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Carmelo Gómez: "El bullying y la violencia que he sufrido en mi pueblo, puede haberla sufrido cualquiera en el barrio de su ciudad"

Entrevista al actor por 'Las guerras de nuestros antepasados', el famoso texto antibelicista de Miguel Delibes. Carmelo Gómez interpreta a Pacífico, un personaje con el que se siente muy identificado. Una historia de violencias, de la construcción de la masculinidad. Un homenaje a los contadores de historias y la tradición oral

Ha hecho cine, teatro y televisión. Hace, aunque Carmelo Gómez (Sahagún, 61 años) dice que está de retirada. Viene de interpretar a Federico García Lorca en teatro, en 'A vueltas con Lorca'. Y al Padre Tojeira en 'Llegaron de noche', la última película de su amigo Imanol Uribe. Dos historias desarrolladas en un contexto de violencia. También recoge muchas violencias su más reciente estreno teatral: 'Las guerras de nuestros antepasados', el famoso texto antibelicista que Miguel Delibes publicó en 1975. Después de estrenar en Avilés, acaban de aterrizar en el Teatro Bellas Artes de Madrid.

Las guerras de nuestros antepasados es un diálogo entre Pacífico, a quien interpreta nuestro invitado, y un doctor, a quien interpreta Miguel Hermoso. Dirige Claudio Tolcachir y es una adaptación de la obra de Delibes que ha hecho Eduardo Galán. Hace tiempo que Manolo Gómez Pereira le ofreció esta obra, pero Carmelo Gómez no estaba preparado. "Sabía que era una historia sobre la violencia, sobre la guerra, pero eso es muy general. En los matices es donde realmente la obra cuaja y esos matices solo los entiendes cuando tienes una cierta edad", dice.

Pacífico es un hombre que ha ingresado en el sanatorio penitenciario de Navafría en 1961, aquejado de una dolencia pulmonar. Está condenado a veinte años de reclusión por un asesinato que ha cometido y está pendiente de juicio por otro nuevo asesinato. Y es una historia de muchas historias, porque en esa conversación con el doctor Pacífico empieza a recordar. A recordar las guerras de sus antepasados, las guerras de su bisabuelo, de su abuelo, de su padre, las guerras en África, las guerras carlistas, la Guerra Civil.

Pacífico pertenece a una generación, la cuarta, que no tiene una guerra o que está esperando su guerra. ¿Se puede hablar de generación perdida cuando hablamos de guerra?

Yo creo que hay una generación perdida cuando se imponen criterios a una generación que entra o cuando hay ausencia total de ellos. Esta es la aporía muchas veces. Muchas veces que pensamos dar buenos consejos es bueno. Exceso de consejos pueden ser órdenes. Entonces hay que encontrar ahí el equilibrio. Y yo creo que sí, que en ese momento hubo una generación perdida. Por ejemplo la de mi padre, que sirvió para sacar al país de una ruina, porque los convirtió a todos en lacayos, trabajadores por cuenta ajena, sin ningún tipo de seguridad social, sin ningún tipo de ayudas. Y casi todos, la mayoría de ellos, eran todos autónomos que han llegado sin jubilación. Es el caso de mi padre, porque ellos creían que había que salvar la patria. Entonces, para mí sí fue una generación perdida. No se construyeron y luego ellos sí sacaron y echaron hacia afuera lo que consideraban que eran valores, que son contravalores y que hemos tenido que luchar después contra eso. Pero yo creo que mi generación no es una generación perdida. Luchó, creo que ha encontrado un sitio y ahora tiene otros retos. Sin embargo la de mi personaje, para responder a tu pregunta, sí es una persona perdida. Perdida en todos esos mandatos y al final termina comportándose como los mandatos le piden. Y él no quiere luchar porque no sabe hacerlo, se recluye y está perdido. Sí, es un perdedor, claramente.

Es un texto pacifista de España, pero no sé si podría tener hoy algún tipo de similitud con la guerra que esta generación está viviendo a las puertas de Europa en Ucrania.

