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Calderón de la Barca, el cura 'sospechoso' por ser dramaturgo

La Diócesis de Getafe analiza la figura espiritual del literato, que se ordenó sacerdote con 51 años y formó parte de la Congregación de Presbíteros Seculares durante 30 años, hasta su fallecimiento

Calderón de la Barca fue ordenado sacerdote en 1651 y legó parte de sus bienes a la Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid / GettyImages

Calderón de la Barca fue ordenado sacerdote en 1651 y legó parte de sus bienes a la Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid

Fuenlabrada

Calderón de la Barca fue sacerdote durante 30 años, miembro de la Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid. Un aspecto de su biografía que en ocasiones no es tan destacado y que también impregnó parte de su obra, siempre teñida de una intensa espiritualidad. La Diócesis de Getafeorganiza este miércoles, a través de sus redes sociales, una charla para descubrir esta faceta del gran literato español.

En Hoy por Hoy Madrid Sur hemos charlado con quien, de alguna forma, es uno de los herederos del legado de Calderón de la Barca, el archivero actual de la Congregación a la que dejó parte de sus bienes, Jesús López. Con él hemos descubierto que el dramaturgo fue ordenado en 1651, 30 años de su fallecimiento (del que se celebra ahora su 340 aniversario), y fue capellán en esa Congregación, encargada de asistir a los sacerdotes que llegaban a Madrid y no conseguían medios para sobrevivir, enfermaban e incluso fallecían olvidados y sin recursos, en algunos casos.

Entrevista con Jesús López, archivero de la Congregación a la que perteneció Calderón de la Barca

16:09

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También hemos descubierto anécdotas como el momento en que pidió ser capellán en la catedral de Toledo, recibiendo una radical negativa ya que, a juicio del capellán encargado, “no era digno” de ese puesto por dedicarse al teatro. La providencia quiso que un año después ese mismo sacerdote le encargara a Calderón de la Barca un auto sacramental, a lo que respondió por carta, con genio y disgusto, preguntándose por qué es malo escribir teatro (como él, que además era prolífico en autos sacramentales) y sin embargo le encargaba ahora, precisamente, una obra. Según López, intentó demostrar que “se puede ser escritor y al mismo tiempo ser un sacerdote bueno”.

 
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