La curiosa histeria de los que no aceptan la tranquilidad

Madrid

A lo largo de la vida nos hemos acostumbrado a convivir con calamidades naturales y calamidades políticas. Los personajes que se sienten incómodos con la democracia o que pierden su pudor cívico intentan vivir en la perpetua calamidad. Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil han sentado cátedra. Por desgracia, hay quienes se movilizan para seguir su camino en España. La ausencia de calamidades inquieta mucho al pensamiento reaccionario.

Se cumplen ahora tres años del Gobierno de coalición presidido para Pedro Sánchez. Como tengo cierta edad, más que alabar sus logros tiendo a agradecer lo que no ha sucedido. Porque yo tuve que sufrir un Gobierno que, cuando España luchaba legítimamente contra ETA, se permitió practicar el terrorismo de Estado. Y cuando ETA se acabó, tuve que soportar otro Gobierno convirtiendo a sus víctimas en marionetas electorales, manipulando incluso los cadáveres que llenaron de tristeza la estación de Atocha. Tuve que sufrir también Gobiernos dispuestos a consolidar sistemas de robo organizado y Gobiernos capaces de utilizar los aparatos policiales y judiciales para ocultar sus robos.

Otra calamidad muy triste, muy triste, ha tenido que ver con la dinámica oficial de envenenar la convivencia entre Comunidades Autónomas españolas en busca de ruidos para conseguir con ofensas ganancias electorales y ocultar corrupciones o el desmantelamiento de los servicios públicos.

En estos tres años, hemos tenido la suerte de no sufrir ninguna calamidad democrática. Y no deja de ser curiosa la histeria de los que no aceptan la tranquilidad.