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Marc Soler se corona en El Vivero y rompe 'el maleficio' en la quinta etapa de La Vuelta

668 días y 121 etapas después, un español consigue una victoria de etapa en una de las grandes vueltas (Giro, Vuelta y Tour)

Marc Soler Gimenez gana la quinta etapa de La Vuelta a España. (Photo by Justin Setterfield/Getty Images) / Justin Setterfield

Marc Soler Gimenez gana la quinta etapa de La Vuelta a España. (Photo by Justin Setterfield/Getty Images)

Madrid

El español Marc Soler, corredor del UAE-Team Emirates, se llevado la quinta etapa de La Vuelta a España y ha puesto fin un maleficio que duraba más de 600 días. Hacía casi dos años que un corredor español no se llevaba una etapa en una gran vuelta. 668 días y 121 etapas después en las grandes vueltas (sumando La Vuelta, Giro a Italia y Tour de Francia), ha sido Marc Soler el que se ha coronado en la doble subida al Vivero de esta etapa 5 de La Vuelta a España en la que Primoz Roglic ha cedido el maillot rojo ante Rudy Molard.

Tras coronar en solitario en el Alto del Vivero, a 16 kilómetros de meta, el ciclista catalán se ha marchado en solitario hasta la meta de Bilbao, donde ha cruzado la línea con un tiempo de 4 horas, 15 minutos y 23 segundos, 2 segundos de ventaja sobre un grupo perseguidor de 10 hombres, con el surafricano Daryl Impey y el británico Fred Wrigth al frente. El pelotón, con el Jumbo en cabeza, cruzó la meta a 5.09 minutos, lo que supuso un cambio de líder en la general. El francés Rudy Molard (Groupama) toma el testigo del esloveno Primoz Roglic. Este jueves la sexta etapa llevará al pelotón desde Bilbao a San Miguel de Aguayo (Pico Jano), de 181,2 kilómetros.

RESUMEN | Marc Soler rompe el maleficio en El Vivero | Etapa 5

RESUMEN | Marc Soler rompe el maleficio en El Vivero | Etapa 5

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La crónica de la etapa

La salida se tomó en Irún, la ciudad que acogió la partida de la Vuelta de la pandemia en 2020. No hubo manera de componer la fuga hasta pasado el kilómetro 70, cuando antes de iniciarse la ristra de puertos se marcharon del grupo 18 corredores, el mejor clasificado el francés Molard, a 58 segundos de Roglic, nada inquieto por la posibilidad de perder la roja, y mucho menos su equipo, que dejó el mando de la persecución a otros equipos. En la expedición, a la que se unió posteriormente Marc Soler superando un retraso de 2 minutos, pescó en río revuelto el monegasco del Burgos BH Victor Langellotti, quien se convirtió en nuevo rey de la montaña coronando en cabeza Gontzagarigana, el Balcón de Bizkaia y el Alto de Morga, por cuya cima cruzó el pelotón a 4 minutos.

El Alto del Vivero se convirtió en un pasillo plagado de banderas, donde la afición vasca siempre se cita para animar a los corredores, locales o no, allí son todos iguales ante el cariño de la gente. En sus rampas atacó el estadounidense Lawson Craddock (BikeExcgange) a 2 kilómetros de la cima y 45 de meta. El americano coronó seguido de Victor Langellotti, que ya tenía asegurado el jersey de faralaes. En la bajada reagrupamiento de 12 corredores al paso por Bilbao, aún tranquila, tomándose un respiro para vivir la noche del Aste Nagusia, La Semana Grande, donde se vive la fiesta en cada plaza. Al paso por la Gran Vía de Don Diego López de Haro, fundador de la Villa, a 25 de meta, el pelotón comandado por el Jumbo cedía 5.15 minutos a la escapada. La victoria estaba delante.

Lo intentó Stewart a pie de puerto en la segunda subida al Vivero, a quien siguió a cierta distancia Marc Soler. El catalán llegó a la altura del británico antes de coronar, y poco después lo dejó plantado. El excorredor del Movistar abrió una brecha de 11 segundos y se tiró cuesta abajo en busca de la meta en Bilbao. Había comenzado un episodio épico. Soler contra 10 perseguidores hambrientos de victoria con solo un puñado de segundos entre medias. Dientes apretados, gesto de sufrimiento, desafío descomunal ante un triunfo que podría compensar momentos agrios de los que a veces ofrece el ciclismo. Los perseguidores aceleraban y se acercaban, luego paraban y se alejaban. Mientras, Soler entró en las calles de Bilbao, como un león, a un paso de San Mamés, el templo del Athletic Club, y a dos de la Gran Vía, donde Igor Antón, ídolo local, se impuso en 2011. La victoria estaba en el bolsillo. A 200 metros de la línea se lo terminó de creer. Mano a la cabeza, cuerpo levantado, pulgar a la boca. Un regalo para su hija, para él mismo, y para el ciclismo español, que vuelve a sonreír dos años después. Soler se apuntó a la Semana Grande con una auténtica bilbainada.

 
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