Hoy como antaño

Asturias

Lo malo no es que el estruendo de los truenos de esta mañana incluso llegasen a sobrepasar el medio minuto, ni que la persistencia del temporal, la galerna, el coñazo de las lluvias, granizos y nieves con la escasa luz del otoño aún no invierno te hubiera dejado un dolor constante de musculaturas y articulaciones. "No es eso no", poetizó Aute con el parlamento congresista de Ortega, al fondo. Tampoco que la brasa, hotelera y hostelera —parece que como otros en política con sus colores rojo y gualda y su país, horterizando Cibeles en Madrid, fuesen ellos solos la única economía nacional— clamase por la alarma de Tráfico para volver a casa antes de que el monovolumen nos dejase tirados "sin intemperie ni nada" por los asfaltos y raíles quebrados de otros tiempos.

El ocle había vuelto al arenal de San Lorenzo en Gijón y el Carreño, aquella FEVE de entonces por la costa, en su trayecto local de la línea Ferrol-Irún, desde Avilés, con su triste, inactiva, vacante estación, volvía a incumplir el horario indicado en la página de internet. Eso si sabías buscarlo o tenías la suerte de encontrarlo. Porque en aquella casa, infraestructura ferroviaria, muchas maquinitas y tornos para unos accesos a veces imposibles a los andenes. Pero ningún ferroviario de antaño. Solo el maquinista, algo es menos que nada, para llevar la locomotora heredera del vapor por la noche de las Asturias centrales que ignoran como entonces a qué hora pasa y cuándo llegará el tren a su destino.