Manchar sus batas blancas con el chapapote de la desvergüenza

Madrid

Estamos a martes, pero sigo todavía emocionado con la manifestación del pasado domingo en defensa de la sanidad pública. Recordé otra movilización de hace años, cuando los madrileños salieron a la calle para preguntar quién ha sido. Un atentado del fundamentalismo árabe había llenado de cadáveres la ciudad y José María Aznar, ayudándose de su corte mediática, no dudó en manipular a los muertos y extender que se trataba de ETA. La gente salió a gritar quién ha sido. Un modo de decir basta ya o nunca más, nunca más.

Y es que la democracia tiene sus límites. El circo comunicativo de personajes como Trump, Bolsonaro o Ayuso pierde el pudor, dice de todo, hace de todo, juega con bulos y no se avergüenza de nada. Cuentan mentiras, insultan, falsean datos, parecen capaces de todo, se olvidan hasta de los muertos, destruyen el bien común en favor de los amigos, los primos y los hermanos, compran jueces y juezas, y dan por hecho que la gente se traga cualquier cosa. Pero, de pronto, hay un límite, un límite. Con los muertos no se juega, con la vida no se juega, con los ancianos no se juega. No se juega con la sanidad pública.

Y entonces la gente se reúne en las calles y dice ya está bien, y pregunta quién ha sido. El chapapote de la mentira no puede ensuciar el mundo de la democracia, pudrir el abecé de la verdad, la razón de los cuidados y la convivencia. Y la gente dice nunca más, basta ya, hasta aquí hemos llegado, señoras y señores, que habéis querido confundir la palabra libertad con el impudor y la ley del más fuerte.

Mañana será miércoles, luego vendrán el jueves y el viernes y seguiré recordando la manifestación del pasado domingo. Madrid es una palabra decente, muy decente, se niega a manchar sus batas blancas con el chapapote de la desvergüenza.