El micromentario de Pepe Belmonte: "¿Miramos para otro lado?"

Murcia

Entre celebraciones de fin de año, árboles de Navidad que amenazan con llegar al cielo, villancicos, cenas, reuniones familiares, ferias gastronómicas, y las típicas acusaciones al gobierno central de que tiene la culpa, no sólo del mal estado del Mar Menor, sino también del ajusticiamiento del bandolero Jaime Alfonso el Barbudo, que fue ejecutado en la Plaza de Santo Domingo en 1824, nos hemos olvidado por completo -o hemos mirado para otro lado, que es aún mucho peor- de esas cifras, que acaban de hacerse públicas y que son un verdadero escándalo, una auténtica vergüenza.

Y es que resulta que en la Región de Murcia más del 41% de niños y adolescentes -es decir, un total de 125 mil- están en riesgo de pobreza o exclusión social. Al nivel de países como Bulgaria en donde pasa del cincuenta por ciento.

Somos la tercera comunidad con mayor tasa de riesgo de pobreza en la infancia, por encima de la media nacional, que anda unos cuantos puntos por debajo. Nos superan otras regiones como Canarias y Andalucía.

Tenemos, pues, colgada sobre nuestro pecho, la medalla de bronce, que es un dudoso honor al que nadie parece ponerle remedio, y mucho menos quienes nos gobiernan, enfrascados durante estos días en otros asuntos menos delicados y más amenos, relacionados con las fiestas navideñas.

Y lo más llamativo es que dicha tasa se ha incrementado en la Región de Murcia, en tanto que ha disminuido casi un punto en el conjunto de la nación. En eso también somos los campeones.

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En la Región de Murcia son muchas las familias que no llegan a final de mes, que sufren de pobreza energética, algo que se transmite y que sufren los más pequeños por ser los más vulnerables.

Nos echamos las manos a la cabeza viendo a esos niños de Gaza que caen a centenares bajo el peso de las bombas, sin reparar en que, a nuestro alrededor, al lado mismo de nuestras casas, hay críos que van a pasar la Navidad más triste de su vida. Y nadie parece estar dispuesto a mover ni un solo dedo para remediarlo. Qué pena.