El entrañable paleto del cine español
Este domingo día 18 se celebra el 120 aniversario del nacimiento de Paco Martínez Soria, uno de los actores más populares de la historia del teatro y del cine en España.

Paco Martínez Soria en una de sus películas.

Era el 26 de febrero de 1982. Los miembros de la compañía estaban desconcertados. Hacía ya una hora que le esperaban en el teatro La Latina de Madrid para seguir ensayando el nuevo montaje de la obra Guárdame el secreto, Lucas, que unas semanas después presentarían en Castellón. Pero Don Paco no llegaba y aquello era muy extraño. “Para él la vida era el teatro y nada más”, recordaba Emilio Gutierrez Caba. “Iba a ensayar a las 4 de la tarde y se quedaba en el teatro hasta la 1 de la madrugada”. El teatro era sagrado para Paco Martínez Soria y jamás llegaba tarde a un ensayo. Así que llamaron al hotel Colón en el que se alojaba y pidieron al recepcionista que subiera a buscarle a la habitación. Poco después éste les devolvía la llamada. El actor había sido encontrado muerto en su cama víctima de una repentina angina de pecho.
Cuando murió Paco Martínez Soria tenía 79 años y atrás dejaba toda una vida dedicada a la interpretación. Una carrera profesional en la que el teatro, más que el cine, había sido su gran pasión. Pasión que el público supo premiar con innumerables noches de gloria y diluvios de aplausos. Porque si algo supo hacer Paco Martínez Soria fue conectar con el público. El suyo era un teatro eminentemente popular, como reconocía su amigo Pepe Sacristán. “El no pretendió nunca hacer un Macbeth, un Otelo o cosas por el estilo. El hacía un teatro de fácil acceso al público en general y el público respondía maravillosamente”, reconocía el actor. Un teatro popular y dedicado casi en exclusiva a un solo género: la comedia. En ese terreno Martínez Soria fue el rey indiscutible de la escena española. Nadie tenía tanto éxito como él, como recordaba el actor Arturo Fernández: “En Bilbao nos reuníamos 6 o 7 compañías a la vez y siempre mirábamos quién había hecho más taquilla. Y siempre era Don Paco”.

Paco Martínez Soria y Florinda Chico en una escena de El abuelo tiene un plan.

Paco Martínez Soria y Florinda Chico en una escena de El abuelo tiene un plan.
Paco Martínez Soria, nació en Tarazona, provincia de Zaragoza, el 18 de diciembre de 1902. Su afición al teatro surgió en el colegio. “Me hacían recitar los versos cuando terminaba el curso. Hacíamos teatro y ahí empecé a demostrar mis condiciones de actor”, decía. Era un hombre bajito, poco agraciado, pero su entrega y su talento le convertían en un gigante. Debutó en el teatro en 1938 uniéndose a la compañía de Rafael López Somoza, a quien Martínez Soria consideró siempre su maestro y mentor. Un actor al que años después, ya en su época de éxito cinematográfico, pudo devolverle el favor compartiendo reparto con él en varias películas. Pronto, sin embargo, Martínez Soria creó su propia compañía e incluso se compró un teatro. A lo largo de su vida Paco Martínez Soria representó casi 50 obras. El cine para él era secundario. Estaba demasiado ocupado con sus giras por toda España.
En el cine debutó en 1934 con un papelito mínimo en la película Sereno y tormenta, de su amigo, el director Ignacio F. Iquino, con el que trabajaría en once películas más, siempre en papeles secundarios. Durante casi tres décadas, Martínez Soria fue una presencia esporádica en el cine español. Por lo general en comedias, aunque no siempre, como el taxista al que daba vida en la película Sendas marcadas. Pero todo cambió en 1965 cuando el director Pedro Lazaga le convenció para que interpretara en la pantalla uno de sus grandes éxitos teatrales: La ciudad no es para mí. En esta película Martínez Soria interpretaba a un pueblerino que llegaba a Madrid para encontrarse con su hijo. El éxito que tuvo La ciudad no es para mí fue tremendo. Cuatro millones y medio de espectadores fueron a verla situándose como la película más taquillera de la historia del cine español hasta esa fecha. De repente el actor había descubierto que sus comedias teatrales también podían ser muy rentables en el cine y con 64 años inició una nueva etapa en su carrera como gran estrella cinematográfica.

Paco Martínez Soria y Manolo Gómez Bur en una escena de La ciudad no es para mí.

Paco Martínez Soria y Manolo Gómez Bur en una escena de La ciudad no es para mí.
A partir de entonces rodaría una quincena de películas en las que casi siempre adaptaba éxitos teatrales suyos. Títulos como El turismo es un gran invento; Don Erre que erre; Hay que educar a papá; Se armó el Belén; El abuelo tiene un plan o Es peligroso casarse a los 60, por citar algunos. Pedro Lazaga, sobre todo, pero también Mariano Ozores o José Luis Sáenz de Heredia fueron sus directores habituales. Martínez Soria se convirtió en el paleto oficial del cine español. En la mayoría de sus películas había una confrontación entre lo rural y el mundo moderno y urbano. Sus personajes siempre eran honestos y sencillos, de costumbres tradicionales y con un gran corazón. Una serie de personajes típicos que repetía sin problemas en todas sus películas. Además del paleto estaba el abuelo; el padre tardío o incluso el cura bonachón. Martínez Soria siempre se hacía acompañar de grandes cómicos, algunos de los mejores actores españoles de la época: Pepe Sacristán, José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, María Luisa Ponte, Emilio Gutiérrez Caba… Todos los que trabajaron con él le recuerdan como un compañero entrañable y muy divertido.
Paco Martínez Soria tenía casi 80 años, pero se negaba a jubilarse. Su agenda seguía llena de proyectos cinematográficos y teatrales y se encontraba en buena forma. Su última película la rodó en 1981. Fue La tía de Carlos, en la que se pasaba media película vestido de mujer. Martínez Soria no llegó a verla en los cines ya que falleció pocos días antes del estreno. Sin embargo 40 años después de su muerte el actor sigue conservando un gran tirón entre el público. “Sigue teniendo una audiencia que mantiene el perfil del los espectadores del cine y del teatro de su época, una audiencia que no se agota. Una película de Paco Martínez Soria convoca en televisión a un montón de gente”, reconoce Pepe Sacristán. Y es cierto. Plataformas como FlixOlé consideran el cine de Martínez Soria el más rentable en términos de audiencia de su catálogo y sus películas se pueden ver en todas ellas. Y también en la tele pública. Abuelo made in Spain es la película más vista en la historia del programa Cine de Barrio.El día de su emisión congregó a más de cinco millones de espectadores. En Tarazona, su pueblo natal, existe un museo sobre su figura y un festival de cine que se celebra todos los veranos y lleva su nombre. Un festival dedicado a la comedia, el género del que Paco Martínez Soria fue un maestro. “El humor es el contrasentido de la tragedia. Sin tragedia no hay humor. Ese es el teatro que yo he hecho durante 40 años y que es el resultado de ver la tragedia a través de un prisma color de rosa”, afirmaba el actor aragonés. Con ese prisma color de rosa desde el que lo veía todo, Paco Martínez Soria nos regaló a todos un poco de felicidad. Y, de paso, consiguió ser feliz él también.