Bueno, la guerra es destrucción, es violencia, es la imposición de alguien sobre alguien, es la ley del más fuerte, es silenciar al que no tiene voz o al que no tiene posibilidad de gritar. Es ejercer la destrucción del otro. Y eso está, yo creo que es inherente al hombre en todos los tiempos. En aquel momento se escribe esto después de una guerra civil. Lo que pasa es que no se hace alusión sólo a la Guerra Civil, sino a todas las demás guerras que el país ha tenido, que había cada 80 años o menos. Una guerra en España y una generación herida por todo eso, con mutilados. Ahora mismo tenemos una guerra a las puertas de Europa, pero las puertas de Europa también fue Bosnia y Yugoslavia. O sea que cerquita, cerquita siempre la hemos tenido. Nos estamos librando. No sé hasta dónde podremos llevar todo este mundo de paz que preconiza, pero está muy bien que se hable de ello y que es un riesgo muy grande.

A pesar del contexto europeo, es una obra 100% española, habéis dicho. ¿En qué sentido?

Sí, porque es un pueblo español con una gente que se siente de aquí. Se habla de las guerras de España, no de las guerras en general. O sea, no tiene ese aspecto universal de la guerra, pero sí de la violencia como forma de incidir en el comportamiento de los seres. Y ahí yo creo que están las costumbres que son nuestras, está la relación de los pueblos, la realidad de los pueblos que ya se veía venir, que iban a ser deshabitados tarde o temprano, donde no se les hacía mucho caso y estaban aislados en una especie de ignorancia generalizada, aislamiento. Estaban también esos hablares, esa forma de decir, esa forma de hablar tan típica de nuestro lenguaje y de nuestros ancestros. Está la presencia del ancestro español como algo muy relevante y también carismático en la función, porque yo creo que es muy, muy bonito oír hablar así, que lo hemos perdido. Y luego está la tradición de las tradiciones que ha habido siempre en nuestro país. En todos los demás lo habrá habido, pero en el nuestro claramente es la tradición oral. Es decir, que nuestros abuelos contaban historias y que nos gustaba que nos las contasen. Los contadores de historias. Y para eso hacía falta un lenguaje que vaya más de o sea, tío, o en plan te digo que o sea no. De otra manera, hablando con semántica y con frases construidas.

A propósito de esas historias que se transmiten dentro de la familia, hablabas de esas herencias intocables y se ha heredado mucho la violencia de una generación a otra, como deseando que los que nos sucedan sean peores que nosotros. ¿Hemos superado eso en el ámbito familiar o se sigue heredando la violencia?

Pues yo creo que sí. No sé, no soy sociólogo. La pregunta es compleja para mí. Pero sí hay un apunte en la función sobre todo esto, sobre cómo se va posando esto en el entorno familiar y en el entorno social. Y de aquellos polvos estos lodos. Me acabo de enterar que acaban de volver otra vez a agredir la estatua de Federico García Lorca. Pero bueno, ¿qué tiene que ver esto? Es una puñetera locura. ¿Qué pasa? Que hay un enfrentamiento. Ese enfrentamiento da votos y entonces hay gente que muy hooligan, que está dispuesta a llamar la atención o que se enardece por tan poca cosa. Y que las emociones básicas, si no son controladas, nos pueden llevar a errores gravísimos. Bueno, nos tenemos que defender de eso. Pero claro, eso está instalado y se va heredando de generación en generación.

No eres sociólogo ni politólogo. No quiero entrar en política, pero es verdad que este texto sí recoge ese enfrentamiento entre las dos Españas y parece que seguimos entre "los hijos de perra" y "los cabrones", que se dice en el texto.

