se hizo una adaptación de la película a Broadway con el musical Nine que en 2009 fue llevado también al cine por Rob Marshall.

Y no queremos terminar sin mencionar el final de la película, para algunos, uno de los mejores finales de la historia del cine. La fantasía y la realidad se funden finalmente y todos los personajes que hemos ido viendo a lo largo de la película se unen de la mano y bailan al son de la música circense de Nino Rota. Un final que describe perfectamente la personalidad del director italiano.

 
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