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Cronología del mandato más breve de la historia de Reino Unido: Liz Truss o cómo pasar de la euforia al destierro en 44 días

La primera ministra británica ha presentado su dimisión tras ver como dimitían miembros de su Gobierno, mientras muchos de los responsables 'tories' que le auparon al poder en septiembre exigían su dimisión seis semanas después

Imagen de archivo de Liz Truss en la Cámara de los Comunes / UK PARLIAMENTARY RECORDING UNIT (EFE)

Imagen de archivo de Liz Truss en la Cámara de los Comunes

Liz Truss ya es historia de Reino Unido. Y lo es en muchos sentidos. Este jueves al mediodía, la hasta entonces primera ministra británica ha presentado su dimisión por medio de una escueta declaración a las puertas de Downing Street: "No puedo llevar a cabo este mandato", ha indicado con tono serio. Así, tras 44 días de al frente, Truss ha pasado a ser la 'premier' más breve de la historia, agitando un tablero político ya de por sí muy inestable, debido al legado que le dejó su antecesor, Boris Johnson.

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A pesar de que desde hace alrededor de una semana se podía esperar la renuncia, la realidad es que cuando comenzó su andadura como primera ministra de Reino Unido, el 6 de septiembre, era impensable imaginar este desenlace. La ya exlíder de los 'tories' logró el apoyo de una mayoría de los afiliados y miembros del partido, muchos de los cuales han terminado pidiendo su dimisión de manera contundente. Además, consciente de la presión que sobrevolaba su figura, trató de mandar un mensaje de confianza desde el Parlamento británico: "Soy una luchadora y no una desertora", aseguró. Apenas 24 horas después, presentó su dimisión.

Así, durante las seis semanas que ha durado su mandato, ha vivido un auténtico contraste de emociones. Desde la euforia por ganar las primarias del partido conservador, a la tristeza por la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra, pasando por el júbilo con el que presentó su plan fiscal. El mismo que ha sido su tumba política y le ha provocado la última sensación de su mandato, la de destierro por los mismos que no hace tanto caminaban a su lado.

La muerte de Isabel II congeló el lanzamiento de su plan fiscal

Tras ser nombrada primera ministra, el 6 de septiembre, Liz Truss aseguró tener la "confianza" de "poder reconstruir la economía" para así convertir al Reino Unido en un país "brillante y moderno". Acto seguido, explicó que tenía un plan cuya intención era la de bajar impuestos "para premiar el trabajo duro y fomentar que las empresas generen crecimiento e inversiones". Sin embargo, tuvo que retrasar el lanzamiento de esta propuesta, debido a que, dos días después, la reina Isabel II de Inglaterra falleció en su residencia de Escocia.

Su muerte, a los 96 años, activó todos los protocolos, estudiados al milímetro, sobre cómo debían ser los 10 días siguientes. Con el luto oficial declarado y los numerosos actos en los que debía estar presente la primera ministra, la actividad se detuvo en seco y Reino Unido vivió su periodo más estable políticamente desde que se hizo oficial su salida de la Unión Europea.

El "plan de crecimiento" que terminó con su carrera política

Una vez finalizadas todas las ceremonias planeadas, que concluyeron con el entierro de la reina en la cripta real del castillo de Windsor, Truss tuvo vía libre para lanzar la que, pensaba, iba a ser su propuesta estrella en el arranque de su mandato: un plan fiscal neoliberal que abogaba por una reducción masiva de impuestos, tildado "plan de crecimiento". El 24 de septiembre, apenas cinco días después del sepelio, emuló a Margaret Tatcher e hizo pública su propuesta de la mano de su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng.

Esta consistía en la reducción de impuestos de las rentas más altas, la cancelación del incremento previsto para 2023 del impuesto de sociedades o la erradicación del actual límite a los bonus que perciben los banqueros, entre otras medidas. Significaba dar un vuelco muy notable a la política fiscal de Reino Unido y amenazaba con provocar un insostenible agujero en las cuentas públicas, ya que estaba valorado en más de 60.000 millones de euros. En España, desde el Partido Popular celebraron la medida e incluso Isabel Díaz Ayuso, presidenta madrileña, lo celebró en cuenta de Twitter.

