'Paparajotes y café de olla', por Pepe Belmonte

Murcia

Paparajotes y café de olla.

Pasaron, con un poco de lluvia, con algo de calor, las fiestas de Todos los Santos y la de los Fieles Difuntos.

Esta última celebración, el día de los Fieles Difuntos, por si alguien no lo sabía, se remonta, nada menos que al siglo X cuando fue instituido por el monje benedictino san Odilón, un noble francés que fue abad de Cluny y al que se le han atribuido los milagros de sanar a un ciego y de transformar el agua en vino, por lo que hizo méritos de sobra para ser santo. Sobre todo, por lo del vino.

Pasaron, pues, ambas fechas, tan señaladas en el calendario, y, una vez más, se ha vuelto a suscitar la polémica en torno a la “americanización” de estas fiestas, antaño dedicadas por completo al recogimiento y a la meditación, a pensar y a recordar a aquellos que ya no están entre nosotros y que dejaron un rastro imborrable en nuestras vidas.

Por lo que se ve, con la presencia de Halloween, que cada día va tomando más auge, los nuevos tiempos van apartando ese lado más personal e íntimo, y se están decantando por una efemérides más bien pagana con la que se trata de borrar todo atisbo de tristeza, al tiempo que los grandes almacenes hacen su agosto.

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Me quedo, no obstante, con ese cartel que ha sido ampliamente difundido a través de las redes sociales, plasmado en la puerta de un domicilio particular, en el que se decía textualmente:

“En esta casa no hay truco ni trato. Hay paparajotes y café de olla. Esto es Murcia, no Wisconsin. Lo siento”.