Yo le comprendo, majestad

Barcelona

Buenos días, majestad.

Supongo que sigue recibiendo usted, o usía, o vuecencia, el tratamiento mayestático, porque le mantenemos como rey. Emérito, pero rey. Ya sabe, cómo no va a saberlo, que la majestad es la condición de quien, por su elegancia o grandeza, es capaz de infundir admiración y respeto. O sea, que el término le queda como a medida.

Quería decirle que le comprendo. A mí, como a su majestad, también me gusta la buena vida. Y también me gusta ir por ahí con los gastos pagados por otro. No sé yo si me conformaría, como hizo su alteza serenísima al inicio de su estancia en ese gran país que le acoge, con una habitación de hotel de apenas 280 metros cuadrados con terraza al mar, pero elogio su sentido de la mesura.

A lo que íbamos: le comprendo. Si yo pudiera dejar de pagar impuestos, quizá también lo haría. Y más si, como su portentosa alteza, estuviera acostumbrado a no hacerlo. La Hacienda española le pilló y tuvo que pagar casi cinco millones. ¿Cómo no voy a comprender que quiera hacerse residente fiscal en los Emiratos Árabes, donde no existe el IRPF? A tomar viento Hacienda, claro que sí.

Yo le comprendo. No supimos estar a su altura, alteza. No dispuso su majestad de suficientes comisiones, de suficientes millones en Suiza, de suficientes amantes, de suficientes niditos de amor con colchón y protección policial a cargo del contribuyente. Qué gente mezquina, los españoles.

Únete al canal de WhatsApp de la SER

Comprendo que haya decidido dejar de tributar en España, mismamente usted, que ponía el careto en las monedas. En adelante, ya no tendrá que contribuir ni en una millonésima parte al coste de los guardias civiles que le protegen. Faltaría más.

Comprendo que haya decidido enviar a los españoles, y a mí entre ellos, a hacer puñetas. Comprendo que nos tenga manía. Lo comprendo muy bien, porque el sentimiento es mutuo.