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El relojero Losada

José Rodríguez Losada es reconocido como uno de los mejores relojeros que ha tenido el mundo. Nace en la localidad leonesa de Iruela en el año 1797. Era un pastor de vacas y dice la leyenda que, cuando regresaba al aprisco, notó que le faltaba una y, ante el miedo a las represalias de su padre, bajó a La Cabrera, recogió sus enseres personales, se fue a Puebla de Sanabria, luego a Portugal y de allí se embarcó de polizón para Inglaterra en el año 1823

(VIOLETA ALONSO / SARA DE ANDRÉS)

"Losada es un gran mecánico que alcanzó inmenso renombre, y, no obstante, vale el hombre más que su reputación. Aunque seco, cejijunto y algo brusco en sus modales, leal entre los leales, tiene de oro el corazón más que su reputación", así describió su peculiar fisonomía y psicología su gran amigo José Zorrilla. 

Su huida de España, narrada por Zorrilla, es digna de una novela de aventuras, con persecución incluida por el comisario jefe de policía de Fernando VII. Acabó enrolándose como militar del ejército liberal. Ya en Londres, empezó su etapa profesional como aprendiz en la casa del relojero French y fue tan hábil que, con las piezas de desecho, fabricaba relojes de gran calidad y estilo por lo que fue ascendido a oficial mayor del taller. A la muerte del patrón se casó con la viuda (versión no siempre confirmada) y su casa se convirtió en un lugar de reunión de españoles e hispanoamericanos interesados en la cultura. A Losada le cita Benito Pérez Galdós en una de sus obras y José Zorrilla, que fue su amigo, le dedica un poema.

En su taller de Londres se fabricaban relojes, cajas de música y joyas. Llegó a fabricar un cronómetro de bolsillo para el almirante Méndez Núñez que se conserva en el Museo Naval de Madrid. Proveedor de cronómetros y relojes para la Marina española, a su ingenio se deben los relojes de la catedral de Caracas (Venezuela), el reloj de la farola de Jerez de la Frontera y, por supuesto, el regalo que hizo a Madrid con la entrega del reloj de la Puerta del Sol en 1866, el mismo que da las campanadas cada fin de año. Su fama fue tanta que la reina Isabel II le nombró relojero de la Casa Real. Terminó siendo uno de los relojeros más reputados de Europa hasta el punto que le llamaron para restaurar el Big Ben cuando se rompió y nadie sabía hacerlo.

Losada murió en Londres sin descendencia directa un 6 de marzo de 1870 en Londres, con 69 años. Dejó una fortuna de unas 30.000 libras esterlinas que heredaron sus hermanas, sus sobrinos, su médico y sus sirvientes. Entre los diversos honores que recibió en vida, uno fue la Encomienda de Isabel la Católica. Emilio Lara escribió una novela basada en su vida titulada "El relojero de la Puerta del Sol". Y aunque pocos ya le recuerdan, dejó para siempre una gran herencia en Madrid: un reloj que nunca ha dejado de funcionar y que cada Nochevieja nos guía con sus campanadas en el cambio de año con una precisión admirable para su siglo y medio de vida.

 
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