Sociedad

Zenet, o porqué el jazz también puede ser divertido y popular

El artista malagueño encandila con su arte al público del Cartagena Jazz Festival, en cuyo cartel entró en sustitución del norteamericano Ron Carter

Zenet / Pablo Sánchez del Valle

Zenet

Cartagena

La imposibilidad del contrabajista norteamericano Ron Carter de actuar en el 41º Cartagena Jazz Festival, por razones de salud, dio pie a la entrada del malagueño Tony Zenet como recambio de última hora. Y a tenor de lo visto en el Teatro Circo donde no cabía ni un alfiler, el artista malagueño habría merecido estar en el cartel desde el primer momento.

Zenet

Zenet / Pablo Sánchez del Valle

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Zenet / Pablo Sánchez del Valle

Es tal el nivel de excelencia del festival cartagenero que para formar parte de su elenco hay que acreditar unos méritos artísticos notables, y a buen seguro que Zenet estaba llamado a actuar en este ciclo con todos los honores algún día. Y ese día fue el viernes once del once.

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Zenet / Pablo Sánchez del Valle

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Zenet / Pablo Sánchez del Valle

Acompañado de una brillantísima banda formada por trompeta, trombón, guitarra española, violín, piano, batería y una contrabajista, a cuál más sobresaliente, desplegó su arte y su repertorio durante dos horas de actuación en la que fue su tercera actuación del año en nuestra región.

Arrancó en alto, con un preciado regalo: una pieza aún inédita que forma parte de su próximo álbum, cuya composición interrumpieron para esta inesperada actuación en Cartagena. Se trata de “Amor a tres”, una divertida y -en los tiempos que corren- perfectamente verosímil historia de poliamor, compuesta por el gaditano Antonio Romera “Chipi”, alma mater de La Canalla.

A lo largo de su actuación, Zenet, artista multidisciplinar con formación musical y de arte dramático que ha interpretado dos veces a Pablo Picasso para el cine (una en su juventud y años más tarde en su madurez) fue hilando un repertorio muy ameno, alejando los fantasmas que para los no iniciados en el jazz tiene este género, demasiadas veces con vitola de solemne y difícil de digerir.

Ritmos latinos, como lo acreditan los premios con que ha sido reconocido en Cuba, boleros, estándars de jazz de toda la vida, canciones con el sabor de los clubs de jazz de New Orleans, envueltos en humo y sudor (“recuerdo cuando de chico el médico te auscultaba con el cigarro en la boca. Cómo ha cambiado todo”, afirmó).

Y cómo no, canciones como “Me gustas”, que nuevas generaciones de público han conocido a raíz del dueto con su paisano El Kanka, que se incluye en su último álbum Zenetianos, “Un beso de esos”,

“Soñar contigo” o “Qué será lo que me has dado”. También hubo tiempo para el tango, con “Tranquila”, o para el chotis, que según reveló, “es la forma en que los madrileños pronunciaban la palabra Scottish (escocés) y así se quedó”.

Hubo momentos mágicos en esta actuación, y valió la pena apreciarlos con nuestros sentidos, ojos y oídos, y no a través de las diminutas pantallas de los teléfonos móviles. Y es que en los conciertos se ha impuesto la costumbre de grabar canciones completas, lo que supone que los espectadores de alrededor se ven deslumbrados por los destellos de la pantalla y eso perturba la percepción de lo que ocurre en el escenario. Con mucho arte y tacto, Zenet reprendió cariñosamente a los espectadores que estaban registrando su actuación en el móvil y les invitó a “disfrutar el momento, el ambiente que se crea entre nosotros, esa magia que no es capaz de recoger ningún dispositivo móvil, las miradas de complicidad y lo que sentimos en el escenario nosotros con ustedes”.

Fue la actuación de Tony Zenet un descubrimiento para muchos espectadores que no quisieron devolver la entrada que habían adquirido para ver a Ron Carter, y según lo visto, con repetidas peticiones de bises, cayeron rendidos a la simpatía, el encanto y el arte de quien acredita méritos sobrados para entrar por la puerta grande de este y otros festivales. Y sacamos la conclusión de que el jazz, “en español”, también es divertido, el público participa entregado en los coros, y nos fuimos de allí convertidos, todos, desde ahora y por siempre, en “Zenetianos”.

 
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