Entre los fachas y los putos rojos. Siempre estamos igual, siempre estamos igual. Yo en mi familia tengo gente de derechas, por no decir de casi todos, y nos entendemos. Ahora, cuando alguien se pone con la vena en el cuello, se le para y se dice no, esto no. Por encima de todo está la familia, el afecto y la amistad. Por encima de todo está la ciudadanía y que cada uno que tenga su idea. Pero por qué hemos llegado a este enfrentamiento absurdo. Y es muy curioso. A mí lo que me llama la atención es que todo esto se entiende cuando hay ignorancia o desinformación o no ha habido conocimiento suficiente. Una falta de cultura. Pero hemos tenido colegios estupendos, libros de texto extraordinarios. Hemos tenido todas las versiones históricas porque tenemos acceso a ello y estamos radicalizadísimos. Por supuesto que hay muchos factores aquí que no se tratan en esta función, pero eso tiene mucho que ver con esa herencia emocional de ¿cuándo llegará tu guerra? Es que si no llega tu guerra te vas a convertir en maricón. Yo recuerdo muy bien de crío la primera que a mí me llamaron maricón. Fue mi propio padre porque no quise agarrar al cerdo el día de la matanza. La primera vez que me negué. Entonces me tuve que negar huyendo, porque yo no me podía negar quedándome allí. La que te caía entonces. Es una maldición social, "eres esto, esto, esto, esto y esto", es además pernicioso. Hasta hace muy poco decía "esa panda maricas". ¡Pero qué cojones! He tenido que quitarme eso del lenguaje porque lo tenía adquirido y lo tenemos muchas veces adquirido. Yo no soy homosexual, pero si lo hubiese sido, pues no quizá habría estado encantado. ¿Pero a qué viene esta maldición de determinadas cosas que además son naturales? Bueno, pues eso es lo que realmente contra lo que tenemos que luchar. Y de alguna manera, en la función esto está señalado y aunque no se desarrolle, ahí está para que cuando lleguemos a casa, el telón se caiga y podamos tener una reflexión.

Es lo que le pasa a Pacífico, que no se hace hombre, no se convierte en un verdadero hombre, le dice su familia, hasta que no ejecuta a un perro. Una violencia muy asociada, por un lado, al ámbito rural y que todavía sigue existiendo. Y por otro lado, también a la masculinidad, al hay que tener algo entre las piernas, que escuchamos en esta obrea. Qué huevos, qué cojones. ¿Está la violencia asociada a lo masculino, cambiarían las cosas si hubiera más mujeres al frente?

Hemos dado un paso importantísimo. Por lo menos a nivel legal y a nivel social. Se han dado pasos importantes y quedan rémoras y esas rémoras se resisten y se van a resistir mucho porque han sido jefes durante mucho tiempo. Pero ahora, por ejemplo, en mi caso está lleno de libros de Las Sinsombrero y es fascinante lo que esas mujeres escribieron a la sombra de árboles que realmente no tenían nidos, que eran ellas las que propiciaban. Es decir, que ahora sabemos, sabemos y entendemos y aceptamos y comprendemos que la mujer tiene un lugar muy importante en nuestra sociedad. Yo creo que ahí hemos dado un paso importante y las resistencias lógicas se veían venir. Bueno, ya veremos, pero vamos a vencer porque la fuerza es mayor. Además, la fuerza de la verdad esa siempre gana.

Pero no sé si el hombre hoy es capaz de mostrar esa vulnerabilidad o esa hipersensibilidad que le diagnostican a a Pacífico. Alguien que siente un amor profundo por la naturaleza, que se comunica con ella, que les pone música a los animales y habla con ellos.

Aquí hay un temazo, aquí hay un temazo, ahora no toca. No es el momento de hablar de la hipersensibilidad masculina. Se habla de la sensibilidad femenina, de las capacidades de la mujer porque toca, porque es que hay que resolver eso. Pero también la presión de que el hombre deba ser hombre y se niegue a determinadas influencias maternas. Por ejemplo, como es mi caso, la sensibilidad extrema de Pacífico hace que le llamen afeminado, como si la sensibilidad estuviese asociada lo femenino. Y claro, volvemos aquí a tener otras rémoras del pasado, las sensibilidades son del hombre en general, da igual masculino que femenino. Parir y tener un hijo, engendrar tiene que ser una cosa fascinante. Pero yo, que he sido padre y he lavado el culito de mi hija, me he sentido muy vinculado a ella, con una conexión muy grande. Yo creo que eso se llama sensibilidad y no necesito ser mujer para tener más. Sí, yo creo que ahí también hay otro debate con los hombres.

