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Militantes y voluntarios: los mensajeros fantasmas de la campaña electoral

Son los encargados de sostener la infraestructura de la campaña: desde repartos y ensobrado hasta marchas por los barrios

A Coruña

Estamos en el ecuador de la campaña electoral. Los candidatos y los miembros de cada partido hace días que recorren las calles de los municipios gallegos en busca de votos. En los barrios es habitual encontrar repartos folletos, programas electorales o merchandising. Las paredes y farolas también lucen la tradicional cartelería electoral. Todo ello semeja que aparece de la noche a la mañana, sin explicación ni preparación. Nada más lejos de la realidad. Los partidos llevan semanas preparando la campaña electoral y, con ellos, sus militantes.

Son personas de a pie, comprometidas con las siglas e ideología de cada formación. No dedican su carrera profesional a la política y, sin embargo, la campaña electoral no podría entenderse sin ellos. Son los encargados de ensobrar, de preparar las papeletas y repartirlas en cada barrio y de incentivar al voto en su día a día. En definitiva: hacer que el engranaje funcione.

Lo hacen de forma gratuita. Únicamente por la satisfacción moral e ideológica de "servir" al partido con el que están comprometidos. Son la cara oculta de la campaña electoral. Son el mensajero fantasma, están pero no se les ve.

Los perfiles son variados. Están aquellos que acaban de empezar y que viven sus primeras elecciones. Otros, han participado en más comicios de los que pueden recordar.

Marina Paz tiene 25 años, es estudiante y estas son sus primeras elecciones municipale como militante del PSOE. Cada día ocupa 4 horas de su vida en ayudar al partido a preparar la campaña. Un sacrificio que asegura hacer con gusto.

En el lado opuesto de la balanza encontramos a Charo Catoira. Es militante del Partido Popular desde hace más de dos décadas. Conoce todas las caras de la campaña: apoderada en las mesas electorales, pegando carteles de madrugada, ensobrando día y noche; son muchas las experiencias a sus espaldas. Ha invertido cientos de horas en el PP; "un tiempo regalado con mucho gusto", dice.

Además de los partidos históricos hay otras formaciones con menos recorrido. Para Raquel Castro, voluntaria de Marea Atlántica, este desfase histórico resulta clave en la participación de la ciudadanía con el partido. Cuenta que los medios son menores a medida que la formación tiene menos expansión. Por ello, cada aportación cuenta. Lo compara con una comunidad de vecinos. "O apoio é moi importante, sobre todo para os partidos que non teñen case presuposto. Se non hai voluntarios nas rúas hai un gran pocentaxe da poboación aou que non vas poder chegar".

Anxa González, militante del BNG, comparte la alegoría: "Vivimos nunha sensación de comunidade". La flexibilidad y comprensión es máxima, según explica. Cada uno de los voluntarios aporta desinteresadamente una de las cosas más preciadas que tiene el ser humano: su tiempo. Para ella resulta fundamental la independencia, no beber de créditos o contratos con empresas, sino subsistir gracias a la militancia.

Todos ellos, siglas y colores a parte, tienen algo en común. Es el compromiso con un proyecto político y con su candidato. Sin ellos, las elecciones no serían igual. No veríamos por las calles esa cartelería que nos hace poner cara a cada candidato. Tampoco, nos pararía nadie por el barrio para ofrecernos un flyer y, mucho menos, nos llegaría al buzón de casa ese mítico sobre con la papeleta ya marcada. Sin ellos la campaña no sería lo mismo.

 
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