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"La mayoría de senegaleses no saben decirte cómo es un hospital porque no pueden ir": Mbaye Gil, el enfermero que montará un consultorio donde embarcó en una patera

Este sanitario en el Hospital de Basurto asistirá, junto a 14 compañeros, a los enfermos de la localidad de Jaxaay, adonde han enviado un container lleno de camillas y material médico

"La mayoría de senegaleses no saben decirte cómo es un hospital porque no pueden ir": Mbaye Gil, el enfermero que montará un consultorio donde embarcó en una patera

"La mayoría de senegaleses no saben decirte cómo es un hospital porque no pueden ir": Mbaye Gil, el enfermero que montará un consultorio donde embarcó en una patera

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Madrid

Hubo un tiempo en que las Islas Afortunadas de las que hablaban los cronistas clásicos era tierra de infortunio. En el libro de Historia de Canarias la inmigración copa todos los capítulos. Empezando por sus primeros pobladores, los guanches, que arribaron desde el norte de África sobre el siglo V a.C. Hasta la crisis de los cayucos de 2006 o los 12.506 migrantes que han llegado por la ruta atlántica en 2022.

La realidad migratoria perdura en el orgullo volcánico de la sociedad canaria. Hasta finales del siglo XVIII, hasta 2.000 canarios fueron enviados a América para repoblar y fundar las ciudades coloniales de Ultramar. Una condición por la que recibieron un trato preferente y diferencial frente a los castellanos. Incluso en el Decreto de Guerra a Muerte (1813) de Simón Bolívar con aquel: "¡Españoles y Canarios! contad con la muerte".

La crisis de los cultivos provocó el éxodo a Venezuela y Cuba, principalmente durante la primera mitad del siglo XX. El faro de Orchilla, en la isla de El Hierro se convirtió en la última luz que, a bordo de pesqueros, les despedía de unas islas sumidas en la oscuridad económica. En la actualidad, las embarcaciones que abandonaban las islas por el este llegan por el oeste, paradójicamente, donde se encuentra el Roque de Alegranza.

Alegría fue lo que sintió al llegar Mbaye Gil. En 2003 este senegalés llenó su mochila y le dijo a su madre que iba a jugar un partido de fútbol. Unos 10 días después se encontraba en Tenerife. Se había subido a una patera con media pensión. Un día comían, otro no. El arroz y el vasito de agua se racionaba. Todo mientras avanzaban por un Atlántico que les mostraba su poder con los cuerpos flotando de quienes no tuvieron la misma fortuna.

Ahora Mbaye es enfermero y está preparando su viaje a Senegal, a donde llevará material sanitario y quirúrgico cedido por los hospitales de Basurto, donde trabaja, Cruces y Urduliz. "En ese contenedor hay camas hospitalarias, una cama de operaciones para hacer las intervenciones y el resto del material necesario", comenta el cofundador de la ONG Sunu Gaal ("nuestra patera" en wolof).

Vuelta a Senegal

Junto a otros 14 compañeros sanitarios, entre enfermeros, una traumatóloga, una fisioterapeuta y médicos, llevarán, además, 20 maletas con 460 kilogramos de material médico. "Vamos a dotar el centro entero, también para cuando volvamos a España", comenta no sin cierta emoción. Y es que esos 3 palés de guantes o bisturís son una "realidad inimaginable" en Jaxaay.

En esta pequeña localidad de 85.000 habitantes, cercana a Dakar, el acceso a la sanidad es complejo, asegura. "Hay hospitales privados con alta tecnología en Dakar, pero va muy poca gente, diría que el 0.3% de la población, el resto no sabe decirte cómo es porque nunca podrán ir", lamenta. Y es que para este vecino de Getxo es "un deber con mi pueblo y con su gente".

Su ángel de la guarda

Mbaye considera que ha tenido mucha suerte. Esa fortuna tiene nombres y apellidos. Es Juan Gil que lo conoció "cuando vendía cosas en la calle". "Le pedí que me ayudara en casa con unas apaños, luego que se quedara a comer, yo guisaba y él comía, luego le dije que se quedara a dormir no en el piso patera horrible en el que vivía". El roce hace el cariño y a los meses Juan lo adoptó. "Fue muy sencillo ya lo conocía, era una buena persona y cariñoso". Tal vez por ello costeó su sueño, estudiar enfermería como quienes lo asistieron a su llegada a Tenerife.

Para el enfermero, que a diferencia de su padre adoptivo sí sabe euskera, era "inimaginable" en Senegal que consiguiera pasar de "un extremo a otro". De "no tener nada a trabajar en un sistema público", comenta ilusionado. Consciente de ambas realidades lamenta las situaciones racistas que ha vivido en España donde "el racismo sale gratis", matiza.

"La Policía nos pegaba palizas en los calabozos"

"Yo he sufrido racismo por un tiempo, cada vez menos porque depende de la situación en la que estás", comenta. En Valencia, por ejemplo, dormía en la calle todos los días, a excepción de los miércoles. "No podía dormir porque venían los neonazis a mearnos, o tenía que esconderme por ser negro e inmigrante", recuerda.

Aunque cree que la situación ha cambiado, no olvida el racismo "sufrido en mis propias carnes", como cuando estuvo detenido. "La Policía nos pegaba palizas en los calabozos, a veces nos llevaban al hospital con heridas y decían que nos habíamos caído corriendo delante de ellos", asegura. En una ocasión, en un mercadillo de Valencia en 2005, recuerda que "vino la Policía, fuimos a correr y uno se enfadó porque le habíamos hecho correr muchísimo, nos pegaron y nos tuvieron 72 horas en el calabozo". Aunque entre estas escenas dantescas hay "personas como mi aita me hace olvidar eso", dice orgulloso.

 
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