Quiero preguntarte por lo que mencionabas sobre el lenguaje, esa forma de hablar que se ha perdido en los pueblos. Tú eres de un pueblo de León, ¿cómo has preparado tu personaje y que has querido reivindicar? Porque te he escuchado que Delibes tiene un lenguaje muy seco y al mismo tiempo era muy cuidadoso con ese lenguaje de Castilla.

He querido reivindicarme a mí. Yo me encontré ahí, en ese personaje, en muchísimas cosas. Me encontré en la pedrea. En mi pueblo había dos bandas que se liaban a pedradas cada poco, que eran las de las de La Peregrina, que era la parte alta, y las de San Lorenzo, que es la parte baja. He visto esa violencia y la he padecido como chaval y eso me llevó a estar durante muchas horas solo en el corral de mi casa, jugando con las gallinas o con el barro, haciendo cosas yo solo porque tenía pánico a salir fuera y tener que ser de una banda o de otra. Luego me he visto también eso, el ancestro. Cómo ha habido un montón de herencias que me han llegado a través sobre todo de la educación social, o sea del grupo social que es el pueblo, pero también de mi padre, que imponía una forma de entender la vida que le habían impuesto a él sin culpables o no, pero que tú vas heredando y llegas a un punto que dices 'me agoto, me asfixio, no puedo con esto'. Y es que te han puesto muchos deberes, no puedes con ellos y eso me interesaba a mí. Luego hay un momento en que el personaje no se quiere defender y que se inculpa para no tener que enfrentarse. También tenía mucho que ver conmigo. Porque yo he hecho lo contrario. Me enfrentaba, me enfrentaba incluso a monstruos que no existían. Y no me ha hecho bien. Bueno, todo eso pues me ayuda como terapia. Cada día me subo a este personaje y me emociona solo pensar que me voy a poner a hablar como él porque creo que es mi infancia, pero yo creo que eso no valdría de nada si no tuviese una proyección de futuro, una proyección hacia los demás. Más universalizada. Y es que yo creo que va a llegar a mucha gente, porque esto que me ha pasado a mí en un pueblo le ha podido pasar a cualquiera en el barrio de su ciudad, en cualquier barrio. Grupos, bullying, todo ese mundo está ahí y creo que es lo que más me llamó la atención. Para hacer un mundo mejor tenemos que empezar a resolver los problemas que creemos que no lo son y que están ahí, en nosotros, anidando y construyendo grandes monstruos. Entonces, bien, yo creo que eso es un poco lo que me lo que me llamó la atención de este texto.

Cartel de 'Las guerras de nuestros antepasados'

Cartel de 'Las guerras de nuestros antepasados' / Cedida por Pentación Espectáculos

Cartel de 'Las guerras de nuestros antepasados'

Cartel de 'Las guerras de nuestros antepasados' / Cedida por Pentación Espectáculos

¿Podría Pacífico llamarse Amoroso? Se va a estrenar ahora en febrero una versión de Guerra y paz que se llama Guerra y amor. Y dicen sus autores que la paz es un estado natural del hombre, que forma parte de la guerra, que la paz no es más que una transición entre guerra y guerra. Un espacio en el que nos estamos preparando para la próxima guerra y que lo contrario a la guerra sería el amor.