El responsable de economía se mostró orgulloso y aseguró que "incentivará el crecimiento y beneficiará a toda la economía y a todo el país". Sin embargo, acababan de iniciar un terremoto político de enormes magnitudes cuyo final se ha conocido este jueves. El primer síntoma fueron los mercados. Dos días después del lanzamiento, la libra esterlina se hundió a su valor más bajo en 50 años.

Este primer revés no iba a llegar solo, ya que comenzaron a surgir voces dentro del partido conservador muy contrarias a este plan, e incluso el Banco de Inglaterra salió a criticarlo y anunció que no dudaría en tomar medidas como el cambio en los tipos de interés si es necesario. La libra era y es uno de los principales fuertes de la economía británica y algunos conservadores no estaban dispuestos a asumir su hundimiento.

La situación no mejoró y las críticas, internas y externas, se sucedían. A pesar de que Truss admitió que su plan provoca "perturbaciones" en el sistema financiero británico, seguía convencida de llevarlo adelante. Hasta que la situación fue insostenible. Los mercados, el Banco de Inglaterra y las instituciones económicas del país se posicionaron en su contra, mientras su popularidad en Reino Unido se desplomaba.

Fue entonces, el 14 de septiembre, cuando Truss se dio cuenta de su error y quiso dar marcha atrás. Cesó a su hombre de confianza y ministro de Economía para nombrar Jeremy Hunt, exministro de Asuntos Exteriores, y, horas después de ocupar el cargo, anunció que tumbaba prácticamente por completo el plan fiscal propuesto inicialmente. Una marcha atrás que vino acompañada de un "perdón por los errores cometidos" de Truss, pero, a juzgar por los hechos, llegó demasiado tarde.

Una dimisión y una votación sobre el 'fracking' que desató su salida

La tarde del miércoles se sucedieron una serie de eventos que cavaron de forma definitiva la tumba de la entonces 'premier'. Comenzó con la dimisión de la ministra de Interior, Suella Braverman. Este era el primer síntoma de que algo se estaba fraguando en el seno del partido conservador. Poco después, una votación en la Cámara de los Comunes sobre el 'fracking' desataba la tormenta 'tory'.

Aunque ningún diputado conservador votó en contra de su propio Ejecutivo, 40 se ausentaron de la cámara, entre ellos la primera ministra, y las escenas que se vivieron en los pasillos del Parlamento durante la votación reflejaron la debilidad del Gobierno de Truss. Los contrarios a la 'premier' aprovecharon para manifestar su postura en la votación, y, poco después, cerca de 20 diputados hacían público que abogaban por la salida de su líder.

Así, a lo largo de la mañana de este jueves se han ido sumando más y más responsables conservadores al rechazo frontal de una Truss que veía como, 44 días después de ser elegida primera ministra, se quedaba sin apoyos, sin programa que defender y sin rastro de la euforia que vivió entonces.

Ahora, los 'tories' han anunciado que inician un nuevo proceso de primarias, aunque en esta ocasión será mucho más rápido. En cuestión de una semana está previsto que se conozca quien será la tercera persona que ocupe Downing Street en un año. Los medios británicos apuntan a que el objetivo es tener un candidato de consenso, que agilice todo el proceso y brinde una ansiada estabilidad política que, en Reino Unido, brilla por su ausencia. Las encuestas señalan que Boris Johnson podría ser uno de los candidatos a la sucesión, aunque no es precisamente el político que más unidad aporta a los conservadores. Mientras tanto, el partido laborista se distancia en los sondeos y pide un adelanto electoral que, por el momento, no parece que se vaya a producir.

Carlos de Barrón

Carlos de Barrón

Escribo sobre actualidad en Cadena Ser.com, con especial interés en la información internacional. Empecé...

 
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