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Esther López Barceló: "¿Qué tipo de sociedad somos si no podemos recuperar los huesos de nuestros antepasados asesinados?"

La escritora nos presenta 'Cuando ya no quede nadie', su primera novela. Un homenaje a las guardianas de la memoria, a la épica de las vencidas, a todas esas mujeres que libraban batallas diarias en un contexto de represión brutal durante la dictadura franquista

Esther López Barceló: "¿Qué tipo de sociedad somos si no podemos recuperar los huesos de nuestros antepasados asesinados?"

Esther López Barceló: "¿Qué tipo de sociedad somos si no podemos recuperar los huesos de nuestros antepasados asesinados?"

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"A menudo a la memoria hay que salir a buscarla, como si fuera un niño perdido", porque "¿qué será de nuestras lápidas cuando ya no quede nadie que nos recuerde?", escribe y se pregunta Esther López Barceló en su primera novela. 'Cuando ya no quede nadie', en la editorial Grijalbo, es un libro sobre memoria histórica. Se han escrito muchos, pero ninguno se ha detenido con tanta precisión y cariño sobre la historia de ellas, las olvidadas, las guardianas de la memoria.

Esther López Barceló (Alicante, 40 años) fue diputada de Esquerra Unida en el parlamento valenciano. Es escritora, historiadora, ha estudiado antropología forense y es una experta en memoria histórica. No es difícil adivinar que la muerte está entre sus obsesiones, esos ronquidos que escuchamos a través de las páginas del libro. Todos estos conocimientos, con una escritura directa y cuidada, los vuelca en esta historia. 'Cuando no quede nadie' nos cuenta el viaje que emprende Ofelia. "Ofelia tiene 47 años, un dolor ciático que viene y va y un padre muerto hace media hora". Así comienza la historia dividida en tres partes: El impacto. La fosa y Exhumación.

Portada de &#039;Cuando ya no quede nadie&#039;, de Esther López Barceló

Portada de 'Cuando ya no quede nadie', de Esther López Barceló / Grijalbo

Portada de &#039;Cuando ya no quede nadie&#039;, de Esther López Barceló

Portada de 'Cuando ya no quede nadie', de Esther López Barceló / Grijalbo

Con la autora hemos hablado de lo que comparten en común muchos y muchas que debutan en la novela: la autoficción, el miedo a la enfermedad o la muerte de nuestros padres y el regreso a la infancia, a ese lugar, pueblo o ciudad, al que pertenecemos y que nos resulta hoy tan ajeno. "Volver a casa. A la de verdad. A la primera. Donde no podemos ser esos otros que nos hemos inventado. El lugar donde somos. Irremediablemente", dice Ofelia. Ese lugar es Alicante, aunque su nombre no se mencione intencionadamente en la novela, como nos explica López Barceló. Alicante, una ciudad que sufrió cruentamente los bombardeos durante la Guerra Civil.

"Es un trauma que todavía permanece y creo que se que se materializa en esas leyendas que todavía perviven, en esas historias que todavía se cuentan. A mí me las contaba mi yaya, desde pequeña supe del bombardeo del Mercado Central, cada vez que pasábamos por allí, recordaba el sonido de las sirenas. Y me contó esa historia de la mujer sin cabeza. Hay un capítulo que se llama así en el libro y que surge de una de esas historias que se fueron contando unos a otros sobre el bombardeo. Y es que al parecer alguien vio a una mujer que siguió caminando unos pasos, a pesar de que ya no tenía cabeza. Ese reguero de sangre, decían, de sangre cayendo por las calles. Bueno, esas leyendas urbanas lo que hacen es alimentar el imaginario colectivo, sobre todo para no olvidar nunca lo que pasó", afirma la escritora.

El libro es un precioso homenaje a las olvidadas, a ellas, una historia de historias, llena de matices y de sentimientos escondidos que nos han conmovido. "Quiero hacer una épica de esas vencidas que se quedaron recluidas en las cuatro paredes de su casa o de la portería, como en el caso de Pilar, porque ahí se libraban también unas batallas diarias, tremebundas las batallas domésticas de sacar a una familia adelante sin más armas que tu delantal, que tu aguja de coser o que tu plancha. Es lo que yo quería poner en valor. Y después todas esas mujeres que se convirtieron en guardianas de la memoria, porque sobre todo fueron ellas, mayoritariamente, las que nunca dejaron que se olvidara que su marido, que su madre o su padre había sido fusilado y estaba enterrado en una fosa sin nombre, en una fosa que no tenía ningún elemento que la recordara."

 
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