Los retrocesos que propone la ultraderecha se van a encontrar con una resistencia que no será fácil doblegar

Madrid

Hace tiempo que todo, o casi todo, se ha acelerado de una manera brutal, las noticias se superponen a una velocidad de vértigo y casi todo parece efímero; con lo cual es muy difícil jerarquizar nada. Pero en algún momento merece la pena parar, detenerse, y reflexionar aunque sea un poquito. La campaña de ruido que ha organizado la ultraderecha a propósito del aborto, que empezó hace ocho días y que hoy de alguna forma termina, dando por bueno el Gobierno que la junta de Castilla y León ha aceptado su requerimiento. Bueno, esta campaña -porque de campaña se trata- ha servido para varias cosas. De entrada, una que para mi resulta claramente positiva: constatar que los retrocesos que propone la ultraderecha, en este caso los relacionados con las mujeres y el derecho al aborto, se van a encontrar -y se han encontrado ya- con una resistencia civil y política que no será fácil doblegar, ni muchísimo menos.

A mí eso me parece algo reconfortante. Otra cosa es que toda esta semana de ruido y confusión ha servido para calentar la manifestación de mañana en Madrid contra Pedro Sánchez -ese objetivo estaba claro desde el minuto uno-, para confirmar que el Partido Popular no tiene coraje, argumentos - ni seguramente ganas - de cortar amarras con Vox. Y lo último, y al menos para mí más inquietante, es confirmar que los torrentes de odio que circulan por las redes sociales superan cualquier cálculo razonable. El último destinatario de ese odio ha sido el ministro de consumo, Alberto Garzón, que ha sido padre por tercera vez. se le ha ocurrido anunciarlo en Twitter, compartir su alegría… y le ha caído la del pulpo. Elijo solo un tuit que creo que lo resume todo: “Enhorabuena a Alberto Garzón, cuyo hijo decidió nacer gracias a que su esposa no decidió matarlo antes”. Sin comentarios.