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El sueño del Sporting se torna en pesadilla

Cruel final de temporada para los rojiblancos, que no supieron aprovechar el favor del Lugo por dos errores graves de Mariño y la absoluta incapacidad de sus compañeros para marcar

Mariño se lamenta ante la celebración de los jugadores del Almería. / La Liga

Mariño se lamenta ante la celebración de los jugadores del Almería.

Gijón

Es difícil imaginar un final de temporada tan cruel para el Sporting. No por inesperado, porque en boca de muchos aficionados estaba, a la entrada de El Molinón, la posibilidad de que pasara lo que finalmente ocurrió: que el Lugo hiciera los deberes y el Sporting no. Pero, en las formas, el guionista de la noche que puso fin a la temporada se pasó de despiadado. Quedarse fuera después de haber estado dentro 40 de las 42 jornadas, y desperdiciar la última vida perdiendo de esa manera, con todo a favor, con dos cantadas de un irreconocible Mariño y con el resto de sus compañeros incapaces de marcar un gol aunque el rival jugara sin portero, es demasiado duro para asumirlo tan fácilmente. A la vista de las circunstancias, haber terminado la temporada el 31 de mayo quizás no sea un fracaso, pero sí es una decepción enorme.

El desenlace fue cruel en las formas, pero merecido al fin y al cabo. Al estilo de ese familiar pesado que coge la chaqueta pero no acaba de irse de casa, el playoff se marchó en la última jornada pero empezó a despedirse el 4 de abril. Ese día el Sporting se dejaba remontar en casa con un Mirandés que venía en cuadro, esquilmado por un brote de COVID. Desde entonces, el equipo gijonés solo fue capaz de ganar dos de los últimos diez partidos. La fortaleza de El Molinón se resquebrajó y el Sporting se fue a negro en lo ofensivo: solo dos goles marcó en los nueve partidos siguientes. Por supuesto, y para no perder la costumbre, perdió el derbi. Y con la lengua fuera, tampoco fue capaz de ganar en Fuenlabrada. Milagroso es que, con esa dinámica, el equipo llegara vivo a la última jornada. Pero en esta carrera de caracoles que fue la lucha por la sexta plaza, fue posible. En la competición de torpes, Rayo y Sporting perdieron sus partidos de la última jornada. A uno le valía; al otro no.

El Sporting fue todo corazón contra el Almería, que llegó a El Molinón con la cabeza en el playoff y alineando un equipo entero de suplentes. El corazón es necesario en el fútbol, pero solo con eso no da. El equipo llegó al desenlace con poco fútbol, con nada de gol y con las piernas, si no cargadas, sí agarrotadas. En el partido definitivo, solo fue capaz de chutar tres veces entre los tres palos, aunque la única clara fue un disparo de Djuka nada más comenzar la segunda parte, que desbarató Fernando. El portero también le ganó la partida al delantero rojiblanco en la ocasión más clara de la primera parte, cuando se anticipó por décimas de segundo y unos milímetros al serbo-montenegrino, que a punto estuvo de alcanzar con la punta de la bota un centro raso de Aitor García.

Era un Sporting voluntarioso pero fallón, quizás presa de los nervios. Pedro Díaz, Gragera o Saúl García cometían errores graves que Borja López, imperial en la primera parte, se encargaba de corregir. El bagaje ofensivo fue muy pobre, con una ocasión inicial para Aitor que, para seguir la costumbre, la mandó a las nubes. En la otra banda Nacho Méndez, fuera de sitio, apenas participaba del juego.

Todo lo contrario le pasó al Almería, que tuvo prácticamente acierto pleno de cara a gol. Marcó casi involuntariamente, porque le apareció un socio inesperado. Dos disparos de Aketxe desde fuera del área, no demasiados potentes, se los comió Diego Mariño. El primero lo palmeó, pero sin la fuerza suficiente, y el rebote se acabó colando. En el segundo, le engañó el bote. Mientras el Lugo hacía los deberes en Vallecas, El Molinón pasaba de caldera a tanatorio.

Tras encajar dos goles en 15 minutos, el partido se convirtió en una agonía para un Sporting que no se creía lo que estaba pasando. Con todo a favor, el equipo no era capaz de aprovecharlo. El pitido final hizo estallar en lágrimas a Diego Mariño (especialmente afectado por sus errores, tras todo lo que le ha dado al Sporting estos años) o a Babin.

Igual que hay que reconocer los errores de Mariño el último día, sería injusto decir que el Sporting no aspira al ascenso por ello. La falta de gol, quizás cierta falta de ambición y el cansancio han hecho mella. En el balance de David Gallego queda la implantación de una idea y la consolidación de jóvenes valores, aunque también la duda sobre si la gestión de los pocos recursos de la plantilla pudo haber sido mejor para no llegar tan fundidos al último cuarto de Liga.

El futuro es una incógnita, aunque hay algunas certezas. La primera es que el equipo se queda de vacaciones mientras otros (algunos de los cuales hace dos meses veían al Sporting con prismáticos) se jugarán el ascenso a Primera. Que el club presidido por Javier Fernández cumplirá su quinto año en Segunda; pleno desde su llegada. Parece evidente que en el vestuario hay un bloque interesante que convendría mantener y reforzar, sobre todo en ataque. Frente a esa, está el anuncio verbalizado por Fernández y Tebas de que, para cuadrar las cuentas, solo queda vender. Y, por desgracia, no se irán los malos. La duda es qué ofertas puede recibir el Sporting en un mercado tan afectado por la crisis. Pero, mientras los dirigentes piensan en eso, los aficionados se fueron de El Molinón resignados aunque dejando claro su orgullo porque, si hay que caer, mejor con un equipo que da la cara y con el que puedan sentirse identificados.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 
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