En la muerte de Alfredo Matesanz

Segovia

Alfredo era ante todo un amigo. Amigo del Mester desde su fundación y amigo personal, entrañable amigo personal, desde muy poco después. Al grupo le apoyó siempre, de manera callada, sin darse la menor importancia, como era su habitual forma de proceder. Pero siempre estaba cuando le necesitábamos, generoso y solícito, entregando toda su enorme profesionalidad y siempre manifestando un cariño que era mutuo. Seguro que vamos a sentir su ausencia como un pinchazo de dolor, agudo y seco, al recordar el timbre de su voz y su sonrisa.

En lo personal, sería imposible transmitir en estas líneas, apresuradas y llenas de congoja como son éstas, el sentimiento de privilegio que para mí supuso contar con su amistad y con su colaboración en las casi tres décadas en las que trabajé en el área de Cultura del Ayuntamiento de Segovia. Fueron muchas las ocasiones en que él fue el encargado de presentar actos, de hacer de maestro de ceremonias en decenas y decenas de acontecimientos que el conducía con maestría, haciendo gala de su enorme talento y de su versatilidad. Y siempre, lo vuelvo a decir, sin pedir nunca nada a cambio. Amó a Segovia; y Segovia le correspondió nombrándole su hijo predilecto. No podía ser menos. Y siempre nos quedará el eco de su voz, al filo de la mañana, cuando desde su querida Radio Segovia abría la ventana a los aires de esta provincia, como un elemento más del paisaje de nuestra tierra.

A su familia, el abrazo más fuerte y sincero. Seguro que les ayudará en este trance tener la absoluta certeza de que Segovia entera les apoya y les ofrece todo su cariño y solidaridad.

Descanse en paz.