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Aprender del pasado para construir viviendas que afronten el calor extremo

Casas con paredes blancas, muros anchos y jardines en los tejados: por qué debemos aprender de los hogares tradicionales para soportar el calor extremo que cada vez se encuentra más presente en nuestra realidad

Aprender del pasado para construir viviendas que afronten el calor extremo

Aprender del pasado para construir viviendas que afronten el calor extremo

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Madrid

Hemos colmado ciudades, explotándolas a nuestro antojo para el uso y disfrute de miles de individuos sin ser conscientes de que todo lo que construiríamos se revelaría contra nosotros. Ahora, cuando más del 55 % de las personas en el mundo vive en ciudades (pero se estima que esta proporción aumentará hasta un 13% de cara a 2050), según señala un estudio de la ONU, los expertos aconsejan aprender de lo tradicional para evolucionar en la edificación para mejorar el estado de salud de las ciudades.

El desarrollo de la arquitectura ha convertido a los municipios más densos en islas de calor, espacios más cálidos que sus áreas circundantes, en los que apenas queda un resquicio de naturaleza, donde los árboles y la tierra han sido remplazados por el hormigón, un elemento no permeable. “Sin componentes naturales que absorban las lluvias y mantengan la humedad, el agua se evapora en poco tiempo y el calor regresa enseguida”, explica María Esteban, arquitecta urbanista, quien, además, asegura que “hemos construido ciudades a base de materiales que impiden el círculo natural de la vida”. Para entender la manera en la que el ser humano ha perjudicado el planeta con sus construcciones, “deberíamos aprender de las casas de los pueblos, allí son tradicionales, aguantan la humedad y el calor no llega a ser sofocante”, añade Esteban. En este sentido, es importante saber qué elementos utilizaban anteriormente para construir las casas, así como cuáles las diferencian respecto a las nuevas construcciones.

Muros blancos y anchos

Pongamos como ejemplo algún pueblo andaluz que nos recorra la mente en estos instantes, como Mijas o Ronda; o incluso cualquier otro lugar que se encuentre más en interior. Pongamos como ejemplo las casas de la judería de Córdoba, o de Sevilla, donde las temperaturas en verano son las más sofocantes de toda España. Todas ellas tienen en común las paredes de color blanco, que reflejan el calor; las ventanas pequeñas y los muros de medio metro de ancho.

Los muros de las casas tradicionales podían llegar a ser de 60, 80 centímetros, o incluso un metro, un grosor suficiente que permite absorber, tanto el calor como el frío antes de que llegue al interior de la casa, permitiendo que se mantenga con una temperatura estable. “Es como si el sol tuviese que traspasar varias capas hasta llegar al interior, a cada capa que llega, va perdiendo calor”, señala Esteban. En la actualidad, la mayoría de las construcciones mantienen unos muros con una anchura que no supera los 20 centímetros, permitiendo que el calor llegue al interior de manera inmediata.

Setenil de las Bodegas

Setenil de las Bodegas / EP-Archivo

Setenil de las Bodegas

Setenil de las Bodegas / EP-Archivo

Ventanas más pequeñas

Los grandes ventanales están a la última en tendencias de arquitectura, pero suponen un elemento en contra para los habitantes del propio hogar, sobre todo en la época de calor. Las grandes cristaleras en las fachadas exteriores de las viviendas permiten traspasar toda la luz, invitando al calor a permanecer dentro de la sala.

Jardines en los tejados

Aunque pueda parecer un concepto futurista, las plantas en las fachadas son de lo más antaño que existe (sino que se lo digan a los patios de Córdoba). La razón es la misma que la de la tierra y el hormigón. Los tejados constituyen una de las partes más cálidas de las islas de calor, por lo que los jardines permiten su enfriamiento. Al final, las plantas y la tierra que necesitan para vivir absorben el agua, permitiendo que se mantenga la humedad y, como consecuencia, un ambiente fresco en épocas de calor. “La naturaleza es sabia”, insiste María Esteban, “si quitamos 3.000 metros cuadrados de tierra y árboles para construir un edificio de diez plantas, coloquemos en la quinta fachada un jardín para paliar ese daño causado”.

Y no sólo para retener la humedad, sino que ya son muchos los arquitectos y estudios que revelan que los techos verdes son el hábitat para las comunidades de insectos y algunas especies de aves, por lo que producen un impacto positivo en el desarrollo de microfauna y flora silvestre nativa. En Francia o Copenhague ya son obligatorios los jardines o paneles solares en cada uno de los tejados (o quintas fachadas) de las nuevas construcciones.

Y no sólo en los tejados

De la misma manera que algunas ciudades como París o Copenhague obligan a construir jardines en la quinta fachada, otras como Madrid han decidido implementar otra serie de medidas que ya comienzan a hacer sentir sus efectos. Por ejemplo, el noroeste es una zona de mucho más confort climático que el sureste porque tiene muchas más zonas verdes. "Toda zona verde y de agua son fundamentales para mejorar la calidad de una ciudad y su comportamiento frente al calor extremo", señala Pablo Olalquiaga Besós, vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

Proyección de Madrid Nuevo Norte.

Proyección de Madrid Nuevo Norte. / AYUNTAMIENTO DE MADRID - Archivo

Proyección de Madrid Nuevo Norte.

Proyección de Madrid Nuevo Norte. / AYUNTAMIENTO DE MADRID - Archivo

Aires acondicionados naturales o "muros Trombe"

El último de los elementos que ayudan a aumentar el calor en las ciudades es el uso de los aires acondicionados. "Es como la pescadilla que se muerde la cola: pones el aire acondicionado porque tienes calor, pero a su vez es un gran aliado del aumento de calor en el exterior", apunta la arquitecta. Una de las soluciones es construir hogares que permitan el aire acondicionado natural: algo que se denomina el muro Trombe, un recurso tradicional de los pueblos, mediante el cual, un doble muro con una rejilla superior e inferior en ambos muros mueve el aire y provoca que recorra las estancias como si fuese el aire acondicionado que conocemos en las ciudades.

 
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