Cuando el eco de Vitoria llegó a Basauri: el asesinato de Vicente Antón Ferrero el 8 de marzo del 76
Basauri vivió días de huelga, manifestaciones y asambleas en solidaridad con los trabajadores de Vitoria asesinados el 3 de marzo de 1976. La represión alcanzó su punto más trágico el 8 de marzo, cuando la Guardia Civil disparó en la cabeza y mató a Vicente Antón Ferrero, un joven de 18 años

Cuando el eco de Vitoria llegó a Basauri: el asesinato de Vicente Antón Ferrero el 8 de marzo del 76
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Bilbao
En marzo de 1976, las calles de Basauri fueron testigo de una de las movilizaciones obreras más intensas que se recuerdan en Euskadi. Lo que comenzó como una protesta en solidaridad con los trabajadores asesinados en Vitoria se convirtió en una marea imparable de huelgas, manifestaciones y asambleas multitudinarias. La indignación recorría fábricas, comercios, barrios y plazas. Durante días, el pueblo se organizó en un pulso firme contra la represión, pero el 8 de marzo una bala disparada por la Guardia Civil acabó con la vida de Vicente Antón Ferrero, un joven de 18 años. Su asesinato marcó para siempre la memoria colectiva de Basauri y dejó un mensaje claro: el pueblo no estaba dispuesto a callar.
Aquella primera semana de marzo, el ambiente en Euskadi estaba cargado de tensión. El 3 de marzo, en Vitoria, la Policía Armada había disparado contra una asamblea de trabajadores en la iglesia de San Francisco, asesinando a cinco de ellos e hiriendo a decenas más. Las noticias llegaban con crudeza a Basauri, un pueblo con una fuerte tradición industrial y obrera, donde la solidaridad no era una palabra vacía.
La indignación se extendió como un reguero de pólvora y el 4 de marzo, las primeras asambleas empezaron a debatir la respuesta que debían dar los trabajadores. El 5 de marzo, la huelga general se hizo realidad: las fábricas pararon, las calles se llenaron de obreros y la rabia se convirtió en acción. Aquellos días, la organización fue clave. No se trataba solo de mostrar rechazo, sino de mantener la unión y la fuerza.
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Días de huelga y lucha
Las asambleas en fábricas y plazas fueron multitudinarias. Los trabajadores de Firestone, Edesa, Laminación de Bandas y muchas otras empresas secundaron el paro. A ellos se sumaron estudiantes, comerciantes y amas de casa. El grito de "¡Vitoria, hermanos, nosotros no olvidamos!" se escuchaba en cada marcha.
El 6 de marzo, miles de personas recorrieron Basauri. No había miedo, solo determinación. Se pedía justicia por los asesinados en Vitoria, pero también se exigían mejores condiciones laborales, amnistía para los presos políticos y libertades democráticas. Las manifestaciones crecían en número y en intensidad. La Guardia Civil y la Policía Armada observaban de cerca, con sus furgones apostados en distintos puntos de la localidad.
El ambiente estaba caldeado. Se sentía en los corrillos en los bares, en las conversaciones en las esquinas, en los murmullos de la gente que hablaba de lo que había ocurrido en Vitoria y de lo que podía pasar en Basauri. Nadie confiaba en que la respuesta del Gobierno fuera el diálogo. Sabían que la represión era una posibilidad real.
8 de marzo: el disparo que apagó una vida
Aquel lunes 8 de marzo, Basauri amaneció completamente paralizada. No era solo una huelga, era un pueblo entero plantando cara a la injusticia. Desde primera hora de la mañana, los trabajadores intentaron reunirse en la campa del instituto para celebrar una asamblea, pero la Guardia Civil cerró los accesos.
Las calles estaban llenas de gente. La tensión se podía cortar con un cuchillo. La Guardia Civil patrullaba los polígonos industriales amenazando a los piquetes. "Si salís hoy, dispararemos a matar", decían. Nadie se echó atrás.
Cerca del mediodía, un jeep de la Guardia Civil avanzó a gran velocidad por la Avenida José Antonio. Los manifestantes lo abuchearon y le lanzaron paraguas. El vehículo se detuvo y cinco agentes bajaron de golpe. Sin previo aviso, levantaron sus armas y dispararon.
Uno de esos disparos alcanzó en la cabeza a Vicente Antón Ferrero, un joven de 18 años que se encontraba en la multitud. Cayó al suelo de inmediato. El silencio se apoderó de la calle por un instante, antes de que los gritos y el caos lo rompieran. Sus compañeros intentaron auxiliarlo y lo trasladaron al hospital de Basurto, pero las heridas eran demasiado graves. Vicente murió horas después.
El rumor de su muerte corrió como un escalofrío por todo Basauri. La indignación se transformó en duelo. Se improvisó un altar con flores en el lugar donde cayó. Nadie quería creer que aquello había sucedido, pero las balas de la represión no dejaban lugar a dudas.

Cartel con el que se anunciaron nuevas movilizaciones para denunciar el asesinato de Vicente Antón Ferrero por un disparo de la Guardia Civil. / Partido Comunista de Euskadi

Cartel con el que se anunciaron nuevas movilizaciones para denunciar el asesinato de Vicente Antón Ferrero por un disparo de la Guardia Civil. / Partido Comunista de Euskadi
El funeral y la última marcha
Al día siguiente, Basauri vivió una de las manifestaciones más grandes de su historia. Más de 50.000 personas acudieron al funeral de Vicente Antón Ferrero en el campo de fútbol de Basozelai. Trabajadores, estudiantes, vecinos, gente llegada de otros puntos de Euskadi. No había banderas, solo crespones negros y rojos.
El pueblo entero se unió en una marcha silenciosa hasta el lugar donde Vicente había caído. A su paso, los comercios cerraban sus persianas, las fábricas seguían en huelga y las calles eran un río de gente.
La Guardia Civil patrullaba, pero esta vez no intervino. Sabían que cualquier provocación podía desatar una respuesta incontrolable.
Las reivindicaciones no cesaron. Se exigió justicia, la dimisión de los responsables y el fin de la represión. No hubo respuestas por parte del Gobierno, pero lo que ocurrió en Basauri quedó grabado en la memoria de todo un pueblo.
Un legado de lucha
Cuarenta y nueve años después, la historia de Vicente Antón Ferrero sigue viva. Su nombre está escrito en la memoria colectiva de Basauri y de todo Bizkaia. Su asesinato simboliza una época de resistencia, de trabajadores que no se rindieron, de una sociedad que se negó a aceptar la represión como norma.
Para quienes vivieron aquellos días, el recuerdo es imborrable. El sonido de los pasos en la manifestación, los gritos de solidaridad, el miedo a las cargas policiales, la tristeza en el funeral. Para quienes no lo vivieron, es una lección de historia, una historia que no debe olvidarse.
El disparo que apagó la vida de Vicente no pudo silenciar la lucha de un pueblo. Su recuerdo sigue siendo una llama encendida en la memoria de Basauri.
En el municipio cuenta con una calle en recuerdo de Antón en el lugar en el que fue asesinado. Cada año se le homenajea el día aniversario del suceso y también durante las fiestas, en ambas con una ofrenda floral ante la placa que hay en su memoria en dicha ubicación.