La plaza de Blasco Ibáñez
En mayo de 1921, la Ciudad de Valencia rindió homenaje a su hijo más ilustre, Vicente Blasco Ibáñez. Entre todos los actos conmemorativos en los que participó, destaca la inauguración de la placa de la plaza que iba a llevar su nombre, la antigua de Cajeros
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Luis Fernández callejeando por el centro de València
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Valencia
En mayo de 1921 tuvo lugar, por los fastos y la relevancia, el evento conmemorativo más importante del siglo hasta entonces en nuestra ciudad. Vicente Blasco Ibáñez, el padre y mito del republicanismo valenciano, se había convertido, después del éxito cosechado en América Latina y Estados Unidos, en un novelista de prestigio internacional. Sus admiradores y correligionarios, a la cabeza de los cuales se encontraba el alcalde Samper, organizaron un programa de festejos extenso que abarcó desde el domingo 15 al domingo 21 de mayo, con jornadas dedicadas a sus novelas más exitosas. Se construyó un magnífico arco del triunfo en su honor en la calle de Peris y Valero –antes Paz y después, Paz-, puso primeras piedras, inauguró exposiciones y fue al Teatro, al Ateneo, a la Lonja y al Palacio de la Exposición, y en cada uno de ellos hizo gala de sus excelentes dotes de orador ante un público entregado. Visitó el Cabañal y fue de excursión a la Albufera, donde fue agasajado con bailes y banquetes. Obviamente también descubrió la lápida de la plaza que iba a llevar su nombre. Los blasquistas y el Ayuntamiento querían que fuese la plaza de la Reina, la más simbólica por ser el centro neurálgico de la ciudad, la que llevase el nombre del escritor, tal y como se había aprobado un año antes, pero elementos reaccionarios se manifestaron en contra y por no agravar la ya de por sí tensa situación, se decidió que fuese la plaza de Cajeros –situada en lo que actualmente es el cruce entre San Vicente, María Cristina y la plaza del Ayuntamiento- la que se denominase plaza de Blasco Ibáñez. El sábado 21 de mayo se celebró el acto de descubrir la lápida, obra del artista Benedito, que consistía en un relieve con el busto del novelista, teniendo por base unas ramas doradas de laurel y el nombre de la plaza. Desde una tribuna montada sobre el número 5 de dicha plaza hablaron el Alcalde y Blasco Ibáñez, dando explicaciones sobre la elección definitiva de la plaza de Cajeros en vez de la de la Reina. Las palabras de Samper al respecto son bastante elocuentes:
“Todas las calles y plazas de Valencia son de Blasco Ibáñez, porque todas las llena con sus prestigio. Una u otra, ¿qué más da? En todas brilla el amor al insigne Blasco Ibáñez. Yo vengo a dar algunas explicaciones; sé que algunos no están conformes con que se dé el nombre del gran novelista á la plaza de Cajeros, y á ello obedecen estas explicaciones. Ha habido para esta sustitución de plazas dos motivos; desde luego con cambiar el nombre de la plaza de la Reina no tratábamos de agraviar a nadie, porque veníamos a hacer obra de paz, de manera que los que no están conformes, si insisten, vendrán a parar en las mismas pasiones que censuramos. El propio Blasco Ibáñez expresó sus deseos de que fuera la plaza de Cajeros la que llevase su nombre: Blasco Ibáñez está muy alto para que le preocupen las pequeñas pasiones. Otro motivo es el deseo del señor Blasco de que la plaza de Cajeros fuese el centro, el punto de partida de las reformas, que él inició en su célebre artículo «La revolución de Valencia», reformas que ya ha iniciado el Ayuntamiento con la enseñanza, alcantarillado y reforma interior, que emprenderemos inmediatamente. Ahora empezará esa reforma por la plaza de Blasco Ibáñez”.
A continuación, Blasco Ibáñez añadió:
“Yo supliqué al Alcalde que diese mi nombre a la plaza de Cajeros. Además, entiendo que estos homenajes no se miden por el valor del punto donde se celebra el acto, sino por el entusiasmo demostrado en sus concurrentes. Cuando yo nací no existía la plaza de la Reina, en cambio sí la de Cajeros. Aun cuando todas las calles y plazas son iguales para mí, porque todas pertenecen a Valencia, que es mi madre, he tenido el egoísmo de pedir que fuera esta plaza la que ostentase mi nombre, porque es el centro de mayor actividad, la que ha de ser el punto de partida de la reforma interior, y también porque en esta plaza, y precisamente en la casa donde la lápida ha sido colocada, nací al mundo literario, luchando por mis ideales en aquel semanario que se titulaba «La Bandera Federal» y cuya redacción estaba situada en el segundo piso de dicha casa”.
Pero el nombre de la plaza de Blasco Ibáñez apenas duró un par de años, lo mismo que tardo Primo de Rivera en dar el golpe de estado e implantar una dictadura militar. Ante la deriva política del país, el novelista valenciano no titubeó a la hora de desenvainar su afilada pluma para denunciar a “Alfonso XIII y sus generales, restauradores en España del régimen absolutista, con los mismos caracteres de violencia, ignorancia, fanatismo y corrupción que en tiempos de Fernando VII”. Desde su el exilio, Blasco fundó en Paris el periódico España con Honra, “el único de toda la Prensa española que pude decir la verdad, no estando sometido a la previa censura de Alfonso XIII y el Directorio”, y publicó en noviembre de 1924 Una nación secuestrada, donde se censuraba duramente a Alfonso XIII y el directorio militar impuesto por la fuerza. La actitud crítica y beligerante de Blasco no gustó a las autoridades municipales, y sus escritos fueron reproducidos de forma tendenciosa en los diarios conservadores de la ciudad. El mismo día que fue nombrado Luis Oliag nuevo Alcalde en sustitución del general Avilés, se acordó quitar al rótulo de la plaza de Blasco Ibáñez y devolverle su antigua denominación de plaza de Cajeros.