Clarísimo eso desde los primeros filósofos, desde los primeros textos que se conocen. El amor ocupa la parte fundamental y la parte, digamos, real de la parrilla. Es normal. El amor es demiurgo que construye y todo lo que va contra el amor destruye. Y a partir de ahí podemos desarrollar cualquier filosofía complejísima si quieres, pero eso es básico. Yo lo creo. Lorca, como poeta, habla del amor constantemente al amor. Amor universal, amor a todo, a los objetos, a las cosas, a la vida, al otro, incluso a uno mismo y a la vida. Y evidentemente aquí está. Mi personaje no sabe amar. Le han inoculado el virus del desamor. Amar es de maricas. Cuando le dicen "¿Pero tú no sentías, cuando cazaban a las truchas y les partían la boca y sangraban por la boca? A ti también te dolían los labios, ¿no?" Y él dice "Sí, pero era de chaval". Ahí sí se podía. Le pasa lo mismo a Lorca, él quería volver a la infancia porque de chaval sí se puede, se puede amar, se puede coger de la mano a un amigo. No es pecado. Luego es un problema. Pero de niño no todos quieren esa arcadia feliz. Es inmediata. Y yo creo que aquí también hay eso. Curiosamente, no sé si Delibes lo hace conscientemente, pero él no sabe amar. Entonces yo tengo como acción algo que va contra el texto. A él cuando le preguntan pero a la Candy, la chica, pero tú la querías. Y él dice ya, ya, estaba encoñado. Y entonces yo ahí dudo, yo ahí le he dado mi punto de vista y me ha dejado Tolcachir, que estaba de acuerdo conmigo. Yo no quiero salvar al personaje, pero quiero que si alguien que ama los árboles de niño, de mayor también sepa amar. Lo que pasa es que no quiere que eso se le vea. Y ahí es donde está el juego. Para mí como actor, también, de poder hacer una aportación que a lo mejor el autor de las palabras no puede poner. Entonces yo creo que sí que sabe amar y que podría amar, pero no se deja.

Vienes de interpretar 'A vueltas con Lorca' en teatro y también has vuelto al cine de la mano de Imanol Uribe. ¿Va a haber más trabajos en el cine?

Pero no serán importantes. Serán cosas así, pequeños detalles, pequeñas cosas que me gusta hacer. Pero no quiero pertenecer a la industria y si no perteneces a la industria, es muy difícil que haya ningún proyecto así jugoso en el que te puedas meter.

¿Qué quieres decir con que no quieres pertenecer a la industria?

A la industria del cine. Yo ya hace mucho tiempo que no pertenezco. Cuando decidí que no iba a hacer más cine era para no hacer cine. Pero bueno, si Uribe, que es un amigo, me llama y dice tengo este asunto, lo resuelvo contigo si lo haces, pues claro, cómo no lo vas a hacer. Uribe fue un gran amigo y un mentor y disfruté mucho haciéndolo, ¿eh? Porque la cámara me gusta a rabiar, pero la industria no me gusta tanto. Entonces cuando decides que te vas, te vas. Entonces no creo que haga nada importante.

¿Más papeles de teatro?

Sí, más papeles de teatro. Todos los que pueda. Pero me tienen que convencer.

Te lo pregunto porque en la rueda de prensa en Avilés diste a entender que estabas pensando en retirarte.

Sí, a ver, ya son un montón de años y es agotador y te dejas muchas cosas. No es lo mismo. Te digo lo mismo que con el cine. Si lo dejo no es porque no quiera subir al escenario. Subiré. Subiré, pero será con proyectos míos pequeños, de esos que no le interesan a nadie. Como esto que hice con Lorca hace dos años y medio y que me marcó muchísimo y que fue una cosa muy chula, muy barroca. Pero es que la industria es agotadora. Tienes que hacer muchas cosas. Hay entrevistas que te encanta hacer, pero hay otras que no quieres hablar de ti tanto y y quieres dedicarte más a ser actor. Y por ejemplo, a mí hay una cosa que me aplasta, que es hacer todos los días la función y el viernes la doble función. Yo con eso no puedo. Me cuesta, ya me cuesta mucho, ya no tengo capacidad para aguantar eso. Prefiero estar fresco, que la voz esté vibrante y que puedas poner toda tu energía positiva en el escenario.

 
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